EL DECÁLOGO DE LO QUE ES E INTERPELA EL MARTIRIO CRISTIANO
Ante las beatificaciones en Tarragona, el domingo 13 de octubre de 2013,
he aquí un decálogo para entender, vivir y transmitir lo que es,
significa e interpela el martirio cristianos,
Por Jesús de las Heras
Muela
1.- El martirio cristiano tiene una identidad propia y específica.
Hablar hoy y siempre de martirio cristiano significa dar la vida por
Jesucristo. Y dar la vida en gratuidad, en libertad, en voluntariedad.
El mártir cristiano rechaza conscientemente de la posibilidad de la
apostasía que le “liberaría” del martirio. Significa ser testigo de
Jesús con el derramamiento de la propia sangre. El mártir cristiano no
da la vida por unas ideas, por una cultura, por una opción política,
sino que lo hace, ante todo y sobre todo, por una persona: Jesucristo.
El mártir cristiano no es mártir de ideologías, ni de guerras santas, ni
de odios, ni de luchas de clases. Si así lo hubiera sido, no habría
sido mártir cristiano. El mártir cristiano es testigo cualificado del
Evangelio y de su amor apasionado por Jesucristo y su Iglesia. El
martirio cristiano no es nunca fácil, es siempre heroico, pues
significa, en definitiva, morir realmente a uno mismo. El mártir
cristiano es héroe y testigo de Jesucristo. No es ni héroe, ni testigo,
ni víctima de ningún bando político.
2.- El martirio cristiano encuentra su referencia en la Pascua de Jesucristo.
Él fue el primer gran mártir, Él fue el primero que ofreció y entregó
su vida por nuestra salvación. De este modo, el mártir cristiano se
convierte en un imitador de su Señor, quien murió en la cruz amando y
perdonando. Solo es mártir cristiano quien al ser asesinado perdona y
ama como Jesús.
3.- El martirio cristiano es un don, es una gracia. Morir
mártir es, ante todo, una gracia que el Señor otorga a quienes quiere en
modo muy especial”. La concesión de este don es expresión del amor
preferencial de Dios para con quien lo recibe. Parafraseando a Tagore
en conocida expresión de que la vida es un don que sólo la merece
dándola, podríamos decir que el martirio es un inmenso que sólo se
merece aceptándolo y ofreciéndolo desde la genuinidad e identidad propia
del martirio cristiano.
4.- El martirio cristiano es un don al que el cristiano puede y debe prepararse.
Impresiona leer en las Actas de los Mártires de toda la historia del
cristianismo cómo los cristianos perseguidos eran conscientes de que les
podía llevar el martirio cruento y cómo se preparaban a él desde la
oración y la ofrenda. En las biografías de los 522 mártires que serán
beatificados el próximo 13 de octubre en Tarragona encontramos
incontables testimonios en este sentido. Se puede y se debe disponer y
preparar el alma para recibir, si es voluntad de Dios, el don y la
gracia del martirio. Esta preparación, apertura o disposición al
martirio es tanto más necesaria cuanto la realidad del morir es siempre
el aspecto de la vida más complejo y doloroso y a que toda la humanidad
de todos los tiempos mayor temor ha tenido, tiene y tendrá. Nadie quiere
morir. El mártir no es que quiera morir sino que quiere testimoniar a
Jesús y unirse a Él y antepone este testimonio a su propia vida.
5.- El martirio cristiano es una de las páginas más reiteradas,
más ciertas, más gloriosas y más fecundas de toda la historia de la
Iglesia. En todas las épocas del cristianismo, en sus dos mil años
de historia, siempre ha habido mártires y los ha habido en mayor medida
cuando las circunstancias externas eran menos favorables para la vida de
los cristianos. Como escribió Tertuliano, la sangre de los
cristianos ha sido y es siempre semilla de vida cristiana. Los
perseguidores de la fe jamás han logrado mediante la persecución y el
asesinato acallar la voz y la presencia de los cristianos. Todo lo
contrario: el surgimiento de los mártires ha revitalizado en todas las
épocas la vida de la Iglesia.
