jueves, 10 de noviembre de 2011

EL ESPIRITU SANTO Y LA VIDA CRISTIANA




A partir del Bautismo, el Espíritu divino habita en el cristiano como en su templo. Gracias a la fuerza del Espíritu que habita en nosotros, el Padre y el Hijo vienen también a habitar en cada uno de nosotros.

El don del Espíritu Santo es el que:

bullet nos eleva y asimila a Dios en nuestro ser y en nuestro obrar;
bullet nos permite conocerlo y amarlo;
bullet hace que nos abramos a las divinas personas y que se queden en nosotros.   
 
La vida del cristiano es una existencia espiritual, una vida animada y guiada por el Espíritu hacia la santidad o perfección de la caridad. Gracias al Espíritu Santo y guiado por Él, el cristiano tiene la fuerza necesaria para luchar contra todo lo que se opone a la voluntad de Dios.

Dones

Para que el cristiano pueda luchar, el Espíritu Santo le regala sus siete dones, que son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu. Estos dones son:
  1. Don de Ciencia: es el don del Espíritu Santo que nos permite acceder al conocimiento. Es la luz invocada por el cristiano para sostener la fe del bautismo.
  2. Don de consejo: saber decidir con acierto, aconsejar a los otros fácilmente y en el momento necesario conforme a la voluntad de Dios.
  3. Don de Fortaleza: es el don que el Espíritu Santo concede al fiel, ayuda en la perseverancia, es una fuerza sobrenatural.
  4. Don de Inteligencia: es el del Espíritu Santo que nos lleva al camino de la contemplación, camino para acercarse a Dios.
  5. Don de Piedad: el corazón del cristiano no debe ser ni frío ni indiferente. El calor en la fe y el cumplimiento del bien es el don de la piedad, que el Espíritu Santo derrama en las almas.
  6. Don de Sabiduría: es concedido por el Espíritu Santo que nos permite apreciar lo que vemos, lo que presentimos de la obra divina.
  7. Don de Temor: es el don que nos salva del orgullo, sabiendo que lo debemos todo a la misericordia divina. 
 
Por otro lado, los frutos del Espíritu Santo son:
  1. Caridad.
  2. Gozo.
  3. Paz.
  4. Paciencia.
  5. Longanimidad.
  6. Bondad.
  7. Benignidad.
  8. Mansedumbre.
  9. Fe.
  10. Modestia.
  11. Continencia.
  12. Castidad. 
 
Símbolos

Al Espíritu Santo se le representa de diferentes formas:

bullet Agua: El simbolismo del agua es significativo de la acción del Espíritu Santo en el Bautismo, ya que el agua se convierte en el signo sacramental del nuevo nacimiento.
bullet Unción: Simboliza la fuerza. La unción con el óleo es sinónima del Espíritu Santo. En el sacramento de la Confirmación se unge al confirmado para prepararlo a ser testigo de Cristo.
bullet Fuego: Simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu.
bullet Nube y luz: Símbolos inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo. Así desciende sobre la Virgen María para "cubrirla con su sombra". En el Monte Tabor, en la Transfiguración, el día de la Ascensión; aparece una sombra y una nube.
bullet Sello: Es un símbolo cercano al de la unción. Indica el carácter indeleble de la unción del Espíritu en los sacramentos y hablan de la consagración del cristiano.
bullet La Mano: Mediante la imposición de manos los Apóstoles y ahora los Obispos, trasmiten el "don del Espíritu".
bullet La Paloma: En el Bautismo de Jesús, el Espíritu Santo aparece en forma de paloma y se posa sobre Él.

Los nombres y símbolos del Espíritu Santo

OBJETIVO

Conocer, descubrir y valorar los nombres, signos y símbolos con los que se reconoce y representa al Espíritu Santo como medios por los cuales Dios nos habla y transmite su gracia para una acción más eficaz de la misma gracia de Dios en nosotros.

NOTAS PEDAGÓGICAS
Frecuentemente caemos el la confusión de identificar al Espíritu Santo con sus símbolos y nombres pero es necesario precisar la distinción que hay entre la Persona del Espíritu Santo y aquello que lo representa. Es decir, el Espíritu Santo no se limita a la simple representación de agua, fuego, paloma, aceite, viento, nube, mano, etc., que indican un aspecto de su riqueza pero no lo agotan.

