«COMÍAN, BEBÍAN, COMPRABAN, VENDÍAN, PLANTABAN, CONSTRUÍAN»
Lc 17,26-37
son remarcados el final de los tiempos y la incerteza de la vida, no
tanto para atemorizarnos, cuanto para tenernos bien precavidos y
atentos, preparados para el encuentro con nuestro Creador. La dimensión
sacrificial presente en el Evangelio se manifiesta en su Señor y
Salvador Jesucristo liderándonos con su ejemplo, en vista a estar
siempre preparados para buscar y cumplir la Voluntad de Dios. La
vigilancia constante y la preparación son el sello del discípulo
vibrante. No podemos asemejarnos a la gente que «comían, bebían,
compraban, vendían, plantaban, construían» (Lc 17,28). Nosotros,
discípulos, debemos estar preparados y vigilantes, no fuera que
termináramos por ser arrastrados hacia un letargo espiritual esclavo de
la obsesión —transmitida de una generación a la siguiente— por el
progreso en la vida presente, pensando que —después de todo— Jesús no
regresará.
El secularismo ha echado raíces profundas en nuestra sociedad. La embestida de la innovación y la rápida disponibilidad de cosas y servicios personales nos hace sentir autosuficientes y nos despoja de la presencia de Dios en nuestras vidas. Sólo cuando una tragedia nos golpea despertamos de nuestro sueño para ver a Dios en medio de nuestro “valle de lágrimas”... Incluso debiéramos estar agradecidos por esos momentos trágicos, porque seguramente sirven para robustecer nuestra fe.
En tiempos recientes, los ataques contra los cristianos en diversas partes del mundo, incluyendo mi propio país —la India— han sacudido nuestra fe. Pero el Papa Francisco ha dicho: «Sin embargo, los cristianos están esperanzados porque, en última instancia, Jesús hace una promesa que es garantía de victoria: ‘Quien pierda su vida, la conservará’ (Lc 17,33)». Ésta es una verdad en la que podemos confiar… El poderoso testimonio de nuestros hermanos y hermanas que dan su vida por la fe y por Cristo no será en vano.
Así, nosotros luchamos por avanzar en el viaje de nuestras vida en la sincera esperanza de encontrar a nuestro Dios «el Día en que el Hijo del hombre se manifieste» (Lc 17,30).
El secularismo ha echado raíces profundas en nuestra sociedad. La embestida de la innovación y la rápida disponibilidad de cosas y servicios personales nos hace sentir autosuficientes y nos despoja de la presencia de Dios en nuestras vidas. Sólo cuando una tragedia nos golpea despertamos de nuestro sueño para ver a Dios en medio de nuestro “valle de lágrimas”... Incluso debiéramos estar agradecidos por esos momentos trágicos, porque seguramente sirven para robustecer nuestra fe.
En tiempos recientes, los ataques contra los cristianos en diversas partes del mundo, incluyendo mi propio país —la India— han sacudido nuestra fe. Pero el Papa Francisco ha dicho: «Sin embargo, los cristianos están esperanzados porque, en última instancia, Jesús hace una promesa que es garantía de victoria: ‘Quien pierda su vida, la conservará’ (Lc 17,33)». Ésta es una verdad en la que podemos confiar… El poderoso testimonio de nuestros hermanos y hermanas que dan su vida por la fe y por Cristo no será en vano.
Así, nosotros luchamos por avanzar en el viaje de nuestras vida en la sincera esperanza de encontrar a nuestro Dios «el Día en que el Hijo del hombre se manifieste» (Lc 17,30).
Fr.
Austin
NORRIS
(Mumbai, India)
Señor, ¿qué sería mi vida sin las pequeñas cruces? ¿Qué podría
ofrecerte si no tuviera algo que me costase? Ayúdame a experimentar que no hay
mejor gozo que el de la cruz y que no hay mayor alegría que la que produce el
seguirte.
«No sueñen en vidas sin cruces, más bien piensen en cruces con Cristo» (Cristo al centro, n. 633).
DIOS CONTIGO
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