sábado, 27 de octubre de 2012

LAS FUENTES DE INSPIRACIÓN EVANGÉLICA DE JESÚS DE NAZARET



Imágenes Google-Edición MariamContigo
Los cristianos creemos que Jesús de Nazaret es una persona divina que posee dos naturalezas, una divina, semejante a la de Dios Padre, y otra humana, compuesta de alma y cuerpo. Como persona divina conoce verdaderamente el pasado, el presente y el futuro de todo cuanto existe y puede existir. Desde su infancia, como Verbo e Hijo de Dios, ve y oye a su Padre Dios con quien está en constante comunicación directa, sin embargo, en este mundo quiso nacer, crecer, vivir, recordar, conocer y amar como un ser humano, valiéndose de su memoria, entendimiento y voluntad para ser ejemplo de vida y de comportamiento humano.
 
Como hombre fue soltero y célibe. No se casó con ninguna mujer, aunque se advierte en él un sentimiento extremadamente delicado hacia ellas, tratándolas cómo hermanas. Sus relaciones con mujeres de conducta libre y equívoca eran totalmente de orden moral para cambiarlas de conducta. La ternura de su corazón se transformaba en él en infinita dulzura, poesía, atractivo personal y vida. Ejerció como su padre legal, José, el oficio de carpintero. Era costumbre que las personas intelectuales tuviesen un oficio manual del cual vivían. Un ejemplo de ello, es san Pablo, que siendo un intelectual, era fabricante de  lonas o tapicero. Todo su amor lo dirigirá a su Dios Padre y a su obra, el Reino de Dios.

 Sus fuentes de inspiración y predicación evangélica son los libros del Antiguo Testamento, la naturaleza y las gentes de la región de Galilea. Entendía que la Ley, los Profetas y demás libros sagrados judíos había que explicarlos e interpretarlos con un corazón sencillo y humilde y con un lenguaje liso y llano, como hizo Moisés y los Profetas.  Frente a la religión farisaica y saducea judía, concibe la religión del corazón poniendo todo su amor al servicio de Dios Padre, al que no hay que temerle, sino amarle porque es Amor.

 Sentía verdadera repugnancia hacía las escuelas  judías, farisaicas  y seduceas, en la cuales los doctores de la ley explicaban las Sagradas Escrituras por medio de alegorías exageradas y utópicas e interpretaciones sutiles y fraudulentas; contra las cuales, ya el sabio judío fariseo Hillel Gamaliel entendía que debían ser explicadas en lenguaje menos alegórico y utópico, y más literal, sencillo y humano. Estas citadas alegorías las recoge el libro judío del Talmud, donde podemos leerlas.

 De la naturaleza de Galilea tomará las frases, imágenes, parábolas y comparaciones contemplando la tranquilidad, placidez de sus manantiales, el encanto de sus flores y la armonía de sus montañas, viendo cómo las tórtolas,  mirlos, alondras, cigüeñas, entre otras  aves, que anidaban en estas tierras y daban alegría a sus vecinos, y observando cómo las higueras, las viñas, los nogales, los manzanos eran, entre otros árboles, los que poblaban sus valles y montañas.

A Jesús le encantaba el lago de Galilea por ser un remanso de paz y de vida. Veía que el Sol ilumina a los buenos y a los malos, que el grano de trigo se convierte en tallo y daba su fruto, el pan para comer los humanos, que las estrellas resplandecen sobre las pobres cabañas de los pescadores y sobre las mansiones de los ricos, que los granos de uva de la vid engordan, maduran y fermentando dan vino, y que los lirios del campo se visten de belleza y hermosura mayor que la se visten los reyes y príncipes de este mundo.

Oía el murmullo de la cabaña batida por el viento. Veía cómo el césped fresco se convierte en hierba seca pasado algún tiempo. Cómo la zorra traidora después de cometer su fechoría se esconde en la oscuridad de la madriguera. Cómo los perros husmean bajo la mesa de sus señores para comer sus desperdicios. Cómo las serpientes se arrastran sobre la hierba oscura y las víboras se esconden bajo las piedras. Cómo las palomas se arrullan sobre los tejados de las casas y las águilas se precipitan con sus amplias alas sobre su presa. Cómo los pastores buscan afanosamente a sus ovejas perdidas.

Otra de las fuentes de inspiración evangélica de Jesús eran las gentes de Galilea, habitada por judíos, fenicios, sirios árabes y griegos, que eran personas enérgicas, valientes y laboriosas  que habitaban aldeas y pequeñas ciudades. La mayoría trabajaba en la agricultura y en la pesca en el lago de Galilea, y una pequeña minoría trabaja en oficios manuales, tales, como carpintero, como fue su padre legal. Sus paisanos galileos, creían que el diablo era el origen y el principio del mal en este el mundo. Se imaginaban que las enfermedades nerviosas eran causadas por los demonios en los pacientes.

Sabían que el pueblo israelita y judío había sufrido la derrota, el dominio y la cautividad antiguamente y que en la actualidad vivían bajo la dominación romana, sintiéndose humillados. Creían que este mundo estaba organizado en reinos que se hacen la guerra unos a otros y que por medio de las preces y oraciones a Yahvé  podían cambiar el curso de la historia humana y poder curar enfermos. En estas circunstancias, flotaba en el ambiente galileo el deseo y la necesidad de un Mesías que sacara a su pueblo judío de la dominación romana y le llevara al esplendor de la gloria de un reino independiente y libre. Lo deseaban tanto que lo sentían próximo en el corazón de todos ellos.

Durante esta época, surgieron en Galilea numerosos levantamientos y sediciones acaudillados por valerosos y celosos defensores de la libertad y del nacionalismo del pueblo judío contra la dominación del imperio romano en Palestina. Entre ellos, Judas hijo de Serifeo, Matías hijo de Margaleth, y Judas llamado el Galileo, el más importante, creando en Galilea un gran movimiento político contra la ocupación romana basado en la impopularidad del censo y en el pago de los impuestos romanos.
 Es posible que Jesús conociese a este último líder político nacionalista y revolucionario, pero en todo caso conoció a sus militantes y partidarios. Sin embargo, criticó a estos partidos políticos nacionalistas revolucionarios basados en la violencia. Para Jesús, la violencia no era el camino ni el medio para que su pueblo judío encontrase su liberación y la solución a sus problemas políticos y religiosos.

Jesús no se sentía patriota político como los Macabeos ni teólogo nacionalista como Judas el Gaulonita. Su voz sonaba con extraordinaria dulzura entre las personas con las que hablaba, exhalando su persona un atractivo infinito que fascinará a las poblaciones sencillas y benévolas de Galilea. Su carácter dulce y a la vez fuerte se reveló muy temprano.

 Era aficionado a los aforismos concisos y expresivos y a veces enigmáticos. Algunos los había tomado de los libros del Antiguo Testamento, otros, de sabios, tales como, de Antígeno de Soco, de Jesús, hijo de Sirach y de Hillel Gamaliel.  Habían llegado a él como proverbios que circulaban por el pueblo, revistiéndolos e impregnándolos de amor, humildad, perdón, abnegación, justicia y fortaleza.

Creía que el Reino de Dios se hallaba en el corazón de las personas que aman. La moral evangélica que expondrá en el famoso Sermón de la Montaña  será la más alta creación de amor salida de la recta razón humana y el código de vida  más perfecto que pueda trazar el ser humano. En él se halla sintetizada la regla de oro humana: “No hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti”.

José Barros Guede



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