miércoles, 25 de noviembre de 2015

EVANGELIO: XXXIV T.O. 251115

LA VIRTUD DE LA FORTALEZ
Lc.  21,12-19



Sentencia breve e incisiva de nuestro Señor, que se clava en el alma, y al herirla nos hace pensar: ¿por qué es tan importante la perseverancia?; ¿por qué Jesús hace depender la salvación del ejercicio de esta virtud?
Porque no es el discípulo más que el Maestro —«seréis odiados de todos por causa de mi nombre» (Lc 21,17)—, y si el Señor fue signo de contradicción, necesariamente lo seremos sus discípulos. El Reino de Dios lo arrebatarán los que se hacen violencia, los que luchan contra los enemigos del alma, los que pelean con bravura esa “bellísima guerra de paz y de amor”, como le gustaba decir a san Josemaría Escrivá, en que consiste la vida cristiana. No hay rosas sin espinas, y no es el camino hacia el Cielo un sendero sin dificultades. De ahí que sin la virtud cardinal de la fortaleza nuestras buenas intenciones terminarían siendo estériles. Y la perseverancia forma parte de la fortaleza. Nos empuja, en concreto, a tener las fuerzas suficientes para sobrellevar con alegría las contradicciones.
La perseverancia en grado sumo se da en la cruz. Por eso la perseverancia confiere libertad al otorgar la posesión de sí mismo mediante el amor. La promesa de Cristo es indefectible: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas» (Lc 21,19), y esto es así porque lo que nos salva es la Cruz. Es la fuerza del amor lo que nos da a cada uno la paciente y gozosa aceptación de la Voluntad de Dios, cuando ésta —como sucede en la Cruz— contraría en un primer momento a nuestra pobre voluntad humana.
Sólo en un primer momento, porque después se libera la desbordante energía de la perseverancia que nos lleva a comprender la difícil ciencia de la cruz. Por eso, la perseverancia engendra paciencia, que va mucho más allá de la simple resignación. Más aún, nada tiene que ver con actitudes estoicas. La paciencia contribuye decisivamente a entender que la Cruz, mucho antes que dolor, es esencialmente amor.
Quien entendió mejor que nadie esta verdad salvadora, nuestra Madre del Cielo, nos ayudará también a nosotros a comprenderla.
Rvdo. D. Manuel COCIÑA Abella (Madrid, España)


Es un hecho que si somos fieles a Cristo padeceremos tribulaciones, pero debemos confiar siempre porque ¡Cristo ha vencido al mundo! Respaldemos nuestro apostolado con virtudes como la abnegación, la mortificación, la fortaleza, la constancia. El seguidor de Cristo es un hombre y un apóstol con reciedumbre de espíritu.

Señor, te pido acrecientes en mí las virtudes teologales, la fe, la esperanza y la caridad; pero también te ofrezco el sincero esfuerzo por adquirir aquellas virtudes que me permitan serte fiel como la pureza, la fidelidad, la humildad, la sinceridad y la autenticidad.

“Toda la perfección cristiana podríamos decir que consiste en el desarrollo vital y armónico de las virtudes, especialmente las infusas, entre las que destaca la caridad.” 

Cristo al centro, n.2145  
DIOS CONTIGO



No hay comentarios:

Publicar un comentario

GRACIAS POR TU COMENTARIO, PRONTO ESTAREMOS COMUNICANDONOS CONTIGO...

CON AMOR, MARIAM...

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...