Fíjese usted en lo representativo que es este grupo que él escoge.
Hay un sacerdote, un levita y un laico. Los cuatro representan
diferentes aspectos de la vida de Israel y comparten una gran cualidad.
Nos dice: “pues eran tenidos por fieles”. Eran hombres fieles. Yo he
descubierto que hoy en día la fidelidad no es una cualidad tenida en
alta estima, aunque con frecuencia la alabamos con los labios. A mí me
resulta descorazonador ver las pocas personas que se toman en serio la
responsabilidad de mantenerse fieles, concluyendo lo que están haciendo.
La fidelidad es la cualidad que Dios admira. Pablo dice en 1Cor acerca de aquellos que ministran en la iglesia: “Ahora bien,
lo que se requiere de los administradores es que cada uno sea hallado
fiel” (4,2). Esa es la cosa principal que busca Dios: la habilidad para
cumplir una asignación hasta acabarla, el estar dispuestos a cumplir con
la responsabilidad año tras año, no necesitando ser alabados o que nos
den las gracias o ser animados públicamente a fin de que lo hagamos,
realizando la obra o el trabajo como para el Señor; llegando
puntualmente sin marcharnos hasta que no hayamos hecho el trabajo.
Yo he aprendido a lo largo de los años a buscar cuatro cualidades
diferentes en los dirigentes, tanto si son hombres como si son mujeres.
Lo primero que busco es una mente inquisidora, una persona que se
mantiene mentalmente alerta, que siente curiosidad por la vida, que
siente deseos de aprender todo el tiempo. Una persona así está siempre
leyendo, siempre escuchando y siempre pensando acerca de lo que oye y
tratando de razonar acerca de lo que implica.
Segundo, busco un corazón humilde, alguien cuya conciencia no está
todo el tiempo en primera fila, que sienta que necesita de ser alabada,
honrada y animada a fin de que pueda hacer cualquier cosa, que se enfada
y se desanima si no se reconoce lo que hace esta persona. Busco a
alguien que considere que el servir es un privilegio, que el poder no se
le concede a la persona por su oficio, sino por servir a otros.
En tercer lugar, busco un don evidente: el pueblo de Dios es un
pueblo con dones. No hay ni un solo miembro del cuerpo de Cristo que no
haya sido equipado por el Espíritu Santo con una habilidad especial para
hacer algo. Cuando los cristianos saben lo que es, siempre disfrutan
hacerlo. Ya no es una carga, como tampoco son una carga las alas para el
pájaro; es un deleite. Busco a personas que tienen el don para lo que
nosotros les pedimos que hagan, porque cumplirán con el trabajo y lo
disfrutarán hasta el fin.
Y en cuarto lugar, apoyando a todo lo demás y haciéndolo posible, es
un espíritu fiel. Alguien que no renunciará, alguien que considera su
trabajo como un ministerio de servicio al Señor mismo, que lo está
realizando por gratitud en su propia vida y en su corazón y que, por
difícil que resulte, no lo abandonará.
Dios busca esta clase de personas para cambiar los tiempos en los que
viven. Es lo que hemos sido llamados a hacer hoy. Todos estamos
incluidos en este llamamiento, no solo los que son dirigentes evidentes y
visibles. Lo que se requiere son hombres y mujeres fieles que estén
dispuestos a realizar la labor hasta el fin.
Padre, te pido que Tú crees en mí un espíritu de fidelidad. Ayúdame a cumplir con las responsabilidades que Tú me has dado.
DIOS CONTIGO
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