SIN LA CONVERSIÓN DEL CORAZÓN, NO HABRÁ REFORMA DE LA IGLESIA
Ecclesia-Editorial
En días pasados supimos de la
detención e investigación que en el Vaticano se estaba llevando a cabo
por un nuevo episodio de fuga de documentos pontificios. Los presuntos
autores de la misma son un sacerdote español y una laica italiana. El
caso ya empieza a ser conocido como “Vatileaks 2”, por sus similitudes
con el escándalo de las filtraciones hechas públicas en 2012 y que
supusieron la condena y posterior indulto al mayordomo de Benedicto XVI.
Y tanto en un caso como otro, las filtraciones se han traducido en la
publicación de libros, uno de los dos editados ahora precisamente del
mismo autor que hizo lo propio en 2012.
¿Ante qué situación nos hallamos, cuál
es su alcance y significado y cuáles son, incluso, las conclusiones y
lecciones que todos deberíamos extraer y aprender de todo ello? El
miércoles 4 de noviembre el portavoz vaticano, Federico Lombardi,
ofreció ya unas certeras y luminosas reflexiones; y el domingo 8 de
noviembre, sin pelos en la lengua, fiel, pues, a su estilo, el Papa
Francisco se refirió al tema en sus palabras tras el ángelus (ver página
34 y siguientes).
Desde ambos autorizados
pronunciamientos, discerniendo, en medio de tanta maraña y
manipulación, la información verdadera y objetiva y salvando, respetando
e invocando la presunción de inocencia, es claro que nos encontramos
ante una acción ilegal, perseguible penalmente y reprobable, y, por
todo ello, dañina, perversa, irresponsable e inmoral. Estamos –y
permítasenos llamar a las cosas por su nombre- ante un robo y una basura
indigna e impropia de cualquier persona y más aún de ministros de la
Iglesia. Y todo ello en cualquiera de los supuestos e intencionalidades
por las que se hubieran podido producir las filtraciones. Y es que,
además, hay que decirlo, recordarlo y vivirlo alto y claro: el fin no
justifica nunca los medios y la Iglesia, y con ella sus hombres y
mujeres, cuando se desliza por derroteros de esta naturaleza, asume
actitudes y modos mundanos y paganos que se hallan en los antípodas del
Evangelio y de la auténtica y necesaria reforma a la que siempre está
llamada y urgida la Iglesia.
La reforma de la Iglesia solo ha sido y
será posible desde la conversión de los corazones, una conversión que,
además, para ser comunitaria, duradera y fecunda, ha de producirse, en
primer lugar, en las personas, en cada una de las personas. Y es
evidente que un corazón convertido no es jamás aquel que conspira,
utiliza medios ilícitos e inmorales, se aprovecha de su posición o
busca irrefrenablemente y a cualquier precio el ascenso, el medro, el
poder, el dinero y la influencia.
La reforma de la Iglesia no consiste en
decir y en repetir palabras bonitas, sino en vivirlas y en vivirlas en
primera persona, mediante acciones y actitudes de auténtico servicio,
honestidad, desprendimiento, fidelidad, discreción, austeridad,
generosidad y humildad. La Iglesia, la entera Iglesia, pastores y
fieles, en primera persona del singular y del plural, “se renueva
–señaló el Papa Francisco en sus citadas palabras tras el ángelus- con
la oración y con la santidad cotidiana de todo bautizado”. Y ello ha de
interpelar más aún a quienes en razón del orden sacramental y de los
cargos y oficios encomendados se halla en una posición más encumbrada,
posición y sacramento que se adulteran si no se viven y se ejercitan
desde las aludidas claves de servicio, fidelidad y humildad.
Las filtraciones ahora conocidas y
publicadas en los dos libros-basura referidos no revelan en sustancia
nada nuevo o desconocido, y los supuestos o reales escándalos
publicitados se presentan de un modo descontextualizado, fragmentario y
parcial y sin reparar que precisamente para combatirlos, erradicarlos y
prevenirlos el Papa puso en marcha organismos y medidas, que ya han
empezado a dar frutos evidentes.
“Por todo esto, quiero asegurarles
–subrayó Francisco el 8 de noviembre- que este triste hecho ciertamente
no me desvía del trabajo de reforma que estamos llevando adelante, con
mis colaboradores y con el apoyo de todos ustedes”. “El camino de la
buena administración, de la corrección y la transparencia continúa y
progresa sin incertidumbre”, señaló Lombardi.
Y esto, y todo lo anterior, es lo que
hay. Ya vale, pues, de filtraciones, intoxicaciones, fabulaciones,
conspiraciones, presiones, comportamientos indignos y basuras varias.
DIOS CONTIGO
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