Hubo una vez un hombre que John Wesley (fue un clérigo anglicano y teólogo cristiano británico, nacido en Epworth, Lincolnshire, Inglaterra) calificó de miserable, por lo
que profesaba poco respeto hacia él. Se sentía superior a este hombre y
en una ocasión, en la que aportó muy poco a una respetable organización
de caridad, Wesley lo criticó abiertamente.
No mucho tiempo
después, el caballero visitó a Wesley. Este último quedó sorprendido al
escuchar a aquel hombre, a quien había catalogado como tacaño, y que
ya por varias semanas venía subsistiendo con lo imprescindible. Le
contó que tiempo atrás, contrajo grandes deudas, pero desde su
conversión, decidió pagar hasta el último céntimo a sus acreedores.
También le explicó que por ello, no compraba nada para su satisfacción
personal y gastaba sólo en lo más elemental.
Cristo me ha convertido en un hombre honesto, dijo y por tener que
enfrentar tantos compromisos, puedo dar muy pocas ofrendas adicionales a
diezmo. Tengo que saldar toda responsabilidad con mis vecinos
seculares. y mostrarles que la gracia de Dios puede obrar en el corazón
de un hombre que una vez fue deshonesto.
Entonces Wesley ofreció disculpas a aquel hombre y le pidió perdón.
Es
fácil encontrar faltas en otros, cuando no conocemos las circunstancias
o motivos que fomentaron sus actos. También es impresionante cómo
escasos sucesos, puedan alterar para siempre nuestra percepción de una
situación. Cuando nos sintamos inclinados a juzgar, será un buen
momento para suplicar a Dios la sabiduría y paciencia para entender las
acciones.
DIOS CONTIGO
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