viernes, 26 de diciembre de 2014

LIMPIÁNDONOS


UNA BATALLA ESPIRITUAL

Este artículo es especialmente para aquellos que están oprimidos o abiertamente atacados por demonios y espíritus malignos, y están tratando de librar sus hogares de la influencia o la presencia de espíritus malignos; lo cual tiene interés especial en este período navideño. En nosotros y con los demás. En la época navideña podemos ver dos escenarios, uno en que se nota un derramamiento de gracia y paz sobre las personas y familias, y otro en que los espíritus del mal atacan a los fieles. En estos se acrecienta la lucha espiritual.
-spiritdaily-

 


Lo primero es limpiarse internamente y para esto hay métodos espirituales y algunos recursos externos.


La primera regla a recordar es que Dios siempre tiene el control absoluto, y el diablo no puede hacer nada sin el permiso de Dios.

Dios siempre busca sacar bien de todo, y Él sabe sacar el bien incluso del mal, si se lo permitimos. Un excelente ejemplo de cómo Dios saca bien del mal es la Pasión y Muerte de Jesús. El Evangelio de Juan dice que en la última cena entró Satanás en Judas, y luego traicionó a Jesús. Jesús fue capturado, torturado, fue clavado a una cruz, y murió de una muerte tortuosa.

¿Pero fue la muerte del Hijo de Dios, en este acto de pura maldad, una victoria para Satanás y los demonios? ¡No!.

De hecho fue la derrota de satanás, porque a través de la muerte de Jesús en la cruz, podemos ser perdonados de nuestros pecados, si deseamos serlo. Por lo que fácilmente se puede ver cómo Dios puede y transforma el mal en bien.


Entonces, ¿cómo todo esto se correlaciona con aquellos que están luchando con los demonios, y quieren librarse de los malos espíritus? En primer lugar tenemos que buscar la forma en que Jesús luchó y echó fuera a los demonios.

Entre otros leer Mc. 5,1, Mc. 1,23, y quizás el más revelador es el de Mc. 9,29, en el que los apóstoles no tuvieron éxito en el manejo de un demonio en un muchacho.

Así que después le preguntaron a Jesús por qué no pudieron manejar al demonio, y Jesús responde: “Este tipo sólo puede ser expulsado con oración y ayuno.”


¿Pero es su agua limpia? ¿Son “aguas vivas” (del Cielo) las que fluyen a través suyo? Esta es una pregunta crucial – bastante crítica cuando uno enfrenta una batalla espiritual.

Muchos que creen que están haciendo todas las “cosas correctas”, y tienen las devociones y rutinas religiosas adecuadas e incluso sirven en la iglesia, pero o en alguna forma dejan de usar las rutinas para limpiarse internamente, para purificar lo que se ha contaminado y nos ha disminuido.

Como resultado, hay menos inspiración; no hay curación; los mismos problemas se repiten sin fin.

Tales personas necesitan “abrir sus pozos

Como dice la Escritura están las aguas vivas del Cielo y aquellos que tienen experiencias cercanas a la muerte del mismo modo informan que vieron estanques cristalinos puros o ríos o canales o lagos con fondos de oro, en algunos casos, un “mar de fuentes”, fluyendo con el poder milagroso del Espíritu Santo, que limpia, que todo lo convierte en blanco – cada gota crea su propio tono y la melodía se entremezcla con la angelical que suena por todas partes.

Nos conectamos con esas aguas cuando alabamos a Dios, cuando estamos en la verdadera oración, cuando estamos en la Adoración de la manera más profunda, cuando nuestros corazones están en el Rosario, y cuando, como en el caso de los carismáticos, hablan en lenguas.

Todos necesitamos esto de vez en cuando.

Nuestras aguas están manchados por:

Orgullo. La criticidad. No perdonar. Materialismo. La lujuria desenfrenada. Los celos (sobre todo esto). Enfurecerse. Decir mentiras (vivir falsedades).

El enemigo trata de tapar nuestros pozos con el “cemento” de la autocompasión, la depresión, la desesperación, el resentimiento y otras emociones negativas.

Esta es la contaminación espiritual – que nos frena, incluso nos detiene de llegar a nuestros destinos. Mata lo plantado dentro de nosotros.


Porque todos tenemos “destinos”. Todos tenemos misiones en la vida. ¿Y las estamos cumpliendo? ¿Estamos cumpliendo un propósito?

¿Cuándo nos encontramos con la gente, estamos haciendo y diciendo y sintiendo lo correcto?

Lo sabremos algún día.

Sin embargo mucha gente, incluso en la Iglesia, luce bien en el exterior, pero su ‘agua es mala” y sus vidas son sin fruto. En el interior están heridos, llevando el dolor y la amargura del pasado; su pena les ha atado y no pueden levantarse y entrar en su destino Su amargura contamina a los que les rodean. Vea Heb. 12,15.

La autora María Vadia cita el ejemplo de una mujer que conoció que era hermosa y bien vestida, pero con tal agitación interna que una vez había intentado suicidarse e incluso pensó en matar a sus dos hijas, durante un ataque de depresión.

Eso es ciertamente un ejemplo extremo de vida “infructuosa”. Es un ejemplo de suciedad interior. Ella había sido bloqueada en su camino a su destino.

Todos tenemos el encargo divino. Tenemos pequeñas misiones en la gran misión. Tenemos gente que debe estar lista antes de que la ayudemos – tal vez como la mujer se acaba de mencionar.

Podemos hacerlo mediante la oración con las palabras adecuadas.

Podemos hacerlo dejando que las “aguas vivas” – la limpieza, la alegría en Dios – fluyan a través de nosotros.

Esos manantiales liberan la curación, ellos liberan la vida. De esta manera podemos elevarnos a nuestros destinos.

Especialmente en esta época del año tenemos la oportunidad, y a menudo el desafío, de comunicarnos con los familiares cercanamente y personalmente, y derramar las bendiciones de Dios sobre ellos.

Podemos estar nerviosos acerca de una determinada circunstancia. Podemos dejarnos llevar para hacerles saber algo. Podemos querer ayudarles de alguna manera, pero no encontramos las palabras adecuadas.

Permítales que vengan del corazón – del Espíritu – en lugar de un artificio de la cabeza.

“No se preocupen por lo que van a decir, ni cómo han de hablar. Llegado ese momento, se les comunicará lo que tengan que decir. Pues no serán ustedes los que hablarán, sino el Espíritu de su Padre el que hablará en ustedes”. Mt. 10,19-20.
“Pórtense con prudencia con los de afuera y aprovechen todas las oportunidades. Que su conversación sea agradable y no le falte su granito de sal. Sepan contestar a cada uno lo que corresponde”, dice Col. 4,5-6.


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