Hoy Mateo nos relata el llamamiento de los cuatro primeros discípulos. Jesús los llamó para seguirlo y ser servidores de su Reino, y ellos no titubearon en hacerlo, a pesar de haberles implicado abandonar todo lo que tenían: barcos, redes, familia, etc.
La respuesta que te dieron, Señor, tus primeros cuatro discípulos es la que miles te darán después a lo largo de la Historia de la Iglesia. Pienso que el mundo es el mar de Galilea en donde viste a Pedro, a Andrés, a Santiago y a Juan. Y Tú sigues caminando a su orilla llamando a personas.
¡Cuántos siguen hoy dejando todo, entregándote su vida y todo su tiempo! Pensemos en todas esas vocaciones que han sido, para nosotros los hombres, bendiciones de Dios, y que en cada Celebración Eucarística nos dan en alimento a Cristo. Es por sus manos que el Espíritu Santo hace presente al Señor en el mundo y es a través de ellos que nos llega la gracia y podemos también recuperarla cuando la perdemos.
A la luz de tu Evangelio, quiero darte las gracias, Señor, por todos los sacerdotes que en la Iglesia nos han formado, ocupándose de nuestro camino hacia la santidad e impulsándonos al apostolado…
~R.C.~
Quiero, Señor, tener siempre presente la necesidad de orar por las
vocaciones. Apoyemos generosamente el apostolado que da al mundo personas
que dejando todo lo suyo, entregan su vida por el Reino.
«La vocación no es debida a nuestros méritos, sino a la benevolencia y misericordia de Dios.»
San Agustín, Comentario sobre el Salmo 5
San Agustín, Comentario sobre el Salmo 5
DIOS CONTIGO
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