VEAMOS
Es común entre nosotros identificar personas, instituciones, empresas, fábricas, anuncios, etc., con sólo ver el logotipo que las representa.
Con el nombre nos dirigimos y distinguimos a una persona de otra y además expresamos por algunos rasgos y características su forma de ser y actuar. A veces, incluso, por este proceder, las llamamos con apodos, u otras formas cariñosas de dirigirnos y reconocer lo que son y lo que hacen.
Entre otros signos y símbolos comunes que a diario manejamos son por ejemplo:
El signo económico de pesos tan común y conocido; el símbolo de tránsito de no estacionarse; la barra roja y blanca de las carnicerías; la cruz de un cristiano (en el cuello, en la casa, en el carro etc.); el moño negro en la puerta de las casas que indica luto, y otros tantos que podemos identificar.
Todos ellos nos sirven para representar la realidad que está detrás del símbolo y que siempre es mucho más rica.
Enseguida se pueden mencionar, escribir y señalar otros nombres, signos y símbolos que son de uso y conocimiento común y que no han sido señalados.

PENSEMOS
Hermosos son los nombres con que la tradición de la Iglesia designa al Espíritu Santo: «Padre de los pobres... Consolador óptimo.. Dulce huésped del alma..». Con ellos expresan la experiencia de su presencia recatada, escondida, siempre actual, siempre vigente.
Del Espíritu Santo tenemos nombres, símbolos, y la constancia de su acción, pero no tenemos representaciones como las de Jesucristo. Esto, a veces nos pesa, quisiéramos conocerlo mejor, relacionarnos con El... Pero conviene que así sea porque nos mantiene siempre abiertos a sus manifestaciones.

El nombre propio del Espíritu Santo
«Espíritu Santo», tal es el nombre propio de Aquel que adoramos y glorificamos con el Padre y el Hijo.

Los apelativos del Espíritu Santo
Jesús, cuando anuncia y promete la venida del Espíritu Santo, le llama el «Paráclito» es decir, «aquel que es llamado junto a uno» (Jn 14, 16.26; 15,26; 1 6, 7). «Paráclito» se traduce por «consolador», siendo Jesús el primer consolador. El mismo Señor llama al Espíritu Santo «Espíritu de Verdad» (ver Jn. 16,13).
Además de su nombre propio, que es el más empleado en el libro de los Hechos de los Apóstoles y en las cartas de los apóstoles, en 5. Pablo es llamado: el Espíritu de la promesa, el Espíritu de adopción, el Espíritu de Cristo (Rom 8, II), el Espíritu del Señor (2 Co 3, 17), el Espíritu de Dios (Rom 8, 9. 14; 15, 19; 1 Co 6, 11; 7, 40), y San Pedro lo llama el Espíritu de gloria (1 P 4, 14).
La multiforme acción del Espíritu Santo, se nos expresa a través de un buen número de imágenes y símbolos. Consideramos ahora algunos:

Agua
El agua significa la acción del Espíritu Santo en el Bautismo; así, el agua bautismal significa realmente que nuestro nacimiento a la vida divina se nos da en el Espíritu Santo.
El Espíritu fecundaba las aguas propiciando la vida. La tierra caótica iba adquiriendo figura por la acción fecundante del Espíritu. Donde hay caos, vacío, confusión y muerte, el Espíritu vivifica.

La vida primera nace desde las aguas por obra del Espíritu
Las torrenciales aguas del diluvio sumergen el pecado de la humanidad y salvan a un hombre justo y su familia, la tierra es renovada para siempre.
El pecado y la maldad han sido sumergidos en el agua. La humanidad revive y se recrea nuevamente.
Las aguas del Mar Rojo, por la acción del Espíritu, salvaron a Israel de la esclavitud.
La promesa de Dios es un agua purificadora y un Espíritu renovador. El agua es condición para la vida, hace crecer y desarrollarse, refresca y purifica, es alegre y transparente, el agua sirve de cuna al hombre nueve meses. No podríamos vivir sin ella. Renueva la tierra. Alimenta las plantas, comunica la vida, nos sostiene y nos limpia el alma.
El Espíritu es el agua que quita la sed para siempre. El Espíritu es el dador de la vida.
Un día también por el Agua y el Espíritu nosotros renacimos para Dios. Llevamos el sello maravillosos de su paso por nosotros.

