EL PROBLEMA DE TENER SIEMPRE LA RAZÓN
©AcdeA
Todo ser humano, independientemente de cómo creció o fue
educado, durante sus años de niñez y juventud, desarrolla su propio criterio. Y
está bien tener un criterio propio, diferente al de los demás… pero no que por
ello está bien que no tomemos en cuenta, ni respetemos, las opiniones
diferentes a las nuestras propias.
A veces, equivocadamente o no, intentamos imponer nuestras
ideas, dando por hecho que las cosas se harán tal y como lo pensamos, creyéndonos
poseedores del conocimiento exacto y de la verdad absoluta.
Pensar y actuar así, justificadamente o no, teniendo razón o
no… puede llevarnos a provocar amargos y estériles desacuerdos entre
familiares, amigos y compañeros del trabajo.
Imponiendo nuestra opinión sobre la de los demás, haciendo
oído sordo a sus reclamaciones y reparos, ignorando sus comentarios al
respecto, y obstinándonos en lo que decimos, podemos car víctimas de excesiva
confianza e ignorancia. Esa actitud puede llevarnos a hacer o decir ridiculeces
y disparates sin vergüenza alguna: no sentimos vergüenza, porque no nos damos
cuenta de nuestra ignorancia, pensando que son los demás los ignorantes o
equivocados. Se ha dicho que una persona educada reconoce lo que sabe y lo que
ignora. Pero no es fácil, ni para las personas educadas, reconocer nuestros
errores o a veces, simplemente intentar comprender la opinión que creemos
errónea.
Es bueno tener confianza en nosotras mismas, pero no por
ello ser soberbias. Nosotras, como todo ser humano, somos seres falibles,
podemos equivocarnos. Y aunque tengamos razón, como pensamos tenerlo, podemos
actuar mal, soberbia y arrogantemente, haciéndose sentir mal u ofendidos
aquellos con quienes estamos tratando. Eso no está bien.
En la vida hay que ir con seguridad, confiando en nosotras
mismas… pero también con humildad, que todos nos podemos equivocar, nosotras
también. Y si no es en esto, puede ser en otro tema, pero la forma en la que
tratamos de convencer o hacer ver nuestros puntos de vista afectan a las
relaciones con las personas que tratamos.
Si cometes un error, si estás equivocada en algo, no es un
deshonor, ni te hace menos valiosa. Por lo general, respetamos más a quien
reconoce sus errores y está dispuesto a rectificar, que a quien siempre se sale
con la suya y parece que siempre tenga razón. Hay que saber reconocer que no
somos infalibles, saber decir un simple “no lo sé” o “no estoy segura” cuando
sea el momento de decirlo… o de no insistir intentando imponer nuestra razón
cuando vemos que se ofenden y molestan por ello.
Sería bueno no sentirnos menos valiosas sólo por reconocer
nuestra ignorancia en un tema, intentemos ser más flexibles en nuestras
conversaciones, buscando no ofender ni imponernos, tener discusiones honestas y
abiertas, manteniéndonos humildes y reconociendo y aceptando que siempre habrá
personas que saben más que nosotras, y que no pasa nada por ello. Recordemos
pues, que no es lo mismo ser una persona grande, que una gran persona.
DIOS CONTIGO
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