DE JESÚS DE NAZARET CON LA SAMARITINA
Coruña, 18/09/2013
José Barros Guede
Jesús de Nazaret regresando de Judea a Galilea atraviesa Samaria por
el estrecho valle entre los montes Herbal y Garazín y llegando cansado
al pozo de Jacob sienta a su borde, en cuya tierra se hallaba la tumba
de José de Egipto a quien su padre Jacob le había dado en herencia.
Manda a sus discípulos a buscar comida a la ciudad de Siquén que quedaba
a unos centenares de metros. En esto, una mujer samaritana que había
tenido cinco maridos y ahora convivía con otro hombre se acerca al
mencionado pozo con un cántaro para tomar agua.
Jesús de Nazaret le dice: “Dame de beber”. Ella le contesta: “Cómo
tú, siendo judío, te atreves a pedirme agua para beber a mí que soy una
mujer samaritana”. Los judíos y los samaritanos no se trataban entre
ellos, debido a que ambos tenían ciertas diferencias religiosas y
culturales en la interpretación de la Ley Mosaica. Le responde: “Si
conocieras el don de Dios y quien es el que te dice dame de beber, tú,
le hubieras pedido agua y él te hubiera dado agua viva”.
Le contesta: “No tienes con que sacarla y el pozo está hondo, ¿dónde
tú sacas esa agua viva? ¿ Es qué tú eres más que nuestro padre Jacob que
nos dio este pozo y de él bebieron él y sus hijos”. Le responde: “Todo
el que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua
de la que yo le daré no tendrá sed jamás y se convertirá en fuente de
agua que brota para la vida eterna”. Ella contesta: “Señor, dame de esa
agua para que yo no tenga más sed y no tenga que venir aquí a sacarla”.
Entonces, Jesús le dice: “Vete, llama a tu marido y vuelve acá”. Le
contesta: “No tengo marido”. Le responde: “Bien has dicho que no tienes
marido, porque has tenido cinco maridos y el que ahora tienes no es tu
marido, en eso has dicho la verdad. Le contesta: “Señor, veo que eres
un profeta. Nuestros padres adoraron en este monte Garazín a Yahvé y
vosotros decís que el lugar donde se debe adorar es Jerusalén”. Le
responde: “Créeme, mujer, que ha llegado la hora en que ni en este monte
ni en Jerusalén adoraréis a Dios Padre. Vosotros adoráis a uno que no
conocéis, nosotros adoramos a uno que conocemos porque la salvación
viene de los judíos. Pero ha llegado la hora en que los verdaderos
adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad porque Dios Padre
desea que le adoren así”.
Le contesta: “Sé que va venir el Mesias, el llamado Cristo, cuando él
venga nos lo enseñará todo”. Jesús le dice: “Yo soy, el que está
hablando contigo”. La samaritana deja el cántaro y corre a Siquén y
decirle a sus vecinos: “Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo
que he hecho. ¿No será el Cristo?”. Muchos samaritanos de Siquén fueron
verle y le piden que se quede con ellos en esta ciudad. Se quedó aquí
dos días predicando el reino de Dios. Los vecinos le decían a la
samaritana: “Ya no creemos en tus palabras, nosotros mismos le hemos
oído y sabemos que él es verdaderamente el Salvador del Mundo” (Jn.
4,1-42).
De dicha interesante conversación de Jesús de Nazaret con la samaritana en el pozo de Jacob sacamos las siguientes conclusiones:
Primera.- Jacob es padre de las gentes de Judea, Samaria y Galilea, sean judíos y samaritanos.
Segunda.- Jesús conversa con una mujer samaritana que tiene una
interpretación distinta a la de los judíos sobre la Ley Mosaica y que
tuvo cinco maridos fallecidos, y que ahora convive con otro hombre como
pareja.
Tercera.- Le pide agua de beber del pozo de Jacob, y a cambio le ofrece agua viva que quien la beba no tendrá sed jamás.
Se vale de esta comparación para expresarle que la credibilidad y fe a
su persona y a sus palabras son fuente de agua viva que le garantiza la
vida eterna.
Cuarta- Ella le manifiesta que espera al Mesías, quien le enseñará todo.
Quinta.- Jesús le contesta: El Mesías soy yo, el que habla contigo.
Sexta.- Entonces, deja el cántaro y va avisar a sus vecinos de Siquén
quienes vienen a verlo y le piden que se que con ellos. Jesús se queda
con ellos dos días creyendo muchos en él y diciendo: Verdaderamente es el Salvador del mundo.
Este precioso texto evangélico es exclusivo del evangelista Juan y no
aparece en los sinópticos. Ciertamente, Jesús de Nazaret es el Mesias y el Salvador del mundo, fuente de agua viva de vida eterna para las personas que le creen y le aman.
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