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EL HOMBRE Y LA MUJER SON OBJETOS SEXUALES
Fuente: Arquidiocesis de Medellín-Colombia
Martín era un joven de dieciocho años
que no sabía como orientar su vida. Sin educación, sin formación, todo
era para él un caos. A eso se le agregaba una salud deficiente, fruto de
la deficiente alimentación.
Pero ese hombre sentía un profundo
respeto al Dios que le inculcó su madre y por eso consideraba que la
vida tenía un sentido, que había una misión que cumplir y que ésta se
realizaba sólo en familia.
Un día encuentra una bella y joven mujer
que le llena todas sus expectativas, pero tenía un obstáculo: nada
podía ofrecerle a nivel material, sólo su amor, y de amor, únicamente,
no vive nadie.
Surge en su vida una meta que lo llena
de ilusión. Emprende su lucha para obtener los medios económicos y, con
trabajo e inspiración, en pocos años logra formar un pequeño capital
para ofrecerle a esa bella mujer una estabilidad. Se casa con ella,
cumple fielmente su compromiso: fidelidad, respeto, amor y constancia; y
con estos cuatro elementos llega a la meta que se había trazado. Hoy
está realizado en todos los aspectos de su vida.
En la Carta de Pablo a los Gálatas
(6,8), se ve reflejado el Espíritu Santo que se ha derramado en Martín
por la acción evangelizadora de su mamá, cuando nos dice: Lo que
cada uno siembre, eso cosechará . El que siembra en la carne, de la
carne cosechará corrupción, el que siembra en el Espíritu cosechará vida
eterna, el Espíritu es el que da vida, la carne no vale nada.
Dios quiere que el hombre y la mujer participen en la creación del mundo. Por eso en el libro del Génesis 1,28 se nos dice “Procread y multiplicaos…”.
El Papa Juan Pablo II afirmaba: La fecundidad es el fruto del amor conyugal, es testimonio vivo de la entrega plena y recíproca de los esposos.
Desde el principio, la mujer y el
hombre han tenido igual dignidad, es hora de que los jóvenes, al
contraer matrimonio, resalten el valor de la mujer, la respeten, la
mimen. Porque la bendición más grande que Dios le ha dado al hombre es
la mujer; representadas primero en la Virgen María, luego en las madres,
y por último, en nuestra mujer, madre de nuestros hijos.
Cuando las relaciones sexuales se
realizan con amor y son abiertas a la vida adquieren pleno sentido según
el plan de Dios. Se siente el placer de ser padre y madre, y de cumplir
la misión que se nos ha encomendado.
En conclusión: el papel de los jóvenes
es trascendental en el futuro de la familia y de la Iglesia, estamos
seguros que asumirán seriamente el papel de padres y madres para su
propia realización y para gloria de Dios.
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