Érase una vez una cigüeña muy presumida que un día vio brillar un
anillo desde el cielo. Su dueño, un conejo que iba a casarse ese día,
entró a una madriguera dejando el anillo fuera, y la cigüeña aprovechó
para probárselo rápidamente sin pedir permiso. Pero al ir a quitárselo
el anillo se atascó en su dedo, y la cigüeña pensó:
- Qué vergüenza, me van a pillar. Algo tengo que inventar.
Y aprovechando que nadie la había visto, salió volando de allí con la idea de devolver el anillo cuando pudiera quitárselo.
El conejo se llevó un gran disgusto al descubrir el robo. Pero era un
gran detective, y rápidamente todos en el bosque buscaban un pájaro con
un anillo. Cuando la cigüeña se enteró, se dijo:
- Qué vergüenza, me van a pillar. Algo tengo que inventar.
Y decidió ocultar el anillo metiendo rápidamente sus patas en un
barril de pintura negra que encontró cerca de donde se preparaba la
boda. Pero mientras huía volando, buena parte de la pintura goteó sobre
los manteles y el vestido de la novia, estropeándolos terriblemente.
Cuando llegó el conejo y descubrió el desastre se puso furioso, y
olvidando el anillo puso a todos a buscar un pájaro con las patas
pintadas de negro. Al enterarse, la cigüeña dijo:
- Qué vergüenza, me van a pillar. Algo tengo que inventar.
Y decidió vendarse las patas, y fingir que había tenido un accidente.
Pensaba la cigüeña que así había resuelto el problema, pero cuando poco
después se encontró precisamente con el conejo, este sintió pena de ver
una cigüeña tan herida, e insistió tanto en acompañarla al hospital
para hacerse una radiografía que la cigüeña no pudo negarse. Esta sabía
que si le hacían una radiografía se descubriría el anillo, y que si le
quitaban el vendaje verían la pintura, y se dijo:
- Qué vergüenza, me van a pillar. Algo tengo que inventar.
Y aprovechando que su casa estaba camino del hospital, le pidió al
conejo que esperase mientras subía a recoger algunas cosas. Una vez en
casa, se quitó las vendas y cubrió sus patas con unas placas de plomo
para ocultar el anillo en la radiografía, y luego las tapó con tantas
vendas y pegamento que resultaría imposible quitárselas. Pensaba la
cigüeña que así podría ir al médico sin ser descubierta, y que más
adelante encontraría la forma de devolver el anillo.
Ya más tranquila, la cigüeña echó a volar para reunirse con el
conejo, sin darse cuenta de que nunca podría volar con tantísimo peso en
sus patas. Y tan pronto saltó del nido, cayó como una piedra, sin poder
hacer nada para evitar darse el mayor de los batacazos. Pero no contra
el suelo, sino contra el pobre conejo, que no tuvo tiempo de apartarse.
Allí acudieron ambulancias, médicos, policías y cientos de animales,
preguntándose qué habría pasado para que la cigüeña cayera sobre el
conejo. Y al descubrir las vendas, el plomo, la pintura y el anillo
todos pensaron que el golpe era la última parte del despiadado plan de
la cigüeña para arruinar la boda del conejo. Y en una sola mañana, la
cigüeña se convirtió en el animal más odiado del bosque, y perdió a
todos sus amigos.
Solo mucho tiempo después se atrevió el conejo a visitar a la
cigüeña, pues aún no comprendía por qué se había empeñado en fastidiar
su boda. Esta, arrepentida, le pidió perdón, y le contó la historia del
anillo y todo lo que había ocurrido después.
- Nunca me habría imaginado que todo eso pudiera ocurrir solo por probarse un anillo sin permiso- dijo con buen humor el conejo.
- Es que no fue por eso - replicó avergonzada la cigüeña-, sino por
lo que tuve que hacer para ocultarlo una y otra vez. Nunca te habrías
enfadado tanto si me hubieras descubierto probándome el anillo y
hubieras tenido que ayudarme a quitármelo.
Y viendo la valiosa lección que había aprendido la cigüeña, el conejo
la perdonó públicamente para que pudiera recuperar a sus amigos y
contar su historia, y así ayudar a todos a comprender que lo
verdaderamente malo de las pequeñas mentiras son las grandes mentiras
que hay que inventar para ocultarlas.
P.S.
Detesto, como a las puertas de la muerte, al hombre que dice una cosa, ¡pero esconde otra en su corazón!
Aquiles en la Iliada de Homero
Mis razones declararán la rectitud de mi corazón, y lo que saben mis labios, lo hablarán con sinceridad. Job. 33,3
“El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno.” Rm. 12,9
Estas son las cosas que ustedes deben hacer: Hablen verazmente unos con otros. Zac. 8,16
"Por lo tanto, habiendo dejado la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo." Ef. 4,25
"No os engañéis: que ni.... los estafadores heredarán el reino de Dios" 1Cor. 6,9;10
La meta de las personas honestas es "que no defrauden, sino que demuestren toda buena fe" Tito 2,10
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