Unción
El aceite derramado sobre una persona es un signo de elección. Es el ungido, el llamado, el elegido y el consagrado.

Asume una misión, una tarea, una responsabilidad.

Su vida queda marcada para siempre por su Dios.
Así sucedió con los reyes de Israel. Eran ungidos como servidores de su pueblo. David, por ejemplo, fue ungido por Samuel; Aarón fue ungido por Moisés, al igual que el altar del Templo.
Los profetas eran ungidos por el Espíritu para proclamar con valor las palabras y la voluntad de Dios. El ungido es un servidor. El ungido está señalado para el testimonio. El ungido es el protegido de Dios. Pertenece a El. A El obedece. A El sirve. Para El vive. Y en su nombre habla o actúa.
“Cristo" quiere decir «ungido». Jesús es el Ungido por excelencia. El servidor de Dios. El profeta de la verdad.
Jesús es el Ungido por el Espíritu «para proclamar el Evangelio a los pobres, y la liberación a los oprimidos» (Lc 4, 1 8).

La unción es un gesto que consagra a quien la recibe.
El ungido (el cristiano), es un elegido de Dios. El le confía una misión. Lo fortalece en la dificultad. Lo sana de sus enfermedades. Lo llena del Espíritu Santo. El ungido recibe el Espíritu para dar testimonio. Está marcado para siempre. Está sellado por el mismo Dios. Camina con el perfume de la fe. El Espíritu nos consagra para siempre. Nos hace testigos, discípulos, enviados, misioneros de Jesucristo en el mundo.
Estamos marcados con su sello. Y por eso vivimos (ver Lc 7, 36-50; Jn 19, 38-42).

Fuego
Mientras que el agua significaba el nacimiento y la fecundidad de la vida dada en el Espíritu Santo, el fuego simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu Santo.
El fuego calienta la casa, prepara la comida, funde los metales e ilumina la oscuridad.
El fuego invita a reunión, a intimidad, a confidencia, a diálogo y a fiesta.
Hay también fuego que quema y que hiere. Hay fuegos de agresiones y armamentos. Y hay fuegos destructivos como bombas.
Pero existe sobre todo el fuego intenso y sostenido del amor. Es el fuego que arde en cada hombre que siente, que lucha y que ama. Es un fuego permanente, activo y en movimiento.
Es el fuego que no cansa, que no reposa, que no se apaga. Es el amor. El fuego de la vida.
El Dios del amor por el dolor de sus hijos. Mientras caminaban por el desierto el amor de Dios los protegía. El fuego y la nube: el Espíritu de Dios.
El Espíritu es un fuego que arde sin consumirse. Necesitamos el fuego de Dios. Cada día es Pentecostés. Cada día nos levantamos valientemente y salimos a proclamar nuestra fe por las calles.

La nube y la luz
Estos dos símbolos son inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo. La Nube, unas veces oscura, otras luminosa, revela al Dios vivo y salvador, tendiendo así un velo sobre la trascendencia de su gloria.
Las nubes, por su situación etérea, su movilidad, por ser portadoras de la lluvia benéfica o de la tempestad devastadora, han dado pie a muchos simbolismos; acompañan las manifestaciones de Dios, lo enmarcan, son su trono, lo manifiestan.
"Entonces la nube cubrió la tienda de la reunión... (ver Ex 40, 34-38).

En la dedicación del templo de Salomón (1 Rom 8, lo-II; Lc 1, 34-35). Y en la Transfiguración (Mt 17, 5).

Sello
El sello es un símbolo cercano al de la unción. En efecto, es Cristo a quien "Dios ha marcado con su sello" (Jn 6, 27) y el Padre nos marca también en El con su sello. Como la imagen del sello indica el carácter indeleble de la Unción del Espíritu Santo en los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y del Orden, esta imagen se ha utilizado para expresar el "carácter" imborrable impreso por estos tres sacramentos, los cuales no pueden recibirse de nuevo.
Para nosotros, hoy, el sello es un relieve en goma que, entintado, deja una marca en un documento y lo legaliza, lo autentifica.
"En él también ustedes, después de haber oído la palabra de la verdad, el evangelio de su salvación, en él también, después de haber creído, fueron sellados con el Espíritu Santo..." (Ef 1, 13). "Y no disgusten al Espíritu Santo de Dios, en el cual fueron sellados para el día de la redención" (Ef 4, 30).

