MARXISMO Y RELIGIÓN
Pedro Trevijano
Aunque en 1989 pudimos apreciar el
tremendo fracaso del marxismo, sin embargo todavía sigue habiendo gente
que se declara marxista, por lo que me parece interesante tratar de la
relación entre Marxismo y Religión. Para ello, como introducción al
tema, citaré un texto de Carlos Marx y otro de Lenin.
“La indigencia religiosa es, al mismo tiempo, una expresión de la verdadera indigencia y una protesta contra esa verdadera indigencia. La religión es el suspiro de un ser oprimido, la sensibilidad de un mundo insensible, de la misma manera que es el alma de un régimen desalmado. La religión es el opio del pueblo.
La supresión de la religión como felicidad ilusoria del pueblo es una exigencia de la verdadera felicidad. La exigencia de renunciar a las ilusiones acerca de la propia situación es la exigencia de renunciar a una situación que necesite de ilusiones”… La crítica de la religión libera al hombre de las ilusiones para que piense, actúe y cree en su realidad como un hombre emancipado de las ilusiones, como un hombre que ha aprendido a razonar; para que gire alrededor de sí mismo y de su sol verdadero. La religión no es más que un sol ilusorio, que gira alrededor del hombre hasta que éste empieza a girar alrededor de sí mismo” (C. Marx, De la introducción a “Acerca de la Crítica de la Filosofía hegeliana del Derecho”).
“La religión es el opio del pueblo. Esta máxima de Marx constituye la piedra angular de toda la concepción marxista en la cuestión religiosa. El marxismo considera siempre que todas las religiones e iglesias modernas, todas y cada una de las organizaciones religiosas, son órganos de la reacción burguesa llamados a defender la explotación y a embrutecer a la clase obrera…
Debemos luchar contra la religión. Esto es el abecé de todo materialismo y, por tanto, del marxismo. Pero el marxismo no es un materialismo que se detenga en el abecé. El marxismo va más allá. Afirma: hay que saber luchar contra la religión, y para ello es necesario explicar desde el punto de vista materialista los orígenes de la fe y de la religión entre las masas. La lucha contra la religión no debe limitarse ni reducirse a la prédica ideológica abstracta; hay que vincular esta lucha a la actividad práctica concreta del movimiento de clase, que tiende a eliminar las raíces sociales de la religión… El marxismo debe ser materialista, o sea, enemigo de la religión.” (V. Lenin, Del artículo “Actitud del Partido Obrero ante la Religión”).
Leídos estos dos textos, resulta claro que para Marx y Lenin la religión es el opio del pueblo, es decir una droga que crea una felicidad ilusoria, pero que aparta a la gente de la realidad de la vida. La Religión no es sino una interpretación falsa de la situación política y social del hombre, que duerme a éste, en vez de despertarle a los problemas reales. La crítica de la Religión es una tarea educativa que indica no sólo como hay que luchar contra ella, sino también contra las demás alienaciones, no conformándose con una crítica superficial, sino buscando la raíz escondida y profunda de los problemas.
“La indigencia religiosa es, al mismo tiempo, una expresión de la verdadera indigencia y una protesta contra esa verdadera indigencia. La religión es el suspiro de un ser oprimido, la sensibilidad de un mundo insensible, de la misma manera que es el alma de un régimen desalmado. La religión es el opio del pueblo.
La supresión de la religión como felicidad ilusoria del pueblo es una exigencia de la verdadera felicidad. La exigencia de renunciar a las ilusiones acerca de la propia situación es la exigencia de renunciar a una situación que necesite de ilusiones”… La crítica de la religión libera al hombre de las ilusiones para que piense, actúe y cree en su realidad como un hombre emancipado de las ilusiones, como un hombre que ha aprendido a razonar; para que gire alrededor de sí mismo y de su sol verdadero. La religión no es más que un sol ilusorio, que gira alrededor del hombre hasta que éste empieza a girar alrededor de sí mismo” (C. Marx, De la introducción a “Acerca de la Crítica de la Filosofía hegeliana del Derecho”).
“La religión es el opio del pueblo. Esta máxima de Marx constituye la piedra angular de toda la concepción marxista en la cuestión religiosa. El marxismo considera siempre que todas las religiones e iglesias modernas, todas y cada una de las organizaciones religiosas, son órganos de la reacción burguesa llamados a defender la explotación y a embrutecer a la clase obrera…
Debemos luchar contra la religión. Esto es el abecé de todo materialismo y, por tanto, del marxismo. Pero el marxismo no es un materialismo que se detenga en el abecé. El marxismo va más allá. Afirma: hay que saber luchar contra la religión, y para ello es necesario explicar desde el punto de vista materialista los orígenes de la fe y de la religión entre las masas. La lucha contra la religión no debe limitarse ni reducirse a la prédica ideológica abstracta; hay que vincular esta lucha a la actividad práctica concreta del movimiento de clase, que tiende a eliminar las raíces sociales de la religión… El marxismo debe ser materialista, o sea, enemigo de la religión.” (V. Lenin, Del artículo “Actitud del Partido Obrero ante la Religión”).
