lunes, 27 de mayo de 2013

CORPUS CHRISTI


ANTE LA FIESTA DEL CORPUS CHRISTI, EL DECÁLOGO DE LA EUCARISTÍA
Una meditación sobre la verdad de la globalidad del de la Eucaristía ante su fiesta grande del Corpus, este año domingo 2 de junio
Jesús de las Hera Muela



1.  La Eucaristía es el misterio nuestra fe, el misterio de luz que alumbra todo el misterio de la fe cristiana.
 

El sacramento eucarístico es mysterium fidei por antonomasia. Sin embargo, precisamente a través del misterio de su total ocultación, Cristo se hace misterio de luz, gracias al cual el creyente se ve introducido en las profundidades de la vida divina. No sin feliz intuición, el célebre icono de la Trinidad de Rublev (ver foto) sitúa significativamente a la Eucaristía en el centro de la vida trinitaria. Esto es, en la Eucaristía y por la Eucaristía se desvela y revela luminosamente el misterio de Dios y de su plan de salvación para toda la humanidad.


“La Eucaristía es, ante todo, luz porque en toda la Misa la liturgia de la Palabra de Dios precede a la liturgia eucarística, en la unidad de las dos mesas: la de la Palabra y la del Pan… Es Cristo mismo quien habla cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura”. Y es Cristo quien se hace Eucaristía, a quien recibimos en la Eucaristía y quien se queda en la Eucaristía.


2. La Eucaristía es presencia y sacramento de Dios para un mundo mejor.

Esta identidad y verdad eucarísticas, esta “cultura de la Eucaristía” no va contra nadie, fomenta el diálogo y es instrumento de un mundo nuevo y mejor.


Resulta errónea que la referencia pública a la fe pueda mermar la justa autonomía del Estado y de las instituciones civiles o que incluso pueda alentar actitudes intolerancia, independientemente otro tipo de comportamientos errados de los cristianos a lo largo de los siglos, achacables a la incoherencia de estos en relación a su fe y raíces cristianas. La Eucaristía siempre construye un hombre y una humanidad mejores.



3.- La Eucaristía es fuente y epifanía de comunión.

 Mediante el sacramento de la Eucaristía, el Señor encontró la forma de permanecer con sus seguidores, como aconteciera con los discípulos de Emaús. Recibir la Eucaristía significa entrar en comunión profunda con Jesús. Recibir la Eucaristía es comulgar, es comunión. La Eucaristía, y en concreto la comunión eucarística, se nos da para “saciarnos” de Dios en tierra.


Y esta intimidad tan especial y tan profunda que se realiza en la “comunión eucarística” no puede comprenderse ni vivirse fuera de la “comunión eclesial”. De este modo, la Eucaristía es fuente de la unidad eclesial, su máxima manifestación. Y se convierte asimismo en epifanía de comunión. Se trata de una doble “comunión”: con la jerarquía de la Iglesia y en la comunión de los hermanos o comunión fraterna.



4.- La Eucaristía es acción de gracias.

La Eucaristía es acción de gracias y encarnación cotidiana. De la misma etimología de la palabra “eucaristía” surge su significación como acción de gracias. En Jesús, en su “sí” incondicional a la voluntad del Padre, están el “sí”, el “gracias” y el “amén” de la humanidad entera.


La respuesta a esta acción de gracias que es la Eucaristía consiste en encarnar el proyecto eucarístico en la vida diaria, allí donde se trabaje y se vive -en la familia, en la escuela, en la fábrica, en las más diversas condiciones de la vida-. Encarnar el proyecto eucarístico en la vida de cada día significa también, entre otras cosas, que la realidad humana no se entiende y no se justifica sin la referencia al Creador.



5.- La Eucaristía es el origen y el camino de la evangelización y de la misión.

La Eucaristía es Jesucristo, el objeto y sentido de la misión y de la evangelización.  Escribe el Papa: “Los dos discípulos de Emaús, tras reconocer al Señor, se levantaron al momento para comunicar lo que habían visto y oído… Cuando uno ha vivido una experiencia auténtica del Resucitado, alimentándose de su cuerpo y de su sangre, no puede guardar sólo para sí el tesoro y la alegría sentida. El encuentro con Cristo, continuamente ahondado en la intimidad eucarística, suscita en la Iglesia y en cada cristiano, la urgencia de evangelizar y de testimoniar”.


La Eucaristía nos proporciona no sólo la fuerza interior sino también -en cierto sentido- el mismo “proyecto” misionero y evangelizador. Y para ello que sea realidad es necesario que los cristianos asimilemos los valores que la Eucaristía expresa, las actitudes que inspira, los propósitos de vida que suscita.



6.- La Eucaristía es escuela de paz y de caridad.

