EN 20 FRASES
Por: Jesús de las Heras Muela
Autenticidad evangélica, eclesialidad, ardor misionero
De
la homilía del Papa Francisco en la celebración del Año de la Fe en la
plaza de San Pedro de Roma de las Cofradías y Hermandades, domingo 5 de
mayo de 2013
1.-
Las Cofradías y las Hermandades son una realidad tradicional en la
Iglesia que ha vivido en los últimos tiempos una renovación y un
redescubrimiento.
Evangelicidad: autenticidad de vida desde el Evangelio
2.- La piedad popular es un tesoro que tiene la Iglesia, espacio de encuentro con Jesucristo.
3.- Para conservar, cultivar y acrecentar este tesoro, es preciso acudir siempre a Cristo, fuente inagotable.
4.- Los miembros de las cofradías y hermandades han de esforzarse en reforzar su fe, cuidando la formación espiritual, la oración personal y comunitaria, la liturgia.
5.- A lo largo de los siglos, las Hermandades han sido fragua de santidad
de muchos que han vivido con sencillez una relación intensa con el
Señor. Es necesario, pues, seguir caminando con decisión hacia la
santidad, no conformándose con una vida cristiana mediocre.
6.- La pertenencia a cofradías y hermandades ha de ser un estímulo para amar más a Jesucristo.
7.- Pertenecer a una cofradía o hermandad es, ha de ser, una ocasión providencial para comprender mejor qué es lo esencial, es decir, creer en Jesucristo, muerto y resucitado por nuestros pecados, y amarse unos a otros como Él nos ha amado.
Eclesialidad
8.- Y las dificultades de la vida humana y cristiana no se superaron fuera, sino dentro de la Iglesia.
9.- La piedad popular es una senda que lleva a lo esencial si se vive en la Iglesia, en comunión profunda con sus Pastores.
10.- La Iglesia quiere a las cofradías y hermandades y les llama a ser presencia activa en la comunidad, como células vivas, piedras vivas.
11.-
Pertenecer a una cofradía o hermandad es una manera legítima de vivir
la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia, de modo que sus miembros han de aman a la Iglesia y dejarse guiar por ella.
12.-En las parroquias, en las diócesis, las cofradías y hermandades han de ser un verdadero pulmón de fe y de vida cristiana,
que, con variedad de colores y de signos, expresión misma de la
Iglesia, han de confluir, se han de reconducir a la unidad, al encuentro
con Cristo.
Misionariedad: ardor misionero
13.-Misión específica de las cofradías y hermandades, misión importante, es mantener viva la relación entre la fe y las culturas de los pueblos
a los que pertenecen. Cuando, por ejemplo, llevan en procesión el
crucifijo con tanta veneración y tanto amor al Señor, no hacen
únicamente un gesto externo; indican la centralidad del Misterio Pascual
del Señor, de su Pasión, Muerte y Resurrección, que nos ha redimido; e
indican, primero a los cofrades y también a la comunidad, que es
necesario seguir a Cristo en el camino concreto de la vida para que nos
transforme. Del mismo modo, cuando manifiestan la profunda devoción a la
Virgen María, señalan al más alto logro de la existencia cristiana, a
Aquella que por su fe y su obediencia a la voluntad de Dios, así como
por la meditación de las palabras y las obras de Jesús, es la perfecta
discípula del Señor (cf. Lumen gentium, 53).
14.- Esta fe, que nace de la escucha de la Palabra de Dios, las
cofradías y hermandades la manifiestan en formas que incluyen los
sentidos, los afectos, los símbolos de las diferentes culturas… Y,
haciéndolo así, ayudan a transmitirla a la gente, especialmente a los sencillos, a los que Jesús llama en el Evangelio «los pequeños».
15.- El caminar juntos hacia los santuarios
y el participar en otras manifestaciones de la piedad popular, también
llevando a los hijos o invitando a otros, es en sí mismo un gesto evangelizador.
16.-
Los miembros de las cofradías y hermandades han de ser, pues,
auténticos evangelizadores. Que sus iniciativas sean «puentes», senderos
para llevar a Cristo, para caminar con Él.
17.- Y, con este espíritu, estén siempre atentos a la caridad.
18.-
Cada cristiano y cada comunidad es misionera en la medida en que lleva y
vive el Evangelio, y da testimonio del amor de Dios por todos,
especialmente por quien se encuentra en dificultad.
19.- Los miembros de las cofradías y hermandades han ser misioneros del amor y de la ternura de Dios.
20- Y así
caminaremos hacia la meta de nuestra peregrinación terrena, hacia la
Jerusalén del cielo. Allí ya no hay ningún templo: Dios mismo y el
Cordero son su templo; y la luz del sol y la luna ceden su puesto a la
gloria del Altísimo. Que así sea.
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