sábado, 1 de septiembre de 2012

UN GURÚ O JESÚS



Imágenes Google-Arreglos MariamContigo
CON EL YOGA HAY QUE OPTAR ENTRE UN GURÚ O JESÚS
Fuente: Padre Fabián


Al comienzo la cosa parece que no es así. Pero si se profundiza... no hay opción. - Che, Cura... ¿qué entendés vos del tema si nunca lo practicaste? Excelente objeción. Yo no entiendo nada. Pero hay gente que si lo entiende... y muy bien. Por eso, les quiero compartir este video. El entrevistado es Joseph-Marie Verlinde. ¿Quién? 
 
Fue investigador de química nuclear. Luego practicó yoga y meditación trascendental: llegó a ser discípulo y mano derecha del Yogi Maharishi Mahesh, gurú de los Beatles. En un momento percibe que la consecuencia última de esta práctica le impediría llegar a amar al otro: algo que Jesús si le podía dar. Regresando de esta profunda experiencia de varios años en el Himalaya, y vuelto a su trabajo de investigador, se involucra en las prácticas ocultas. Fue medium y trabajó con "curaciones energéticas" hasta que se dio cuenta de que las "entidades" espirituales que invocaba eran demonios. Purificado por la oración de estas influencias malignas, siente el llamado al sacerdocio. Obtiene un doctorado en Lovaina y, actualmente, es el prior de la comunidad monástica de la Familia de San José, en Francia.
 
Las conclusiones existenciales a la cuales ha llegado el monje en el transcurso de su vida (a mí me impactó el comprobar que por el camino del yoga se afirma la absoluta imposibilidad del amor personal a otra persona, incluido el amor a Dios) son propias de quienes buscaron y no se quedaron el el primer estado, el de las prácticas de ejercicios para la respiración o la concentración. Detrás de esta práctica hay una, por decirlo así, filosofía de vida. ¿Es tan así? Les recomiendo la lectura de uno de los grandes teólogos católicos del siglo XX: Hans Urs von Balthasar. Algunos de sus libros son un tanto difíciles para los neófitos en las Ciencias Sagradas. Pero han uno que yo no me canso de volver a releer: "Puntos centrales de la Fe" (BAC - parece que está agotado). Allí tiene un capítulo sobre este tema: "Meditación cristiana y no cristiana". En verdad es un faro que nos ayuda a comprender que si nos quedamos con el yoga... más que enriquecernos perdemos lo de novedoso y grandioso que nos regala Jesucristo. Como parte del desarrollo de su pensamiento establece las diferencias entre la meditación oriental y la fe bíblica y cristiana. Como nos cuesta entender qué es exactamente el trasfondo de la meditación yoga, creo que sus palabras son un buen resumen sobre lo que hay de base: Meditación oriental Persiste en el Oriente con máxima claridad y con la mayor representatividad para la humanidad actual lo que otrora fue patrimonio común de todos los pueblos: la religión como característica del hombre, lo religioso como definición de lo humano. Tiene un punto de partida, un camino y una meta. 

Esta dimensión religiosa depende de sus propias fuentes auxiliares, pero tiende en la búsqueda del absoluto a dar un carácter absoluto a las circunstancias de la búsqueda. 

a) El punto de partida es la experiencia religiosa básica de que el mundo circunstante, incluido nuestro yo, nuestro carácter y nuestro comportamiento diario, es una parte, no el todo, y que no puede ser lo último y definitivo, la realidad absoluta. La vivencia religiosa primordial es la del abismo que se abre entre nosotros y el Primordio, la de una dispersión de lo que en el fondo es uno, la de un extrañamiento (vivimos, según Platón y Plotino, en una regio dissimilitudinis, en el mundo de la desemejanza). Extrañamiento, enajenación, significan también falta de libertad, lío. Si se absolutiza esta experiencia centelleante, el «mundo de las apariencias» es mera apariencia (maya), el lío es fatídico, porque estamos embrollados en un devenir eterno sin salida posible (samsára). 

b) De aquí la irrupción de la añoranza religiosa, la marcha del «corazón inquieto» en la estela, si es posible, de un sabio que haya encontrado la vía libre y haya sabido indicarla a los demás. Hay un «métodos», un seguir (met) el camino (hodos), que es el «camino de la sabiduría» (dhamma-pada). Absolutizado también, el camino es radical lleva del exterior al interior, del chirrido de lo múltiple a la callada serenidad del uno. Excava la escombrera para dar con la fuente primordial, que mana. El hombre que tome la iniciativa para esta empresa tiene que «ejercitarse» (askesis significa simplemente ejercicio), sobre todo en la continencia. 

