La
primera lectura (del libro de la Sab2: 1, 12-22) no da una clara visión
de lo que son las personas retorcidas…, las que haciéndolo ellas mal, se buscan
las vueltas para que “los malos” sean los otros. Y como son retorcidos en su mente,
se inventan que los retorcidos son los otros. Así los impíos (los carentes de piedad y de sentido de comprensión),
imaginan que los justos les resultan
incómodos porque se oponen a sus acciones y les echan en cara sus pecados, y
les reprenden por su educación errada”.
En ningún momento se ha dicho que eso haya ocurrido así, sino que razonan equivocadamente. Tienen mala
conciencia y le dan la vuelta para que el que es recto en su proceder, vena a
ser el “malvado” que los corrige, les
reprocha sus ideas…”Y sólo verlo, da grima”. Muy expresivo cada detalle. No hay un motivo
objetivo. Lo que hay son prejuicios: “sólo verlo”… Lo cual es efecto de la propia mala
conciencia, porque si no la tuvieran retorcida, no se les ocurriría nada de
eso. Y más les molesta que “declaran dichoso el fin de los justos, y se
glorían de tener por padre a Dios”.
Lo
honrado sería plantearse esos “impíos” su propia realidad, su posible
mala
conciencia, su posibilidad de estarse equivocando… Lo lógico sería DUDAR
de
todo ese tinglado que han formado en su pensamiento enrevesado… Y sin
embargo, ni dudan. Lo que hacen es ponerse orejeras y seguir adelante
con sus mismas malas intenciones: Vamos a
comprobar si el justo lleva razón…;
nosotros lo humillamos, lo someteremos a la prueba de la tortura y la afrenta
para ver hasta dónde aguanta… Y si es justo, ¡que venga Dios y lo salve. [Cómo suena esto a la mañana del viernes
santo, cuando las gentes desafiaron a Jesús a bajar de la cruz para mostrar si
Dios lo defiende o no…, y si lo defiende, creeremos en Él...].
Y
comenta el escritor sagrado: “Así discurren y se engañan, porque les ciega su
maldad. No conocen a Dios, ni esperan el premio que merece la virtud…, ni
estiman la recompensa que lleva una vida intachable.
Yo
pienso que no está de más darle un repaso a este texto, por la parte que nos
puede ayudar. Y desde luego –vuelvo sobre un tema básico: cuando somos
incapaces de dudar de “nuestras razones”, somos incapaces de salir de nuestra
“impiedad”.., de reconocer que el otro no es tan retorcido como lo imagina el
que es retorcido. Para la vida diaria, tiene su valor esta reflexión.
Claramente
hoy prepara la Lectura a lo que vamos a vivir en la Pasión de Jesús.
Y
se completa con una realidad que ya no son palabras sino los hechos mismos de
un pueblo que no piensa más que en matar a Jesús…, porque Jesús es EL JUSTO…, y
no soportan que lo sea…, precisamente porque ellos son impíos.
Pilatos
ve “que no adelantaba nada”.
Pero no fue capaz de dudar… A lo peor él se estaba equivocando… A lo mejor él
tenía que rectificar aunque fuera a última hora… Pero optó por lo fácil: lavarse las manos.., esa “figura” que
ha quedado estereotipada como la cobardía y la dejación de funciones, y hasta
la crueldad de pretender quitarse de en medio con un gesto estúpido, como si ya
con ello se saliera del problema. Consecuencia: yo soy inocente.., allá vosotros. Y da campo
abierto a la injusticia, al ofuscamiento de una turba sin criterio, capaz de lo
más brutal. Pero Pilatos se lava las
manos…, y se sale del problema. ¡Es espantoso hasta dónde puede
llegar la mentira de uno mismo!
Y no digamos la espantosa expresión de la chusma: que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!
¡Asumida toda la responsabilidad! [Y yo no quiero sacar conclusiones,
pero el pueblo judío, aún en el siglo XXI, sigue experimentando aquella
espantosa expresión de sus antepasados].
Pilatos
suelta ahora a Barrabás y entrega a Jesús para que sea crucificado. Al
fin y al cabo, Pilatos tenía que dar sentencia. Solía ser tan breve como
dirigirse al preso y decirle: Irás a la cruz. Ni aun lavándose las
manos, pudo evitar que se pegaran a la suciedad de una sentencia injusta!
Siguieron
las mentiras para disimular la gran mentira… Y la pagaron aquellos dos
malhechores que sacaron precipitadamente de la cárcel para justificar de alguna
manera la ejecución de Jesús… Había de aparecer Jesús como un malhechor junto a
los dos malhechores… Así habría una apariencia mejor de “justicia”.
Y bien podemos comprender la actitud ofensiva hacia Jesús de aquellos dos
hombres, a los que se les ha venido encima una muerte en cruz antes de lo
esperado.
Todo esto retrasó el momento de ponerse en marcha
aquella comitiva… Los dos malhechores estaban enteros y –entre improperios y
blasfemias- se mantenían muy bien en pie. No así Jesús, que se
tambaleaba, que no se sostenía tras todo lo que llevaba pasado desde la noche
anterior –sin descanso- y los castigos horrendos que había padecido de azotes y
coronación burlona con espinas cambroneras…; con su cuerpo ardiendo de fiebre…,
con su alma partida ante tanta injusticia…, ante tanto “impío” que ha cargado
sobre Él todas las acusaciones falsas, que provienen de la propia mala conciencia
de sus enemigos. El alma de Jesús, sólo en Dios… “Si es Justo, Dios lo salvará…”
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