jueves, 4 de abril de 2013

FIESTA DE LA FECUNDIDAD


Edición MariamContigo

LAS BODAS SON LA FIESTA DE LA FECUNDIDAD HUMANA
Por Joan Carreras


Acababa yo de escribir estas palabras cuando me he dado cuenta de que podían añadirse a la definición de boda de nuestra wiki y así lo he hecho:

Fiesta social y litúrgica en la que se celebra la alianza con la que el hombre y la mujer constituyen la familia. Es la más universal de las liturgias y de las fiestas por este sencillo hecho: es la fiesta de la fecundidad humana.
También he aprovechado para definir la noción de fiesta.

Como se ha perdido de vista lo que es la fecundidad humana en una cultura tecnificada como la occidental es lógico que ya no se celebre. O que en las bodas se continúe una inercia celebrativa. Desde luego, las leyes en las que se legalizan las uniones homosexuales y las equiparan al matrimonio no facilitan en absoluto la comprensión de este aspecto central de la boda.

Como hemos definido la fecundidad como una propiedad del amor interpersonal, no voy a negar de plano que entre personas homosexuales pueda establecerse una comunión de personas, pero sí que posean fecundidad conyugal. No es un problema sólo de infertilidad absoluta: también las parejas heterosexuales pueden casarse incluso cuando son estériles. El problema no reside en la esterilidad, sino en la infecundidad conyugal. Los homosexuales no pueden ser cónyuges, porque por naturaleza la conyugalidad está constituida por un hombre y una mujer que se han entregado recíprocamente para constituir la familia.

Habría que restablecer la costumbre antigua de celebrar la boda en la tienda nupcial, acompañando a la esposa con los cánticos propios del momento -epitalamios e himeneos- e impartiendo la bendición a los esposos sobre el tálamo. Hacer este rito con dos personas homosexuales sería tan ridículo que caería por su propio peso la incongruente pretensión de legitimar esas uniones equiparándolas al matrimonio.

Lógicamente, no es posible volver atrás en el tiempo y no me propongo resucitar antiguas costumbres nupciales. Se trata solamente de ejercitar la imaginación para advertir que en las uniones homosexuales no es que haya un problema de infertilidad, lo que hay es un paradigma de esterilidad. Pretender convertir la unión de dos machos humanos en una relación de conyugalidad es simplemente un acto de veleidad. Y lo mismo habría que decir de dos hembras humanas.

El matrimonio tampoco es la unión de un macho y de una hembra, pero en la heterosexualidad se encuentra el presupuesto y el signo de la fecundidad humana. La fertilidad es simplemente un presupuesto -no necesario- de la fecundidad. Ésta se encuentra fundamentalmente en la entregra recíproca de los esposos. En la unidad de los dos y el amor que la produce se encuentra la esencia de la fecundidad conyugal, caracterizada por su apertura a la familia, a la generación de los hijos.

Estas reflexiones son de ámbito antropológico. La jurídica es específicamente jurídica: las relaciones familiares no son un invento humano o fruto de la cultura. Los antropólogos advierten el carácter transcultural de la familia: los sistemas de parentesco, las bodas, las leyes fundamentales como el tabú del incesto son universales. Cambian los modos y las costumbres, pero lo que hay en ellos de esencial se encuentra en toda cultura.

La antropología jurídica estudia la realidad. Desde hace varios siglos la realidad se ha perdido de vista. Las legislaciones -tanto de la Iglesia como las de los Estados occidentales- han elaborado un complejo sistema de leyes que regular el matrimonio y la familia, considerando que la fuente del derecho es principalmente el poder eclesial o estatal. Se han olvidado de que el poder de generar la familia surge de la entrega de los cónyuges y es lo que se celebra en las bodas. La labor de los juristas no es la de contemplar las leyes que deben aplicar a los supuestos concretos de la vida, sino "decir lo que es justo" en cada caso concreto. Y el primer acto de justicia es "reconocer" de dónde viene el poder -la fecundidad- de generar la familia y las relaciones de parentesco.

Si la boda se considera como un pretexto para legitimar las relaciones sexuales de los ciudadanos o de los fieles, entonces se ha perdido de vista lo principal que sucede en ellas: el hombre y la mujer se convierten en una sola carne y son principio y fuente de vida humana.

Estas consideraciones antropológicas son previas a cualesquier otras consideraciones teológicas o jurídicas. Los cristianos sabemos que las bodas cristianas no son únicamente la fiesta de la fecundidad, sino que también son signo de las bodas del Cordero con la Iglesia y que de ellas participan. Si se pierde el significado antropológico, las demás consideraciones quedarán siempre suspendidas en el vacío y privadas de fundamento. 

 

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