LA FE PUESTA A PRUEBA
La
Fe se fortalece practicándola y propagándola, y también las diversas
pruebas por las que pasa son un medio para acrisolarla, purificarla y
acrecentarla
-Javier Garralda Alonso-
Por pruebas desde fuera y desde dentro, nuestra Fe pasa momentos dolorosos. Fe que no sólo es "creer en Dios", sino también "creer a Dios".
Si
empleamos nuestra razón, ¿qué es más fiable y lógico, confiar en el
hombre que hoy es y mañana no, o confiar en quien es causa y meta de
toda criatura? ¿Confiar en el hombre –todo él debilidad e inestabilidad–
o confiar en quien sustenta el Universo y llama por su nombre a cada
estrella de las miríadas que aparecen en el cielo? ¿Confiar en el hombre
o la mujer hoy amables y mañana intratables o confiar en la Fuente de
toda bondad? ¿Confiar en quien toca el duro corazón de los pecadores y
los hace santos, ejemplos de fe viva para todos nosotros, o confiar en
la caña humana que se dobla a cualquier viento de morales inventadas y
quebradizas? En suma, ¿poner la casa de nuestro corazón y de nuestra
alma sobre la roca o edificarla sobre la arena? ¿Qué es más lógico y
digno de confianza?
La
Fe se fortalece practicándola y propagándola y también las diversas
pruebas por que pasa son un medio para acrisolarla, purificarla y
acrecentarla. La prueba más dolorosa para nuestra confianza en Dios es
la que experimenta nuestro propio interior: momentos de noche oscura en
que parece que Dios está muy lejano, o que los mezquinos bienes de este
mundo nos atraen demasiado.
Si,
en estos momentos brota de nuestro corazón una oración dolorosa,
podemos estar seguros de que el Señor no nos abandonará. Es el momento
de creer con dolor, de esperar contra toda esperanza. Como se dice, más
allá de las nubes que lo tapan, el sol sigue brillando esplendoroso.
Otra
prueba para nuestra Fe proviene de este mundo que pretendería sofocar
todo lo que sea espiritual, pero al que nuestra Fe serena debe salar con
la sal del Espíritu y de la trascendencia. Y mucho más doloroso es el
ataque que padece nuestra Fe por parte de falsos hermanos, que adulteran
la pureza de la Fe tratando de congraciarse con el perverso ambiente
que nos rodea. Y que poniendo una vela a Dios y otra al diablo
falsifican gravemente la Fe heredada de los Apóstoles.
Pero
no nos encontramos sin ayuda eficaz que despeja nuestros temores y
flaquezas: cada santo, cada convertido, es como una estrella en un cielo
oscuro; es un canto a la Fe, una demostración, sin trabajosos
razonamientos meramente intelectuales, de que la pureza de la Fe o el
sincero deseo de ella nos conducen al Dios vivo, sin desviarnos ni a
derecha ni a izquierda. Y nos muestran también que la fidelidad a la
Iglesia es parte y fundamento de una Fe verdadera y que da fruto: la
Iglesia y sus guías autorizados son como brújula en el camino, que
siempre nos señala la pureza de la Fe y los medios para perseverar en
ella: "Quien a vosotros escucha a Mí me escucha".
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