El dedo
Para expresar antropomorfitamente la fuerza de Dios se usa referirse a su brazo (Dt 4, 34), a su mano (Ez 20, 33) a los dedos: los cielos son su obra (Sal 8, 4).
Por el dedo de Dios expulso yo (Jesús) los demonios" (Lc II ,20). Si la Ley de Dios ha sido escrita en tablas de piedra "por el dedo de Dios" (Ex 31,18), la "carta de Cristo" entregada a los apóstoles "está escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de carne del corazón" (2 Co 3,3).

La mano
Imponiendo las manos Jesús cura a los enfermos y bendice a los niños. Mediante la imposición de manos de los apóstoles el Espíritu Santo nos es dado. En la Carta a los Hebreos, la imposición de las manos figura en el número de los "artículos fundamentales", es decir, de las verdades importantes de su enseñanza. Este signo de la efusión todopoderosa del Espíritu Santo, la Iglesia lo ha conservado en sus ritos sacramentales.

Viento

Es otro nombre simbólico de la tercera persona de la Trinidad.
Los antiguos tenían la experiencia del viento, brisa apacible o vendaval destructivo, una realidad inmaterial, no se le veía. No se le puede agarrar, pero es acción realísima, elemento misterioso, indispensable para la vida; el hombre no lo puede domar.
"Entonces Dios formó al hombre del polvo de la tierra, sopló en sus narices aliento de vida y fue el hombre ser viviente" (Gén 2, 7). "Cuando llegó la noche de aquel mismo día (el día de la resurrección)... les dijo por segunda vez: La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo. Y dicho esto sopló y les dijo: Reciban el Espíritu Santo..." (Jn 19, 20.22).

La Paloma
Es la representación simbólica más gráfica y conocida del Espíritu Santo. Al final del diluvio, la paloma soltada por Noé vuelve con una rama tierna de olivo en el pico, signo de que la tierra es habitable de nuevo. Cuando Cristo sale del agua en su bautismo, el Espíritu Santo, en forma de paloma, baja y se posa sobre él. El Espíritu desciende y reposa en el corazón purificado de los bautizados. El símbolo de la paloma para sugerir al Espíritu Santo es tradicional en la iconografía cristiana.

ACTUEMOS
Buscar en la Biblia a qué referencia simbólica del Espíritu Santo se habla en:
Hch 2, 1-3; Gn 1, 1-2; Lc 12,49; Lc 7, 32-50; Mt 3, l3-l7~
¿Qué símbolo representa para ti con mayor claridad la riqueza personal del Espíritu Santo y por qué?
En orden a la vida ¿qué motivaciones de conversión personal y comunitaria despierta en ti el conocimiento de los nombres y símbolos del Espíritu Santo?

CELEBRAMOS
Que el catequista prevea símbolos bíblicos que estén a su alcance: agua, fuego, paloma, aceite, manos, etc., y basándose en ellos manifiesten su acción de gracias como oración, por los bienes que estos mismos dones nos conceden.
Ejemplo. Delante del agua: Gracias Espíritu Santo por la frescura y fecundidad, por la vida que das a la tierra, porque por el agua nos das vida, riqueza, nos purificas, sacias nuestra sed, etc.
Así, sucesivamente todos reunidos se agradezca y pida a Dios por la presencia y acción de su Espíritu en cada uno de nosotros a través de estos símbolos en los sacramentos.

Concluir con un canto:

"El Espíritu del Señor"

El Espíritu del Señor, llenó la faz de la tierra. Aleluya, aleluya, aleluya.

Enviaste, Señor, tu Espíritu
y todo ha sido creado
y se ha renovado la faz de la tierra. (2)
El viene a dar testimonio dé lo que dijo Jesús, y a confirmar, toda su doctrina. (2)



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