lunes, 12 de noviembre de 2012

EL SANTO GRIAL


"EL SANTO GRIAL ES UNA PIEDRA PRECIOSA ENVIADA DEL CIELO"
-Wofram Von Eschenbach - Parsival, leyenda Arturiana del Siglo SII

Edición MariamContigo

Un cáliz puede contener misterios trascendentales, como el de la Redención y puede también generar leyendas.  El Santo Grial es el plato o copa usado por Jesucristo en la Última Cena. La relación entre el Grial, el Cáliz y José de Arimatea procede de la obra de Robert de Boron  ‘Joseph d'Arimathie’, publicada en el siglo XII. Según este relato, Jesús, ya resucitado, se aparece a José para entregarle el Grial y ordenarle que lo lleve a la isla de Britania. Siguiendo esta tradición, autores posteriores cuentan que el mismo José usó el cáliz para recoger la sangre de Cristo y que, más tarde en Britania, estableció una dinastía de guardianes para mantenerlo a salvo y escondido. La búsqueda del Santo Grial es un importante elemento en las historias relacionadas con el Rey Arturo (el Ciclo Artúrico o Materia de Bretaña) donde se combinan la tradición cristiana con antiguos mitos celtas referidos a un caldero divino. Esta es la leyenda que más ha persistido, pero no es la única, hay muchas. Durante los años 90s, la leyenda volvió a ser objeto de atención con la publicación de la novela ‘El Código Da Vinci’ de Dan Brown, donde resurgen varias leyendas medievales con fines de apostasía.
 
            ¿Qué valor tiene un cáliz? En esta cultura de relativismo moral, muchos nos aseguran que vale más la firma en un contrato que un cáliz. Sabemos que un contrato implica por lo general una transacción mercantil, con términos, cláusulas, caducidad, valores y costo. Sin embargo, hay algo que es mucho más trascendental que un contrato y es la Alianza. San Irineo de Lyon escribió que para comprender el programa divino y la economía de la salvación de la humanidad es necesario ‘comprender las alianzas que Dios selló con la humanidad, así como también el carácter de cada alianza’.  Las propias escrituras canónicas están divididas en Antigua Alianza y Nueva Alianza (Testamentos).  En la Última Cena, Cristo identifica el acto litúrgico definitivo al proclamar ‘la nueva alianza en su sangre’ (Lc 22, 20). Como ha señalado el Dr. Walter Bruggermann: “La fe bíblica se basa esencialmente en las alianzas en su percepción de la realidad”. Es así que se establece una relación de Alianza que requiere mantenimiento y perseverancia, una relación de familia con Dios. Esta relación también incluye obligaciones y privilegios de familia que pueden ser extensivos a otros. Una Alianza crea una relación de familia donde antes no había tal, como sucede en el matrimonio y las adopciones.
 
            En los juramentos que se realizan mediante Alianzas, ambas partes invocan a Dios como testigo y garante del acuerdo. Por lo tanto, en estos juramentos, Dios está presente. Estas Alianzas se sellaban en Israel mediante una acción ritual, un sacrificio, una comida u otro signo. La Alianza de Dios con Abraham fue sellada con la circuncisión.  El Rabbi Baruch Levine describe todos los sacrificios prescritos en el libro de Levítico como ‘etiquette’ para las comidas en presencia de Dios, es decir, una comunión familiar entre Dios y el hombre, tal como sucede en las bodas. 
 
            Los signos de la Alianza los expresamos en la Liturgia y en las Celebraciones de los Sacramentos. Para comprender el vocabulario de los juramentos de nuestros ancestros, necesitamos reflexionar en el uso que le damos hoy en día a las palabras ‘juramento’, ‘voto’ y ´promesa’, que por lo general las tratamos como si fueran sinónimos, cuando en realidad no lo son. Debemos aprender a tomar en serio a Dios en su Palabra. 
 
            Una promesa, es cuando damos nuestra palabra, nombre y firma. A veces, sellamos las promesas con ‘nuestro honor’, ofreciendo nuestra reputación y seguridad. Podemos devaluarnos si no las cumplimos. En cambio, un voto tiene mucho más peso que una promesa ordinaria porque hacemos la promesa directamente a Dios, es decir, le damos nuestra palabra de honor a Dios. 
 
            Cuando realizamos un juramento, estamos invocando el nombre de Dios como testigo de la verdad. Dios se convierte en parte activa de la transacción. En este caso, no es nuestra palabra o nuestro honor lo que estamos poniendo en riesgo, sino el de Dios. En el Catecismo de la Iglesia Católica, artículo 2151 se establece: “Cuando un juramento es verdadero y legítimo,  resalta la inter-relación entre la palabra humana y la Verdad de Dios”. Un falso juramento llama a Dios a ser testigo de una mentira.
 
            La familia, el clan, la tribu, o la nación, tienen su memoria. La riqueza de un pueblo no se mide tanto por las reservas de oro, sino por la memoria que conserva en su conciencia nacional o Étnica. Precisamente compartir los mismos recuerdos es lo que reafirma la unidad del grupo. Para conservar vivos tales recuerdos, se vinculan a un lugar o a una celebración, de tal manera que la Palabra y la Memoria viven y salen a nuestro encuentro.
 