La Eucaristía es camino de solidaridad, escuela de paz, compromiso de fraternidad y servicio incondicional a los pobres y necesitados. La Eucaristía es Jesucristo, el siempre solidario, el príncipe de la paz, el hermano de los últimos y preteridos de nuestra sociedad. La Eucaristía es amor, es caridad.


La Eucaristía es siempre expresión de universalidad. El cristiano que participa en la Eucaristía aprende de ella a hacerse promotor de comunión, de paz y de solidaridad en todas las circunstancias de la vida. La Eucaristía supone un compromiso activo por la edificación de una sociedad más justa y más fraterna. La Eucaristía es servicio, es pan partido, repartido y compartido. La Eucaristía es amor. “Te conocimos, Señor, al partir; tú nos conoces, Señor, al partir el pan”.



7.- La Eucaristía es el viático y la salud de los enfermos.

Para ellos, para los enfermos, mantiene la Iglesia la reserva del Cuerpo de Cristo, que se distribuye después a sus hogares, a sus hospitales, a sus residencias en una de las praxis pastorales más hermosas y reconfortantes.


La Eucaristía es el Cuerpo glorioso de Jesucristo Resucitado. La Eucaristía es prenda de vida y de salud eternas. La Eucaristía es el Pan vivo bajado del cielo para todos los hombres, especialmente para los necesitados.


La Eucaristía es consuelo en la soledad y en la tribulación. La Eucaristía es alimento para el camino. La Eucaristía es manantial de esperanza. La Eucaristía es fuente de gozo. La Eucaristía -el viático- es salud para los enfermos.



8.- Eucaristía y Misa Dominical.

En la Misa dominical es donde los cristianos reviven de manera particularmente intensa la experiencia que tuvieron los apóstoles en la tarde de la pascua, cuando el Resucitado se les manifestó estando reunidos. En aquel pequeño núcleo de discípulos, primicia de la Iglesia, estaba en cierto modo presente el Pueblo de Dios de todos los tiempos. Y desde entonces los cristianos no pueden, no deben vivir sin el Domingo, sin la Eucaristía.


La Misa dominical es la “celebración en la que la comunidad parroquial se reencuentra de manera coral, viendo ordinariamente partícipes también a los diferentes grupos, movimientos y asociaciones presentes en ella”. Y es que los cristianos no podemos ni debemos vivir sin el domingo como día del Señor, día de la Iglesia, día de la fiesta, día del descanso, día de la familia, día de la amistad, día de la fraternidad, día de la creación, día de la pascua, día de la bienaventuranza futura, día de los días, el día de la Eucaristía.



9.- María, mujer eucarística, es icono de la Eucaristía.

La Virgen María, la mujer eucarística, es icono perfecto de la Eucaristía.  Las fiestas eucarísticas constituyen también una ocasión propicia para ahondar en la íntima relación entre la Eucaristía y María. El encuentro “con el Dios con nosotros y por nosotros” incluye a la Virgen María. Ella mantuvo durante nueve meses en su seno a Jesús, que se nos da en la Eucaristía.


“En la celebración eucarística, de alguna manera, nosotros recibimos siempre junto al memorial de la muerte de Cristo, también el don de María que nos hizo el Crucificado en la persona de Juan (… Vivir en la Eucaristía el memorial de la muerte de Cristo implica también recibir continuamente este don. Significa tomar con nosotros -a ejemplo de Juan- a quien una vez nos fue entregada como Madre. Significa asumir, al mismo tiempo, el compromiso de conformarnos a Cristo, aprendiendo de su Madre y dejándonos acompañar por ella”.


10.- La Eucaristía, camino de santidad, travesía y alimento de los santos de todos los tiempos., y camino nuestro hacia la santidad

Los santos son testigos excepcionales de la Eucaristía y de los frutos de la vida eucarística. Todo camino personal de santidad ha de recorrer las sendas de la Eucaristía, su viático y su fuerza para este camino. La Eucaristía nos hace santos y no puede darse santidad sin Eucaristía: “El que me coma, vivirá por mi”, dice el Señor.


Por ello, los Papas nos invitan a seguir las enseñanzas de los santos, los grandes intérpretes de la piedad eucarística. Con ellos la teología de la Eucaristía adquiere todo el esplendor de la experiencia vivida, nos contagia y nos enciende” como nos testimonian inequívocamente  San Ignacio de Antioquía, San Tarsicio, San Ambrosio, San Bernardo, Santo Tomás de Aquino, Santa Catalina de Siena, San Pascual Baylón, Santa Teresa de Jesús, San Vicente Paúl, Santa María Micaela, San Pío de Pietrelcina, los Beatos Manuel González y Madre Teresa de Calcuta o Carlos de Foucauld y tantos y tantos otros santos. 

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