Lc. 21,20-28
¿Cómo no ver reflejado el momento presente, cada vez más lleno de
amenazas y más teñido de sangre? «En la tierra, angustia de las gentes,
perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres
de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo» (Lc
21,25b-26a). Muchas veces, se ha representado la segunda venida del
Señor con las imágenes más terroríficas posibles, como parece ser en
este Evangelio, siempre bajo el signo del miedo.
Sin embargo, ¿es éste el mensaje que hoy nos dirige el Evangelio?
Fijémonos en las últimas palabras: «Cuando empiecen a suceder estas
cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra
liberación» (Lc 21,28). El núcleo del mensaje de estos últimos días del
año litúrgico no es el miedo, sino la esperanza de la futura liberación,
es decir, la esperanza completamente cristiana de alcanzar la plenitud
de vida con el Señor, en la que participarán también nuestro cuerpo y el
mundo que nos rodea. Los acontecimientos que se nos narran tan
dramáticamente quieren indicar de modo simbólico la participación de
toda la creación en la segunda venida del Señor, como ya participaron en
la primera venida, especialmente en el momento de su pasión, cuando se
oscureció el cielo y tembló la tierra. La dimensión cósmica no quedará
abandonada al final de los tiempos, ya que es una dimensión que acompaña
al hombre desde que entró en el Paraíso.
La esperanza del cristiano no es engañosa, porque cuando empiecen a
suceder estas cosas —nos dice el Señor mismo— «entonces verán venir al
Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria» (Lc 21,27). No
vivamos angustiados ante la segunda venida del Señor, su Parusía:
meditemos, mejor, las profundas palabras de san Agustín que, ya en su
época, al ver a los cristianos atemorizados ante el retorno del Señor,
se pregunta: «¿Cómo puede la Esposa tener miedo de su Esposo?».
Fray
Lluc
TORCAL
Monje del Monasterio de Sta. Mª de Poblet
(Santa Maria de Poblet, Tarragona, España)
«Esforcémonos en guardar sus mandamientos, para que su voluntad sea nuestra alegría»
Epístola de Bernabé, 2
DIOS CONTIGO
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