AQUI Y AHORA. VIVIENDO EN EL ESPIRITU
Henri J.M. Nouwen
Imágenes Google-Edición MariamContigo |
Nada de 'hubiera debido' ni de 'si'
"Es duro vivir el presente. El pasado y el futuro siguen
acosándonos. El pasado con la culpa, el futuro con sus preocupaciones.
Son tantas las cosas que han pasado en nuestra vida con las que nos
sentimos incómodos, que lamentamos, que nos irritan, que nos llenan de
confusión o, al menos, hacia las que tenemos sentimientos
ambivalentes... Y todos estos sentimientos están con frecuencia teñidos
de culpabilidad.
Culpabilidad que nos dice: 'hubieras debido actuar de
manera distinta de como actuaste; hubieras debido decir otra cosa que lo
que dijiste'. Estos 'hubiera debido' mantienen nuestros sentimientos de
culpabilidad sobre el pasado y nos impiden vivir plenamente en el
momento presente.
Pero aún peores que nuestras culpas son nuestras
preocupaciones. Las preocupaciones llenan nuestra vida de '¿qué pasaría
si?' : '¿Qué pasaría si perdiera mi trabajo?, ¿qué pasaría si mi padre
muriera?, ¿qué pasaría si faltara el dinero?, ¿qué pasaría si la
economía se hundiera?, ¿qué pasaría si estallara una guerra?'. Todos
estos 'si' pueden saturar hasta tal punto nuestra mente que nos hagan
ciegos para las flores del jardín y la sonrisa de los niños en la calle,
o sordos a la voz agradecida de un amigo.
Los enemigos reales de nuestra vida son los 'hubiera debido' y
los 'si'. Ellos son los que nos tienen atados a un pasado inalterable y
hacen que un futuro impredecible nos arrastre.
Pero la vida real tiene lugar aquí y ahora. Dios es Dios del
presente. Dios está siempre en el momento presente, tanto si el momento
es difícil como si es fácil, tanto si es alegre como si es doloroso.
Cuando Jesús habla de Dios, lo hacía siempre como si Dios
estuviera continuamente en el momento y en el lugar en que nos
encontramos. 'Cuando me veis a mí, veis a Dios. Cuando me oís a mí, oís a
Dios'.
Dios no es alguien que fue o que será, sino el que es, y el que
es para mí en el momento presente. Esta es la razón por la que Jesús
vino a descargarnos de los fardos del pasado y de las preocupaciones del
futuro. Él quiere que descubramos a Dios precisamente donde estamos,
aquí y ahora".
Aquí y ahora
Para vivir en el presente debemos creer profundamente que lo
más importante es el aquí y el ahora... no es fácil permanecer atentos
al presente. Nuestra mente es difícil de dominar y sigue siempre
sacándonos del momento presente.
'La oración...'
"Cuando oramos entramos en la presencia de Dios, cuyo nombre es
Dios con nosotros. Orar es escuchar atentamente a quién se dirige a
nosotros aquí y ahora. Cuando tenemos la valentía de confiar en que no
estamos nunca solos, sino que Dios está siempre con nosotros, se ocupa
siempre de nosotros y continuamente nos está hablando, entonces podemos
ir desprendiéndonos gradualmente de las voces que nos hacen sentirnos
culpables y ansiosos, impidiendo que nos instalemos en el momento
presente. Se trata de un verdadero desafío, porque la confianza radical
en Dios no es algo evidente. La mayor parte de nosotros desconfiamos de
Dios. La mayoría de nosotros piensa en Dios como una autoridad temible,
que castiga, o bien como algo vacío y sin poder. El mensaje fundamental
de Jesús fue que Dios no es ni un débil impotente ni un poderoso patrón,
sino un amante, cuyo único deseo es darnos lo que más desea nuestro
corazón.
Orar es escuchar esta voz amorosa. Esto es en definitiva lo que
significa 'obedecer'. La palabra 'obediencia' viene del latín
'ob-audire', que quiere decir escuchar con gran atención. Si no
escuchamos, nos hacemos 'sordos' a la voz del amor. La palabra latina
para decir 'sordo' es 'surdus'. Ser completamente sordo es ser absurdus,
sí, absurdo. Cuando dejamos de rezar, cuando dejamos de oír la voz
amorosa que nos habla en cada momento, nuestras vidas se convierten en
vidas absurdas en las que somos arrastrados y zarandeados por el pasado y
el futuro.
Bastaría que pudiéramos, aunque sólo fuera durante unos minutos
al día, estar enteramente donde estamos, para que descubriéramos de
hecho que no estamos solos, y que el que está con nosotros sólo quiere
una cosa: darnos amor".
Nuestra morada interior
"Con frecuencia estamos tan agitados y somos tan incapaces de
encontrar la tranquilidad interior que estamos impacientes por ocuparnos
de nuevo en algo, evitando así enfrentarnos con el caótico estado de
nuestra mente y nuestro corazón. Pero si somos fieles a nuestra
disciplina, aunque sólo sea durante diez minutos al día, iremos
descubriendo gradualmente (gracias a la luz de la lámpara de nuestras
oraciones) que hay un espacio dentro de nosotros en el que habita Dios y
en el que estamos invitados a vivir con Dios. Cuando descubrimos este
lugar interior y santo, lugar más bello y hermoso que cualquier otro por
el que podamos viajar, queremos quedarnos allí y alimentarnos
espiritualmente".
El fruto de la esperanza
"Mientras el optimismo nos hace vivir como si las cosas fueran a
arreglarse pronto, la esperanza nos libera de la necesidad de predecir
el futuro y nos permite vivir en el presente, con una confianza profunda
en que Dios nunca nos dejará solos, sino que colmará los más profundos
deseos de nuestro corazón.
En esta perspectiva, la alegría es el fruto de la esperanza.
Cuando tengo una confianza profunda en que Dios está hoy realmente
conmigo y me mantiene a salvo en su abrazo divino, guiando a cada uno de
mis pasos, puedo liberarme de la ansiosa necesidad de saber cómo será
el día de mañana, o qué ocurrirá el mes que viene o el año próximo.
Puedo estar enteramente donde estoy y poner mi atención en tantos signos
de amor de Dios como encuentro dentro de mí y a mi alrededor.
Cuando confiamos profundamente en que el día de hoy pertenece
al Señor y que el día de mañana está a salvo escondido en el amor de
Dios, nuestros rostros pueden relajarse, y podemos devolver la sonrisa a
quien nos sonríe".
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