LOS CINCO
DEFECTOS DE JESÚS
Autor: Cardenal Francisco
Xavier Nguyen Van Thuan
Primer
defecto: Jesús no tiene buena memoria
En la cruz, durante su agonía, Jesús oyó la voz del ladrón a su derecha:
En la cruz, durante su agonía, Jesús oyó la voz del ladrón a su derecha:
«Jesús,
acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino». Si hubiera sido yo, le habría contestado:
«No te olvidaré, pero tus crímenes tienen que ser expiados, al menos, con 20
años de purgatorio». Sin embargo Jesús le responde: «Te aseguro que hoy estarás
conmigo en el paraíso». Él olvida todos los pecados de aquel hombre. La
parábola del hijo pródigo nos cuenta que éste, de vuelta a la casa paterna,
prepara en su corazón lo que dirá: «Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya
no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros». Pero
cuando el padre lo ve llegar de lejos, ya lo ha olvidado todo; corre a su
encuentro, lo abraza, no le deja tiempo para pronunciar su discurso, y dice a
los siervos, que están desconcertados: «Traed el mejor vestido y vestidle,
ponedle un anillo en la mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo
cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío había
muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y ha sido hallado». Jesús no
tiene una memoria como la mía; no sólo perdona, y perdona a todos, sino que
incluso olvida que ha perdonado.
Segundo
defecto: Jesús no sabe matemáticas
Si Jesús hubiera hecho un examen de matemáticas, quizá lo hubieran suspendido. Lo demuestra la parábola de la oveja perdida. Un pastor tenía cien ovejas. Una de ellas se descarría, y él, inmediatamente, va a buscarla dejando las otras noventa y nueve en el redil. Cuando la encuentra, carga a la pobre criatura sobre sus hombros. Para Jesús, uno equivale a noventa y nueve, ¡y quizá incluso más! ¿Quién aceptaría esto?. Cuando se trata de salvar una oveja descarriada, Jesús no se deja desanimar por ningún riesgo, por ningún esfuerzo.
Tercer
defecto: Jesús no sabe de lógica
Una mujer que tiene diez dracmas pierde una. Entonces enciende la lámpara para buscarla. Cuando la encuentra, llama a sus vecinas y les dice: «Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido». ¡Es realmente ilógico molestar a sus amigas sólo por una dracma! ¡Y luego hacer una fiesta para celebrar el hallazgo! Y además, al invitar a sus amigas ¡gasta más de una dracma! Ni diez dracmas serían suficientes para cubrir los gastos...
Jesús,
como conclusión de aquella parábola, desvela la extraña lógica de su corazón:
«Os digo que, del mismo modo, hay alegría entre los ángeles de Dios por un solo
pecador que se convierta».
Cuarto
defecto: Jesús es un aventurero
El
responsable de publicidad de una compañía o el que se presenta como candidato a
las elecciones prepara un programa detallado, con muchas promesas. Nada
semejante en Jesús. Su propaganda, si se juzga con ojos humanos, está destinada
al fracaso. Él promete a quien lo sigue procesos y persecuciones. A sus
discípulos, que lo han dejado todo por él, no les asegura ni la comida ni el
alojamiento, sino sólo compartir su mismo modo de vida. A un escriba deseoso de
unirse a los suyos, le responde: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del
cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».
El pasaje evangélico de las bienaventuranzas, verdadero «autorretrato» de Jesús, aventurero del amor del Padre y de los hermanos, es de principio a fin una paradoja, aunque estemos acostumbrados a escucharlo:
«Bienaventurados los pobres de espíritu..., bienaventurados los que lloran..., bienaventurados los perseguidos por... la justicia..., bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos».
Pero los discípulos confiaban en aquel aventurero. Desde hace más de dos mil años y hasta el fin del mundo no se agota el grupo de los que han seguido a Jesús. Basta mirar a los santos de todos los tiempos. Muchos de ellos forman parte de aquella bendita asociación de aventureros. ¡Sin dirección, sin teléfono, sin fax...!
El pasaje evangélico de las bienaventuranzas, verdadero «autorretrato» de Jesús, aventurero del amor del Padre y de los hermanos, es de principio a fin una paradoja, aunque estemos acostumbrados a escucharlo:
«Bienaventurados los pobres de espíritu..., bienaventurados los que lloran..., bienaventurados los perseguidos por... la justicia..., bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos».
Pero los discípulos confiaban en aquel aventurero. Desde hace más de dos mil años y hasta el fin del mundo no se agota el grupo de los que han seguido a Jesús. Basta mirar a los santos de todos los tiempos. Muchos de ellos forman parte de aquella bendita asociación de aventureros. ¡Sin dirección, sin teléfono, sin fax...!
Quinto
defecto: Jesús no entiende ni de finanzas ni de economía
Recordemos la parábola de los obreros de la viña: «El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Salió luego hacia las nueve y hacia mediodía y hacia las tres y hacia las cinco.., y los envió a sus viña». Al atardecer, empezando por los últimos y acabando por los primeros, pagó un denario a cada uno.
Si Jesús fuera nombrado administrador de una comunidad o director de empresa, esas instituciones quebrarían e irían a la bancarrota: ¿cómo es posible pagar a quien empieza a trabajar a las cinco de la tarde un salario igual al de quien trabaja desde el alba? ¿Se trata de un despiste, o Jesús ha hecho mal las cuentas? ¡No! Lo hace a propósito, porque -explica-: «¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero?, ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?».
Recordemos la parábola de los obreros de la viña: «El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Salió luego hacia las nueve y hacia mediodía y hacia las tres y hacia las cinco.., y los envió a sus viña». Al atardecer, empezando por los últimos y acabando por los primeros, pagó un denario a cada uno.
Si Jesús fuera nombrado administrador de una comunidad o director de empresa, esas instituciones quebrarían e irían a la bancarrota: ¿cómo es posible pagar a quien empieza a trabajar a las cinco de la tarde un salario igual al de quien trabaja desde el alba? ¿Se trata de un despiste, o Jesús ha hecho mal las cuentas? ¡No! Lo hace a propósito, porque -explica-: «¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero?, ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?».
Y
nosotros hemos creído en el amor
Pero preguntémonos: ¿por qué Jesús tiene estos defectos? ¡Porque es Amor¡. El amor auténtico no razona, no mide, no levanta barreras, no calcula, no recuerda las ofensas y no pone condiciones.
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