miércoles, 14 de noviembre de 2012

HACELDAMA-AQUELDAMÁ


Edición MariamContigo

Es el nombre dado al campo del alfarero, adquirido con el precio de la traición de Judas. 

En arameo hagel dema significa “campo de sangre.” En griego se escribe ’Akeldamá y, frecuentemente, ’Akeldamách, para dar mediante la letra ch el sonido gutural de la aleph final. San Pedro dice en su discurso (Hch. 1, 18-19): “Este, pues, compró un campo con el precio de su iniquidad, y cayendo de cabeza, se reventó por medio y se derramaron todas sus entrañas. Y esto fue conocido por todos los habitantes de Jerusalén de forma que el campo se llamó en su lengua Haqueldamá, es decir: "Campo de Sangre”.

Judas viendo que Jesús era condenado, relata San Mateo (27, 3-8) aventó las 30 monedas de plata en el tempo y fue y se colgó. “Los sumos sacerdotes recogieron las monedas y dijeron: «No es lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque son precio de sangre». Y después de deliberar, compraron con ellas el Campo del Alfarero como lugar de sepultura para los forasteros. Por esta razón ese campo se llamó [Haceldama, esto es,] «Campo de Sangre», hasta hoy” (las palabras en corchetes fueron añadidas en la Vulgata). De acuerdo con los Hechos, esta sangre era la de Judas, de acuerdo con San Mateo, era la de Cristo. No es imposible que la gente haya designado así el Campo del Alfarero por ambas razones. Diciendo que Judas adquirió un campo con la recompensa de su crimen, San Pedro indudablemente no pretendía decir que el traidor adquirió un campo con el fin de suicidarse ahí. Dado que se trató la cuestión de reemplazar al apóstol caído, San Pedro por motivo retórico recordó su trágica muerte y la adquisición del campo, el cual fue el único premio a su traición. San Mateo, por el contrario, escribe como historiador y relata la forma en que las profecías se cumplieron (Zac. 11, 12-13; Jer. 32, 2, 15, 43; 7,32).

Es permisible conjeturar desde estos dos puntos de vista, que luego de que el campo del alfarero fue contaminado por el suicidio del traidor, el propietario se apresuró en deshacerse de el a cualquier costo. De este modo, los sumos sacerdotes pudieron comprarlo en 30 monedas de plata o treinta shekels. Parece corresponder con “la casa del alfarero” de Jeremías (18, 2-3), de la cual se habla más adelante (19, 1-2) diciendo que está en el valle del Hijo de Ennom, al sur de Jerusalén. El mismo profeta declara (7, 32) que en este valle, “enterrarán en Topheth, puesto que no hay otro lugar” debido al culto a Moloch practicado ahí. En su “Onomasticon” (ed. Klostermann, p. 102, 16) Eusebio hace que el “campo de Haceldama” esté cerca a “Thafeth del valle de Ennom”. Pero bajo la palabra “Haceldama” (p. 38, 20) dice que este campo estaba señalado como “norte del Monte Sion,” pero esto pasó evidentemente inadvertido. San Jerónimo corrige el error y escribe “sur del Monte Sion” (p. 39, 27).

La tradición concerniente a este lugar ha permanecido igual a través de los siglos. De hecho, la Plaza de Piacenza, que también fué conocida como Antoninus (ca. 570) iba de la piscina de Siloé “al campo de Akeldemac,” el cual entonces servía como lugar de enterramiento para peregrinos. Arculf (ca. 670) lo visitó al sur del Monte Sion y también hace mención de la sepultura de peregrinos. En el siglo XII, los cruzados erigieron más allá del campo, en el lado sur del valle de Ennom, un gran edificio ahora en condiciones ruinosas, que medía setenta y ocho pies de longitud de este a oeste, cincuenta y ocho de ancho y treinta de altura en el lado norte. Está techado y, hacia el extremo sur, cubre varias grutas naturals, las cuales fueron alguna vez utilizadas como sepulcros al estilo judío y un canal excavado fuera del extremo norte el cual tiene sesenta y ocho pies de longitud, veintiún pies de ancho y treinta de profundidad. Se estima que los huesos y desperdicios que se han acumulado allí forman una cama de diez a quince pies de profundidad. Continuaron enterrando peregrinos allí hasta inicios del siglo XIX. Haceldama (Hagg ed Dumm) ha sido propiedad de los armenios no unidos desde el siglo XVI.



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