6.- El martirio cristiano ha obedecido y obedece, en la
intencionalidad de quienes lo han planeado, ejecutado, amparado y
permitido, al odio a la fe, instigado desde ideologías totalitarias,
que han pretendido y pretenden negar y proscribir a Dios, ocupando su
puesto en la vida y en el corazón de los hombres.
7.- El martirio cristiano es un hecho, una realidad, que debe ser reconocida y ensalzada.
Esto es, el reconocimiento y la glorificación de los mártires es un
derecho que tienen quienes lo han recibido y que tiene el entero Pueblo
de Dios para conocer quiénes son sus modelos y sus intercesores.
8.- Asimismo, la Iglesia está en el deber de investigar, reconocer y glorificar a sus mártires.
El reconocimiento del martirio es patrimonio eclesial y anuncio de la
humanidad definitiva. De ahí que la Iglesia deba a sus mártires
reconocimiento, memoria y glorificación desde las claves de amor y de
perdón en las que se produjo el martirio. La Iglesia no saca pecho, no
hace su propia ley de la memoria histórica cuando beatifica y canoniza a
sus mártires. Cumple con su deber y sirve, como sirvieron los mártires,
a las causas de la paz, del perdón, de la reconciliación y del amor.
Los mártires no fueron pacifistas sin más sino pacificadores. Y la
Iglesia, en su deber de verificar la verdad del martirio cristiano, sabe
que sólo se es mártir cuando se recibe la muerte desde el perdón a
quien la infringen.
9.- El reconocimiento del martirio cristiano es oportuno y
necesario y es, a la vez, una oportunidad, una espléndida oportunidad
evengelizadora y de vida cristiana. Los mártires son personas de
carne y hueso. Tienen rostro, familia, orígenes, biografía. Los mártires
contemporáneos son hombres y mujeres de los nuestros, muchos de ellos,
jóvenes. En la comunicación periodística del martirio cristiano, habrá,
por lo tanto, que mostrar esos rostros, esas historias, indagar en sus
familiares todavía vivos, aproximarnos a sus referencias locales. La
beatificación del 13 de octubre en Tarragona de 522 mártires del siglo
XX en España no es una macro o mega beatificación. Es la beatificación
de 522 personas como cada uno de nosotros, con 522 familias, con 522
procedencias, con 522 historias, con 522 respuestas de amor y de perdón.
10.- Por todo ello, el reconocimiento del martirio cristiano es
una fiesta, una gran y luminosa fiesta de la fe, de la esperanza y de la
caridad y es un estímulo para la evangelización. Es proclamación de
una buena noticia, de una palabra definitiva de esperanza. Es así
motivo de serena, gozosa y festiva alegría. La sangre de los mártires es
semilla del futuro mejor que esperamos, del fin de un mundo de odios y
de muerte, de un mundo de ausencia o prohibición de Dios y de
irresponsabilidad humana.
Y es que los mártires son cristianos ejemplares y heroicos, que nos
iluminan y animan -como rezamos en el prefacio litúrgico de los
santos-,”con su presencia alentadora, a que luchemos sin desfallecer y
alcancemos, como ellos, la corona de la gloria que no se marchita”. Los
mártires “nos estimulan con su ejemplo en el camino de la vida y con
ayudan con su intercesión”. “En su martirio, Señor, -dice el prefacio
del común de mártires- has sacado fuerza de lo débil haciendo la
fragilidad tu propio testimonio”. La vida consagrada, los presbiterios
diocesanos, los movimientos laicales y juveniles, los seminarios y
noviciados y la vida y nuestra pastoral general han de estar de
enhorabuena y han de encontrar en estos mártires luz, ejemplo,
intercesión y esperanza. Son lo mejor de nuestra Iglesia y de nuestra
humanidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
GRACIAS POR TU COMENTARIO, PRONTO ESTAREMOS COMUNICANDONOS CONTIGO...
CON AMOR, MARIAM...