viernes, 15 de junio de 2018

DE LA RAZÓN

EL PROBLEMA DE TENER SIEMPRE LA RAZÓN 
©AcdeA

Todo ser humano, independientemente de cómo creció o fue educado, durante sus años de niñez y juventud, desarrolla su propio criterio. Y está bien tener un criterio propio, diferente al de los demás… pero no que por ello está bien que no tomemos en cuenta, ni respetemos, las opiniones diferentes a las nuestras propias.

A veces, equivocadamente o no, intentamos imponer nuestras ideas, dando por hecho que las cosas se harán tal y como lo pensamos, creyéndonos poseedores del conocimiento exacto y de la verdad absoluta.

Pensar y actuar así, justificadamente o no, teniendo razón o no… puede llevarnos a provocar amargos y estériles desacuerdos entre familiares, amigos y compañeros del trabajo.

Imponiendo nuestra opinión sobre la de los demás, haciendo oído sordo a sus reclamaciones y reparos, ignorando sus comentarios al respecto, y obstinándonos en lo que decimos, podemos car víctimas de excesiva confianza e ignorancia. Esa actitud puede llevarnos a hacer o decir ridiculeces y disparates sin vergüenza alguna: no sentimos vergüenza, porque no nos damos cuenta de nuestra ignorancia, pensando que son los demás los ignorantes o equivocados. Se ha dicho que una persona educada reconoce lo que sabe y lo que ignora. Pero no es fácil, ni para las personas educadas, reconocer nuestros errores o a veces, simplemente intentar comprender la opinión que creemos errónea.

Es bueno tener confianza en nosotras mismas, pero no por ello ser soberbias. Nosotras, como todo ser humano, somos seres falibles, podemos equivocarnos. Y aunque tengamos razón, como pensamos tenerlo, podemos actuar mal, soberbia y arrogantemente, haciéndose sentir mal u ofendidos aquellos con quienes estamos tratando. Eso no está bien.

En la vida hay que ir con seguridad, confiando en nosotras mismas… pero también con humildad, que todos nos podemos equivocar, nosotras también. Y si no es en esto, puede ser en otro tema, pero la forma en la que tratamos de convencer o hacer ver nuestros puntos de vista afectan a las relaciones con las personas que tratamos.

Si cometes un error, si estás equivocada en algo, no es un deshonor, ni te hace menos valiosa. Por lo general, respetamos más a quien reconoce sus errores y está dispuesto a rectificar, que a quien siempre se sale con la suya y parece que siempre tenga razón. Hay que saber reconocer que no somos infalibles, saber decir un simple “no lo sé” o “no estoy segura” cuando sea el momento de decirlo… o de no insistir intentando imponer nuestra razón cuando vemos que se ofenden y molestan por ello.

Sería bueno no sentirnos menos valiosas sólo por reconocer nuestra ignorancia en un tema, intentemos ser más flexibles en nuestras conversaciones, buscando no ofender ni imponernos, tener discusiones honestas y abiertas, manteniéndonos humildes y reconociendo y aceptando que siempre habrá personas que saben más que nosotras, y que no pasa nada por ello. Recordemos pues, que no es lo mismo ser una persona grande, que una gran persona.

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