viernes, 25 de noviembre de 2011

SANTA CATALINA LABOURÉ

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

Etimológicamente significa " casta, pura". Viene de la lengua griega.
Era la octava de una familia con diez hijos. Cuando murió su madre, tenía entonces nueve años, la recogió una tía suya y vivió en San Remy.
A los 18, volvió a la granja para que su hermana pudiese entrar en las Hijas de la Caridad. Ella tuvo que asumir todos los papeles de una casa.
Era la primera en levantarse para preparar la comida a los campesinos que trabajaban en la granja, lleva el ganado al abrevadero, cuidaba de su hermano enfermo y de su padre. No le faltaba el trabajo a lo elegante joven.
A pesar de todo, no dejaba ningún día de estar algún tiempo en la capilla ante el Señor. Eran tiempos difíciles porque después de la Revolución el clero había descendido mucho para poder atender las necesidades pastorales de tanta gente.
En 1824 comenzó a estudiar con una prima. Ya entonces había tenido un sueño revelador para su futuro.
Una vez que vuelve a la Borgoña, el padre, ante las reiteradas peticiones de su hija, le dejó entrar en el convento de las Hijas de la Caridad.
En 1830 se fue derecha a la Casa Madre de estas religiosas, calle du Bac, en París..
Tuvo otro sueño o visión en el que el Niño Jesús le decía:
"Se buscó un buen director espiritual para los difíciles tiempos de la revolución. Ella aumentaba su oración de día en día, además de su trabajo normal. En otra de sus visiones contempló a la Virgen que desprendía de su cuerpo símbolos de su amor para con los hombres."
El P. Aladel, su director espiritual, estaba desconcertado ante una chica de esta altura espiritual.
La directora del seminario en donde estudiaba, dijo de ella:
"La enviaron a otra cosa y poco a poco su vida se fue apagando."

Sus restos descansan en la Casa Madre de la calle Bac. Murió en 1876.
¡ Felicidades a quienes lleven este nombre!
"Enséñanos, Señor, a servirte como mereces" (San Ignacio de Loyola).



Catalina Labouré, Santa
Fuente: Archidiócesis de Madrid
Religiosa

 


Santa Catalina Labouré
Esta fue la santa que tuvo el honor de que la Sma. Virgen se le apareciera para recomendarle que hiciera la Medalla Milagrosa.

Sus padres tuvieron diecisiete hijos de los que vivieron nueve. Catalina era la séptima. Nació en Fain-les-Moutiers (Francia), el 2 de Enero del 1806. Huérfana de madre desde los nueve años, pasó la niñez entre las aves y los animales de la granja porque tuvo que hacerse cargo de las faenas de la casa junto con su hermana pequeña Tonina. Dos amas de casa, en una familia numerosa, que tenían doce y nueve años.

Ella nota el tirón de la vocación a la vida religiosa. Pero —los santos casi siempre lo tuvieron difícil— tiene que vencer engorrosas y complicadas dificultades familiares para poder realizarla. Incluso tuvo que trabajar como criada y camarera en los negocios de dos hermanos mayores suyos durante algunas temporadas. Lo que pasa es que, cuando Dios llama y uno persevera, las dificultades se superan.

Ingresó en las Hijas de la Caridad que fundó San Vicente de Paul. El amor a Dios le lleva a cumplir fielmente las ocupaciones habituales. Se desenvuelve en la vida sencilla y escondida de una religiosa que tiene por vocación atender a los que están limitados: asilos, hospitales, manicomios, hospicios etc., en donde hay enfermos, sufrimiento, camas, cocina, ropas ... rezos y ¡mucho amor a Dios! Hubiera empleado su vida, como tantas religiosas santas, sin que su nombre hubiera pasado a las líneas de la historia, de no habérsele aparecido la Virgen Santísima en el mes de Julio del 1830 y luego varias veces más. Aún se puede ver, en la rue du Bac, de París, el sillón de respaldo y brazos muy bajos, tapizado de velludillo rojo en donde estuvo sentada Nuestra Señora en la primera aparición. Aparte de otras cosas personales, le pide la Virgen que se grabe una medalla con su imagen en la que aparezcan unos haces de gracia que se derraman desde sus manos para bien de los hombres. Luego, esa medalla ha de difundirse por el mundo. Es el comienzo de la Medalla Milagrosa.

Después pasó su vida desempeñando trabajos escondidos y sin brillo propios de cualquier religiosa. Nadie supo hasta la muerte de esta monjita bretona — no muy letrada— el hecho de las apariciones que ella quiso guardar con el pudor propio de quien conoce la grandeza, las finuras y la personal delicadeza del amor. Sólo tuvo conocimiento puntual el P. Aladel, su confesor.

Muere el 31 de Diciembre del 1876. La canonizó el papa Pío XII.
 

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