UN VÍDEOJUEGO
P.P.S.
Adrián era el rey de los videojuegos, el más rápido con un tablet en
la mano. Pasaba horas ante la pantalla, y esperaba las vacaciones para
poder probar su nuevo juego. Según decían, su último nivel era el mejor
que se había hecho nunca y, tras pasar días jugando, consiguió
alcanzarlo. Al momento, luces y sonidos de fiesta lo rodearon, una
niebla blanca lo cubrió todo y, en mitad del espectáculo… ¡el tablet
tomó vida y se lo tragó!
Cuando se recuperó, Adrián estaba dentro del videojuego, y usaba su
tablet para moverse a sí mismo. Emocionado, esperaba enfrentarse a los
peores rivales. Sin embargo, su primer rival era un muro de cristal que
no hacía nada. Adrián tocó su tablet para destrozar el muro pero, nada
más tocarlo, una fuerza invisible lo levantó por los aires y comenzó a
aplastarlo una y otra vez contra el cristal. Adrián movía sus ágiles
dedos sobre la superficie del tablet para liberarse, pero cuanto más lo
intentaba, más golpes recibía. Él nunca se rendía, hasta que tras horas
de golpes no pudo más y arrojó el tablet al suelo. Este se partió en mil
pedazos, y al instante lo mismo ocurrió con el cristal. Sin el cristal,
Adrián pudo descubrir una máquina para tratarlo como si fuera uno de
sus propios dedos, programada simplemente para repetir sus movimientos.
- ¡Vaya!- se dijo - nunca había pensado lo mucho que hago sufrir a mis dedos mientras juego…
Dolorido y cansado, decidió seguir adelante. Al poco, quedó atrapado
en una extraña pompa de jabón. La pompa voló hasta un lugar con mil
luces brillantes, y allí se volvió loca, moviéndose sin control. Adrián
disfrutó rebotando y dando vueltas en su interior, pero después empezó a
cansarse. Al final, tantas luces y movimientos se le hicieron
imposibles de aguantar. Cuando ya no pudo más, Adrián cerró los ojos y
se puso a llorar. Entonces cesaron las luces, la pompa se inundó, y el
agua lo arrastró fuera. Mientras se alejaba, Adrián pudo descubrir que
aquella pompa era simplemente uno de sus propios ojos.
- ¡Vaya! - se dijo - nunca había pensado lo mucho que hago sufrir a mis ojos mientras juego…
Todavía secándose las lágrimas, Adrián llegó a un parque precioso,
con columpios, toboganes y todo tipo de diversiones, en el que otros
niños jugaban y lo invitaban a entrar.
-¿Dónde está la trampa? - preguntó.
- En que no puedes jugar solo - le respondieron - si te quedas solo, desapareces.
Adrián se unió al resto de niños. Jugaron tantísimo tiempo que se
olvidó de todos sus dolores, y se hizo muy amigo de todos. Sin duda fue
la mejor parte del videojuego.
- ¡Vaya! - se dijo en voz alta- nunca pensé que jugar en un parque pudiera ser tan divertido.
Nada más decir esas palabras, todo desapareció, y se oyó una gran voz.
- ¡Has ganado! ¡Has completado el último nivel! ¡Fuera de aquí!
Adrián salió disparado del tablet, yendo a caer de nuevo en el sillón
de su casa. Había sido toda una aventura y tenía ganas de repetir. Pero
entonces se acordó de sus sufridos dedos, de sus doloridos ojos, y de
lo bien que se lo había pasado en el parque jugando con los otros niños…
y prefirió llamar a sus amigos para salir un rato a jugar.
DIOS CONTIGO
No hay comentarios:
Publicar un comentario
GRACIAS POR TU COMENTARIO, PRONTO ESTAREMOS COMUNICANDONOS CONTIGO...
CON AMOR, MARIAM...