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Es el nombre dado al campo del alfarero, adquirido con el precio de la traición
de Judas.
En arameo hagel dema significa “campo de sangre.” En griego se
escribe ’Akeldamá y, frecuentemente, ’Akeldamách,
para dar mediante la letra ch el sonido gutural de la aleph final. San Pedro
dice en su discurso (Hch. 1, 18-19): “Este, pues, compró un campo
con el precio de su iniquidad, y cayendo de cabeza, se reventó por medio
y se derramaron todas sus entrañas. Y esto fue conocido por todos los
habitantes de Jerusalén de forma que el campo se llamó en su lengua
Haqueldamá, es decir: "Campo de Sangre”.
Judas viendo que Jesús era condenado, relata San Mateo (27, 3-8) aventó
las 30 monedas de plata en el tempo y fue y se colgó. “Los sumos
sacerdotes recogieron las monedas y dijeron: «No es lícito echarlas
en el tesoro de las ofrendas, porque son precio de sangre». Y después
de deliberar, compraron con ellas el Campo del Alfarero como lugar de sepultura
para los forasteros. Por esta razón ese campo se llamó [Haceldama,
esto es,] «Campo de Sangre», hasta hoy” (las palabras en corchetes
fueron añadidas en la Vulgata). De acuerdo con los Hechos, esta sangre
era la de Judas, de acuerdo con San Mateo, era la de Cristo. No es imposible
que la gente haya designado así el Campo del Alfarero por ambas razones.
Diciendo que Judas adquirió un campo con la recompensa de su crimen,
San Pedro indudablemente no pretendía decir que el traidor adquirió
un campo con el fin de suicidarse ahí. Dado que se trató la cuestión
de reemplazar al apóstol caído, San Pedro por motivo retórico
recordó su trágica muerte y la adquisición del campo, el
cual fue el único premio a su traición. San Mateo, por el contrario,
escribe como historiador y relata la forma en que las profecías se cumplieron
(Zac. 11, 12-13; Jer. 32, 2, 15, 43; 7,32).
Es permisible conjeturar desde estos dos puntos de vista, que luego de que
el campo del alfarero fue contaminado por el suicidio del traidor, el propietario
se apresuró en deshacerse de el a cualquier costo. De este modo, los
sumos sacerdotes pudieron comprarlo en 30 monedas de plata o treinta shekels.
Parece corresponder con “la casa del alfarero” de Jeremías
(18, 2-3), de la cual se habla más adelante (19, 1-2) diciendo que está
en el valle del Hijo de Ennom, al sur de Jerusalén. El mismo profeta
declara (7, 32) que en este valle, “enterrarán en Topheth, puesto
que no hay otro lugar” debido al culto a Moloch practicado ahí.
En su “Onomasticon” (ed. Klostermann, p. 102, 16) Eusebio hace que
el “campo de Haceldama” esté cerca a “Thafeth del valle
de Ennom”. Pero bajo la palabra “Haceldama” (p. 38, 20) dice
que este campo estaba señalado como “norte del Monte Sion,”
pero esto pasó evidentemente inadvertido. San Jerónimo corrige
el error y escribe “sur del Monte Sion” (p. 39, 27).
La tradición concerniente a este lugar ha permanecido igual a través
de los siglos. De hecho, la Plaza de Piacenza, que también fué
conocida como Antoninus (ca. 570) iba de la piscina de Siloé “al
campo de Akeldemac,” el cual entonces servía como lugar de enterramiento
para peregrinos. Arculf (ca. 670) lo visitó al sur del Monte Sion y también
hace mención de la sepultura de peregrinos. En el siglo XII, los cruzados
erigieron más allá del campo, en el lado sur del valle de Ennom,
un gran edificio ahora en condiciones ruinosas, que medía setenta y ocho
pies de longitud de este a oeste, cincuenta y ocho de ancho y treinta de altura
en el lado norte. Está techado y, hacia el extremo sur, cubre varias
grutas naturals, las cuales fueron alguna vez utilizadas como sepulcros al estilo
judío y un canal excavado fuera del extremo norte el cual tiene sesenta
y ocho pies de longitud, veintiún pies de ancho y treinta de profundidad.
Se estima que los huesos y desperdicios que se han acumulado allí forman
una cama de diez a quince pies de profundidad. Continuaron enterrando peregrinos
allí hasta inicios del siglo XIX. Haceldama (Hagg ed Dumm) ha sido propiedad
de los armenios no unidos desde el siglo XVI.
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