La memoria es una de las facultades más misteriosas y grandiosas del espíritu humano. Todas las cosas vistas, oídas, pensadas y realizadas desde la niñez se conservan en memoria. Sin memoria dejaríamos de ser nosotros mismos, perderíamos nuestra identidad. 
 
El memorial eucarístico, nos proyecta hacia delante; después de la consagración, el pueblo aclama: «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven Señor Jesús!».
 
 Una antífona de Santo Tomás de Aquino, “Oh sacrum convivium”, define la Eucaristía como el sagrado convite en el que «se recibe a Cristo, se celebra la memoria de su pasión, el alma se llena de gracia y se nos da la prenda de la gloria futura». El cáliz contiene y sostiene esa memoria, es una Arca de la Nueva Alianza que al beberlo, participamos de la redención como el Nuevo Pueblo, y la pareja que se casa, como una nueva Iglesia doméstica que ha entrado en el pacto de la alianza.
 
El Papa Benedicto XVI en su reflexión sobre el Triduo Pascual sobre cómo acoger en nuestra vida la voluntad de Dios, que nos ha dado el don de la misma Vida, explicó, refiriéndose a la somnolencia de los Apóstoles que acompañaron a Jesús al Huerto de los Olivos, el Papa señaló que "es la insensibilidad por Dios, que nos hace insensibles al mal". Con su muerte, el Señor "siente todo el sufrimiento de la humanidad", (el cáliz que ha de beber). Su voluntad está subordinada a la voluntad del Padre y transforma esta voluntad natural en un sí a la voluntad de Dios.
 
            Entrar en la voluntad de Dios, añadió, "no es una esclavitud, sino entrar en la verdad, en el amor y en el bien. Es dirigir nuestra voluntad a la Dios". El drama de Getsemaní consiste en que "Jesús, con su angustia, carga con el drama humano, con nuestro sufrimiento, nuestra pobreza y lo transforma en la voluntad de Dios y así abre la puerta del cielo". Aquí el Papa Benedicto XVI nos presenta una trilogía: Verdad, Amor y Bien. En el cáliz se conjugan estos tres y son elevados en unidad para ser ofrecidos al Padre. Cuando la pareja que se casa bebe de ese mismo cáliz, ya no está bebiendo el cáliz amargo del veneno o del temor, sino que lo eleva con plena confianza en Dios para unir sus vidas en torno la voluntad divina que ofrece una sangre purificada que ha sido capaz de limpiarnos de todo mal para ofrecernos estos dones que sólo Dios nos puede ofrecer. Dios es fuente de Vida, no es fuente de temor, o de odio ni de ningún mal. 
 
No obstante esta purificación y liberación que nos ofrece el cáliz, todavía vivimos apegados a un neopaganismo que no nos permite vivir en plenitud nuestra Tradición.  La sangre de Jesús jamás estuvo destinada a ser objeto de maldición y la insensibilidad hacia las cosas de Dios que cita el Papa Benedicto XVI es lo que nos hace desechar una bendición, que hasta Moisés llegó a derramar sangre en el pueblo israelita liberado. Hemos adoptado la lógica de Poncio Pilato que al darse cuenta que Jesús era inocente, decidió enviarlo a azotar en manos de los verdugos contratados de Roma.  En el cáliz, la sangre de Jesús recae sobre nosotros para bendecirnos y ofrecernos la misma dignidad de hijos de Dios que tiene Él.  La insensibilidad hacia las cosas de Dios ha desatado anti-Semitismo, genocidios, persecuciones, falta de libertad religiosa y abortos. En todos estos crímenes, son los inocentes los que pagan el precio por la sangre del Cordero en nuestros días.   
 
¿Dónde está nuestra memoria? Debemos recurrir a la Liturgia, allí radica algo que se llama Anamnesis. No es fácil traducir esta palabra, normalmente se le traduce como memoria, pero es una combinación que también incluye recolección de hechos, remembranza y alabanza. Es todo un fenómeno sicológico que implica la participación en acciones pasadas y futuras, tal como sucede en las celebraciones de la Pascua y en la propia misa dominical, además de una anticipación  de la liturgia celestial que los cristianos esperamos gozar en la eternidad. Una expresión vívida de esto es lo que expresa Tevye en la canción ‘Tradition’, de la película ‘El Violinista en el Tejado’. La Tradición es la revelación divina en transmisión a través del tiempo.

Bibliografía:

Biblia de Jerusalén. Desclée de Brouwer. Bilbao, España. 2004.

Catecismo de la Iglesia Católica. Editorial Verbo Divino. 2000. México.

Eschenbach, Wolfram Von. 'Perzival: A Romance of the Middle Ages'.  Oxford World Classics. 2000.

McInerny, Ralph. 'Thomas Aquinas Selected Writings'. Penguin Classics. 2002.  Pages 73-74

Hahn, Scott Dr. 'Letter & Spirit'. Doubleday Co. New York. 2005. Pages 124-128.

J. B. Lightfoot & J.R. Harmer. 'The Apostolic Fathers'. Baker 1984. Grand Rapids, Michigan.

Landgrave Gándara, Daniel, Dr. 'La Palabra, Parto de la Vida'. Ediciones Verbo Divino. 2011. Pags.23-24.

Zenit. Mensaje del Domingo de  Pascua del Papa Benedicto XVI. Abril 2011.
 
 
 

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