Audio-Santoral: SAN JOSÉ BENITO COTTOLENGO
Jn. 13, 16-20
La centralidad de la persona. En nuestra sociedad parece que hacer es el
termómetro del valor de una persona. Dentro de esta dinámica es fácil
que las personas sean tratadas como instrumentos; fácilmente nos
utilizamos los unos a los otros. Hoy, el Evangelio nos urge a
transformar esta dinámica en una dinámica de servicio: el otro nunca es
un puro instrumento. Se trataría de vivir una espiritualidad de
comunión, donde el otro —en expresión de Juan Pablo II— llega a ser
“alguien que me pertenece” y un “don para mí”, a quien hay que “dar
espacio”. Nuestra lengua lo ha captado felizmente con la expresión:
“estar por los demás”. ¿Estamos por los demás? ¿Les escuchamos cuando
nos hablan?
En la sociedad de la imagen y de la comunicación, esto no es un mensaje a transmitir, sino una tarea a cumplir, a vivir cada día: «Dichosos seréis si lo cumplís» (Jn 13,17). Quizá por eso, el Maestro no se limita a una explicación: imprime el gesto de servicio en la memoria de aquellos discípulos, pasando inmediatamente a la memoria de la Iglesia; una memoria llamada constantemente a ser otra vez gesto: en la vida de tantas familias, de tantas personas.
Finalmente, un toque de alerta: «El que come mi pan ha alzado contra mí su talón» (Jn 13,18). En la Eucaristía, Jesús resucitado se hace servidor nuestro, nos lava los pies. Pero no es suficiente con la presencia física. Hay que aprender en la Eucaristía y sacar fuerzas para hacer realidad que «habiendo recibido el don del amor, muramos al pecado y vivamos para Dios» (San Fulgencio de Ruspe).
En la sociedad de la imagen y de la comunicación, esto no es un mensaje a transmitir, sino una tarea a cumplir, a vivir cada día: «Dichosos seréis si lo cumplís» (Jn 13,17). Quizá por eso, el Maestro no se limita a una explicación: imprime el gesto de servicio en la memoria de aquellos discípulos, pasando inmediatamente a la memoria de la Iglesia; una memoria llamada constantemente a ser otra vez gesto: en la vida de tantas familias, de tantas personas.
Finalmente, un toque de alerta: «El que come mi pan ha alzado contra mí su talón» (Jn 13,18). En la Eucaristía, Jesús resucitado se hace servidor nuestro, nos lava los pies. Pero no es suficiente con la presencia física. Hay que aprender en la Eucaristía y sacar fuerzas para hacer realidad que «habiendo recibido el don del amor, muramos al pecado y vivamos para Dios» (San Fulgencio de Ruspe).
Rev. D.
David
COMPTE i Verdaguer
(Manlleu, Barcelona, España)
«Si no tienes veneración suma
por el estado sacerdotal y el religioso, no es cierto
que ames a la Iglesia de Dios.»
San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino,
San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino,
n. 526
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