UNA ORACIÓN QUE DISTINGUE: "EL PADRE NUESTRO"
-Manuel Cantero-
En
nuestra ESCUELA DE ORACIÓN estamos desarrollando y orando con el Padrenuestro
como forma distintiva del discípulo de Cristo. A esa “Escuela de Oración” (del
viernes 18 –tercero del mes-) remito para quien guste y pueda ahondar en este
modo de ORAR (que no de “rezar”).
Dice
San Lucas -[11, 1-4]- que Jesus oraba en cierto lugar. No es extraño que sus
discípulos veían la postura y compostura, la profundidad y hondura de todo su
ser, inmerso en aquella oración. Es evidente que no era la típica oración judía
ante un muro y moviendo la cabeza como un junco. No había nada de eso. Jesús no
estaba “diciendo” oraciones. Veían
algo muy distinto de lo que estaban acostumbrados. Jesús realmente ORABA.
Por
eso cuando Jesús se vino hacia ellos, un discípulo suyo le pidió que les
enseñase, porque cada Maestro tenía como emblema de su magisterio un modo
característico de orar; así lo había hecho el Bautista.
Y
Jesús les dijo: “Cuando ORÉIS, decid: Padre, santificado sea tu nombre; venga tu
reino; danos cada día el pan del mañana; perdónanos nuestros pecados porque
también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo. Y no nos dejes caer en
tentación. Ya podemos observar
las variedades que presenta respecto de Mateo. San Lucas ha extraído el néctar
esencial. De ahí saldrá todo lo demás. Y no sólo como modo de orar (que sería lo más fácil) sino como modo de vivir (que es –en realidad- lo que debe distinguir).
Por
lo pronto lo excepcionalmente distintivo –y casi impensable para un judío- es
que a Dios se le habla como PADRE.
Se le siente Padre, y eso obliga a vivir como hijo (que no es poco lo que eso
pide, puesto que un hijo será quien agrada
a su padre, y no “el que no lo maltrata). Junto a mí, el otro y el otro
están orando igual… Varios “hijos” sintiendo a Dios “Padre”, están definiéndose
HERMANOS. Y eso no es una palabra. Es un
modo de vivir lo que está exigiendo. ¡Y esto tiene mucha tela que cortar…!
Cojamos cada uno nuestras tijeras.
SANTIFICADO SEA TU NOMBRE. De por sí,
Dios ya es Santo, como el oro es oro esté donde esté. Cierto que el oro en
medio del vaho o del barro no brilla. El oro en una joyería, reluce. Dios es
Santo. La cuestión es cómo se puede manifestar su santidad según “en dónde”…
Por eso no es que yo proclamo o deseo la santidad de Dios, sino cuál el expositor en mí de esa joya que es
Dios. Yo tengo la tremenda capacidad
de empañar su santidad o de hacerla relucir. Por eso “la gente” habla de Dios
más por lo que ve en nosotros que por lo que es Dios mismo (a quien nadie ve).
En mi santidad se manifestará la de Dios, aunque Él es Santo conmigo o sin mí.
VENGA TU REINO.
La verdad es que ve uno tal distancia con la santidad de Dios, que queda uno
necesitado de suplicar. Que sea Dios quien invada
con su santidad y realice su reinado en nosotros. Cierto que Jesús nos ha manifestado
cómo se desarrolla el reino de Dios. Pero más pequeños nos vemos al descubrir
la distancia que nos separa. ¡Que venga Dios y que reine!, que implante su
reino de verdad y de vida, de santidad y
de gracia, de justicia de amor y de paz. [Habría que desarrollar cada característica
de esas].
Dos variantes
presenta Lucas ahora: no hace referencia a que se haga la voluntad de Dios,
seguramente porque va implícito en lo anterior. Y otra variante más llamativa
en la formulación siguiente: DANOS CADA
DÍA NUESTRO PAN DEL MAÑANA. Por lo
pronto coincide en “el pan de cada día”…: todo lo que una persona necesita en
el día presente…, si nos quedáramos en la formulación de Mateo, que parece
bajar del plano en que estaba –Dios- al humano: el pan… A Lucas lo veo manteniendo más la gran
espiritualidad de ese ORAR que Jesús está enseñando: “el pan del mañana” es el
Cielo, es el abrazo de Padre, es la herencia de hijo. Pero eso no está “guardado”
para que venga “mañana” (y mientras tanto seguimos nosotros en la tierra).
Lucas nos está llevando al mismo terreno en que estaba el resto de la oración:
para que Dios sea glorificado por nosotros, tenemos ya que vivir con el corazón
en el Cielo…, tenemos que trabajar la tierra pero mirando hacia ese Padre y lo
que nos espera junto a Él. Que nos ´de HOY y cada día, la mirada, la ilusión,
los brazos extendidos hacia ese MAÑANA que anhelamos, y que será el
momento pleno del abrazo del Padre.
Para
eso, y siendo lo que somos PERDÓNANOS
NUESTROS PECADOS. Y eso lo podemos pedir porque nosotros también perdonamos a quien nos debe algo. Y tenemos el justificante de nuestra petición
porque –siendo tan como somos-, ya hemos dado el paso de la magnanimidad. Es nuestra credencial de buena voluntad.
Y NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN.
Cuanto pedimos, cuanto confiamos, cuanto podemos presentar como credencial…,
necesita la gracia de Dios (la ayuda del Padre) para que no caigamos en la
tentación. LA TENTACIÓN viene y vendrá,
y tendremos cierto flirteo con ella…
Pero el que es PADRE me proteja… Una voz
desde ese Corazón de Padre me llega de inmediato: ¡Protégete tú también”; no te metas en la ocasión; salte de eso que tú
sabes; corrige ese vicio subrepticio que hay en ti; sé honrado contigo y
Conmigo; no juegues a “la ruleta rusa” con tus peligros conocidos. Y sabes que
tienes algunos concretos… No los justifiques; no te salgas por la tangente!
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