Leídos estos dos textos, resulta claro que para Marx y Lenin la religión es el opio del pueblo, es decir una droga que crea una felicidad ilusoria, pero que aparta a la gente de la realidad de la vida. La Religión no es sino una interpretación falsa de la situación política y social del hombre, que duerme a éste, en vez de despertarle a los problemas reales. La crítica de la Religión es una tarea educativa que indica no sólo como hay que luchar contra ella, sino también contra las demás alienaciones, no conformándose con una crítica superficial, sino buscando la raíz escondida y profunda de los problemas.
Para el marxismo el problema religioso es de naturaleza política.
Resuelto el problema político, la religión desparecerá por sí sola. No
sería por ello en realidad necesario perseguir a la religión, aunque en
la práctica tantas veces haya sucedido así.
El análisis de Marx jamás habría tenido tanto impacto, especialmente entre los desheredados y oprimidos, si el elemento profético y mesiánico no estuviera presente en su filosofía de la historia y en las promesas que hizo, como si fuera un profeta de la antigüedad. El marxismo es casi religioso por el papel que confiere a los desheredados en la lucha por la liberación final.
Recuerdo un amigo mío que me dijo, tras un viaje a la Unión Soviética: “estamos asistiendo al nacimiento de una nueva Religión”, pero sus contradicciones le hicieron perder el tren de la Historia, al no lograr una clase media digna de tal nombre. Recuerdo que en un viaje a Moscú hará unos diez años, la guía nos dijo: “Moscú es la tercera ciudad del mundo en multimillonarios”. El marxismo cree en el odio y en las luchas violentas, por lo que difiere considerablemente de la versión cristiana del Mesías que gana a la humanidad por el amor, la mansedumbre y la no violencia...
La crítica marxista de la religión parte de un falso presupuesto: la posibilidad de llegar en este mundo a una sociedad ideal. Pero en el hombre existen problemas personales, como el amor, el sufrimiento, la muerte, la existencia de Dios e incluso el pecado original, que no se resuelven con el simple establecer unas estructuras comunistas y son insolubles en una visión puramente materialista de la vida. Por ello la solución marxista al problema religioso es radicalmente insuficiente, al no presentar razones para la esperanza y no resolver el problema básico del sentido de la vida, cayendo además fácilmente, como muestra la experiencia, en el Totalitarismo y en el genocidio, genocidio que avalan cien millones de muertos, mientras que la creencia en Dios y en una auténtica religiosidad, no sólo no atenta contra la dignidad humana, ni supone una fuga de las realidades temporales, sino que fomenta como se ve en la ingente obra social de la Iglesia la fraternidad y la solidaridad, cuyo nombre cristiano es caridad.
El análisis de Marx jamás habría tenido tanto impacto, especialmente entre los desheredados y oprimidos, si el elemento profético y mesiánico no estuviera presente en su filosofía de la historia y en las promesas que hizo, como si fuera un profeta de la antigüedad. El marxismo es casi religioso por el papel que confiere a los desheredados en la lucha por la liberación final.
Recuerdo un amigo mío que me dijo, tras un viaje a la Unión Soviética: “estamos asistiendo al nacimiento de una nueva Religión”, pero sus contradicciones le hicieron perder el tren de la Historia, al no lograr una clase media digna de tal nombre. Recuerdo que en un viaje a Moscú hará unos diez años, la guía nos dijo: “Moscú es la tercera ciudad del mundo en multimillonarios”. El marxismo cree en el odio y en las luchas violentas, por lo que difiere considerablemente de la versión cristiana del Mesías que gana a la humanidad por el amor, la mansedumbre y la no violencia...
La crítica marxista de la religión parte de un falso presupuesto: la posibilidad de llegar en este mundo a una sociedad ideal. Pero en el hombre existen problemas personales, como el amor, el sufrimiento, la muerte, la existencia de Dios e incluso el pecado original, que no se resuelven con el simple establecer unas estructuras comunistas y son insolubles en una visión puramente materialista de la vida. Por ello la solución marxista al problema religioso es radicalmente insuficiente, al no presentar razones para la esperanza y no resolver el problema básico del sentido de la vida, cayendo además fácilmente, como muestra la experiencia, en el Totalitarismo y en el genocidio, genocidio que avalan cien millones de muertos, mientras que la creencia en Dios y en una auténtica religiosidad, no sólo no atenta contra la dignidad humana, ni supone una fuga de las realidades temporales, sino que fomenta como se ve en la ingente obra social de la Iglesia la fraternidad y la solidaridad, cuyo nombre cristiano es caridad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
GRACIAS POR TU COMENTARIO, PRONTO ESTAREMOS COMUNICANDONOS CONTIGO...
CON AMOR, MARIAM...