sábado, 16 de marzo de 2013

LOS RETORCIDOS


Edición MariamContigo
LOS IMPÍOS
Fuente: Manuel Cantero
             
 
La primera lectura (del libro de la Sab2: 1, 12-22) no da una clara visión de lo que son las personas retorcidas…, las que haciéndolo ellas mal, se buscan las vueltas para que “los malos” sean los otros. Y como son retorcidos en su mente, se inventan que los retorcidos son los otros. Así los impíos (los carentes de piedad y de sentido de comprensión), imaginan que los justos les resultan incómodos porque se oponen a sus acciones y les echan en cara sus pecados, y les reprenden por su educación errada”.  En ningún momento se ha dicho que eso haya ocurrido así, sino que razonan equivocadamente. Tienen mala conciencia y le dan la vuelta para que el que es recto en su proceder, vena a ser el “malvado” que los corrige, les reprocha sus ideas…”Y sólo verlo, da grima”.  Muy expresivo cada detalle. No hay un motivo objetivo. Lo que hay son prejuicios: “sólo verlo”…  Lo cual es efecto de la propia mala conciencia, porque si no la tuvieran retorcida, no se les ocurriría nada de eso.  Y más les molesta que “declaran dichoso el fin de los justos, y se glorían de tener por padre a Dios”.
 
Lo honrado sería plantearse esos “impíos” su propia realidad, su posible mala conciencia, su posibilidad de estarse equivocando… Lo lógico sería DUDAR de todo ese tinglado que han formado en su pensamiento enrevesado…  Y sin embargo, ni dudan.  Lo que hacen es ponerse orejeras y seguir adelante con sus mismas malas intenciones: Vamos a comprobar si el  justo lleva razón…; nosotros lo humillamos, lo someteremos a la prueba de la tortura y la afrenta para ver hasta dónde aguanta… Y si es justo, ¡que venga Dios y lo salve.  [Cómo suena esto a la mañana del viernes santo, cuando las gentes desafiaron a Jesús a bajar de la cruz para mostrar si Dios lo defiende o no…, y si lo defiende, creeremos en Él...].
 
Y comenta el escritor sagrado: “Así discurren y se engañan, porque les ciega su maldad. No conocen a Dios, ni esperan el premio que merece la virtud…, ni estiman la recompensa que lleva una vida intachable.
 
Yo pienso que no está de más darle un repaso a este texto, por la parte que nos puede ayudar.  Y desde luego –vuelvo sobre un tema básico: cuando somos incapaces de dudar de “nuestras razones”, somos incapaces de salir de nuestra “impiedad”.., de reconocer que el otro no es tan retorcido como lo imagina el que es retorcido.  Para la vida diaria, tiene su valor esta reflexión.

Claramente hoy prepara la Lectura a lo que vamos a vivir en la Pasión de Jesús.

Y se completa con una realidad que ya no son palabras sino los hechos mismos de un pueblo que no piensa más que en matar a Jesús…, porque Jesús es EL JUSTO…, y no soportan que lo sea…, precisamente porque ellos son impíos.

Pilatos ve “que no adelantaba nada”.  Pero no fue capaz de dudar… A lo peor él se estaba equivocando… A lo mejor él tenía que rectificar aunque fuera a última hora… Pero optó por lo fácil: lavarse las manos.., esa “figura” que ha quedado estereotipada como la cobardía y la dejación de funciones, y hasta la crueldad de pretender quitarse de en medio con un gesto estúpido, como si ya con ello se saliera del problema.  Consecuencia: yo soy inocente.., allá vosotros.  Y da campo abierto a la injusticia, al ofuscamiento de una turba sin criterio, capaz de lo más brutal. Pero Pilatos se lava las manos…, y se sale del problema.  ¡Es espantoso hasta dónde puede llegar la mentira de uno mismo!

             Y no digamos la espantosa expresión de la chusma: que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!  ¡Asumida toda la responsabilidad!  [Y yo no quiero sacar conclusiones, pero el pueblo judío, aún en el siglo XXI, sigue experimentando aquella espantosa expresión de sus antepasados].

Pilatos suelta ahora a Barrabás y entrega a Jesús para que sea crucificado.  Al fin y al cabo, Pilatos tenía que dar sentencia. Solía ser tan breve como dirigirse al preso y decirle: Irás a la cruz.  Ni aun lavándose las manos, pudo evitar que se pegaran a la suciedad de una sentencia injusta!

Siguieron las mentiras para disimular la gran mentira… Y la pagaron aquellos dos malhechores que sacaron precipitadamente de la cárcel para justificar de alguna manera la ejecución de Jesús… Había de aparecer Jesús como un malhechor junto a los dos malhechores…  Así habría una apariencia mejor de “justicia”.  Y bien podemos comprender la actitud ofensiva hacia Jesús de aquellos dos hombres, a los que se les ha venido encima una muerte en cruz antes de lo esperado.

Todo esto retrasó el momento de ponerse en marcha aquella comitiva… Los dos malhechores estaban enteros y –entre improperios y blasfemias- se mantenían muy bien en pie.  No así Jesús, que se tambaleaba, que no se sostenía tras todo lo que llevaba pasado desde la noche anterior –sin descanso- y los castigos horrendos que había padecido de azotes y coronación burlona con espinas cambroneras…; con su cuerpo ardiendo de fiebre…, con su alma partida ante tanta injusticia…, ante tanto “impío” que ha cargado sobre Él todas las acusaciones falsas, que provienen de la propia mala conciencia de sus enemigos.  El alma de Jesús, sólo en Dios… “Si es Justo, Dios lo salvará…”
 
 
 

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