En el pueblo aragonés de Calanda, entre las diez y las once de la noche
del 29 de marzo de 1640, sucedió un hecho extraordinario. Por
intercesión de Nuestra Señora del Pilar, al joven campesino Miguel Juan
Pellicer le fue restituida de modo repentino la pierna derecha, que le
había sido amputada hacía ya más de dos años y que estaba enterrada en
el cementerio de un hospital.
DIOS CONTIGO
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