Si fuéramos automóviles, la Cuaresma sería el tiempo de cambiar el aceite y afinar el motor.
Si fuéramos jardines, la Cuaresma sería tiempo de fertilizar nuestra tierra y arrancar las malas yerbas.
Si fuéramos alfombras, la Cuaresma sería tiempo de darles una buena limpieza con el aspirador o una buena sacudida.
Si fuéramos baterías (pilas), la Cuaresma sería tiempo de recargarlas.
Pero no somos ninguna de estas cuatro cosas:
Somos personas que, quizá, muchas veces hemos hecho
cosas malas y necesitamos arrepentirnos de ellas. De aquí la necesidad
de hacer una buena confesión.
Somos personas que muchas veces nos dejamos llevar
por nuestro egoísmo y que, por lo tanto, necesitamos empezar a pensar en
los demás. De aquí la necesidad de la limosna.
Somos personas que muchas veces perdemos de vista el fin para el que fuimos creados por Dios.
Necesitamos, pues, recobrar la vista. De aquí la necesidad de la oración…
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