c) La meta no es otra que el contacto, el encuentro, la entrada en la esfera del Absoluto, del Origen, de lo entrañable, del hogar, la eliminación de la dualidad. Absolutizada en el vedantismo de Shankara, la meta es advaitya, la «no dualidad» o, en otras fórmulas (todas ellas naturalmente de tanteo), la unificación entre la interioridad del hombre (atman o purusha) y del Englobante último (brahman). 

El absoluto puede en penúltimo grado tener rasgos personales; en este penúltimo estadio puede el individuo humano orar a un dios personal individual, confiársele, etc. Pero como la «religión» en cuanto marcha desde el hombre concibe también a la persona con los atributos de la limitación humana, sufren todos estos rasgos y comportamientos individuales una experiencia despersonalizadora en el último estadio o grado. Por eso, cabe hablar en este contexto sólo de una «culpa» (que está de algún modo en la raíz del extrañamiento y se supera gradualmente juntamente con éste), pero de un «pecado» frente a un Dios personal. 

Por esta incompatibilidad la Congregación para la Doctrina de la Fe escribió una carta a los Obispos sobre algunos aspectos de la meditación cristiana. Al comienzo advierte: 

El contacto siempre más frecuente con otras religiones y con sus diferentes estilos y métodos de oración han llevado a que muchos fieles, en los últimos decenios, se interroguen sobre el valor que pueden tener para los cristianos formas de meditación no cristianas. La pregunta se refiere sobre todo a los métodos orientales. Actualmente algunos recurren a tales métodos por motivos terapéuticos: la inquietud espiritual de una vida sometida al ritmo sofocante de la sociedad tecnológicamente avanzada, impulsa también a un cierto número de cristianos a buscar en ellos el camino de la calma interior y del equilibrio psíquico. Este aspecto psicológico no será considerado en la presente Carta, que más bien desea mostrar las implicaciones teológicas y espirituales de la cuestión. Otros cristianos, en la línea del movimiento de apertura e intercambio con religiones y culturas diversas, piensan que su misma oración puede ganar mucho con esos métodos. Al observar que no pocos métodos tradicionales de meditación, peculiares del cristianismo, en tiempos recientes han caído en desuso, éstos se preguntan: ¿no se podría enriquecer nuestro patrimonio, a través de una nueva educación en la oración, incorporando también elementos que hasta ahora eran extraños?

Para responder a esta pregunta, es necesario ante todo considerar, aunque sea a grandes rasgos, en qué consiste la naturaleza íntima de la oración cristiana, para ver luego si y cómo puede ser enriquecida con métodos de meditación nacidos en el contexto de religiones y culturas diversas. Para iniciar esta consideración se debe formular, en primer lugar, una premisa imprescindible: la oración cristiana está siempre determinada por la estructura de la fe cristiana, en la que resplandece la verdad misma de Dios y de la criatura. Por eso se configura, propiamente hablando, como un diálogo personal, íntimo y profundo, entre el hombre y Dios. La oración cristiana expresa, pues, la comunión de las criaturas redimidas con la vida íntima de las Personas trinitarias. En esta comunión, que se funda en el bautismo y en la eucaristía, fuente y culmen de la vida de Iglesia, se encuentra contenida una actitud de conversión, un éxodo del yo del hombre hacia el Tú de Dios. La oración cristiana es siempre auténticamente personal individual y al mismo tiempo comunitaria; rehúye técnicas impersonales o centradas en el yo, capaces de producir automatismos en los cuales, quien la realiza, queda prisionero de un espiritualismo intimista, incapaz de una apertura libre al Dios trascendente. En la Iglesia, la búsqueda legítima de nuevos métodos de meditación deberá siempre tener presente que el encuentro de dos libertades, la infinita de Dios con la finita del hombre, es esencial para una oración auténticamente cristiana. (2-3) 

El resto de la carta la pueden leer desde este link.  Creo que es muy importante conocer sobre estos temas para no caer en cosas contrarias a nuestra fe desde nuestra ingenuidad ignorante.


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