miércoles, 16 de mayo de 2012

LECTIO: MAYO 16/2012


Jn. 16, 12-15

Imágenes Google-Arreglos MariamContigo
Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros.

Escucha, Señor, nuestra oración y concédenos que así como celebramos en la fe la gloriosa resurrección de Jesucristo, así también, cuando él vuelva con todos sus santos, podamos alegrarnos con su victoria. Por nuestro Señor.

El Convicto Liberado
Una historia que nos enseña a reconocernos pecadores

Cada año, con motivo del aniversario de su coronación, el rey de un pequeño condado liberaba a un prisionero. Cuando cumplió 25 años como monarca, él mismo quiso ir a la prisión acompañado de su Primer Ministro y toda la corte para decidir cuál prisionero iba a liberar.

-"Majestad", dijo el primero, "yo soy inocente pues un enemigo me acusó falsamente y por eso estoy en la cárcel".

-"A mí", añadió otro, "me confundieron con un asesino pero yo jamás he matado a nadie".

-"El juez me condenó injustamente", dijo un tercero.

Y así, todos y cada uno manifestaba al rey porque razones merecían precisamente la gracia de ser liberados.

Había un hombre en un rincón que no se acercaba y que permanecía callado y algo distraído. Entonces, el rey le preguntó: "Tu, ¿Por qué estás aquí?

-El hombre contestó: "Porque maté a un hombre majestad, yo soy un asesino".

-"¿Y por qué lo mataste?", inquirió el monarca.

-"Porque estaba muy violento en esos momentos", contestó el recluso.

-"¿Y por qué te violentaste?", continuó el rey.

-"Porque no tengo dominio sobre mi enojo".

Pasó un momento de silencio mientras el rey decidía a quien liberaría. Entonces tomó el cetro y dijo al asesino que acaba de interrogar: "Tú sales de la cárcel".

-"Pero majestad", replicó el Primer Ministro, "¿Acaso no parecen más justos cualquiera de los otros?"

-"Precisamente por eso", respondió el rey, "saco a este malvado de la cárcel para que no eche a perder a todos los demás que parecen tan buenos".

El único pecado que no puede ser perdonado es el que no reconocemos. Es necesario confesar que somos pecadores y no tan buenos como muchas veces creemos ser o tratamos de aparentar.










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