DOMINGO DE RESURRECCIÓN
La Pascua de Jesús lo cambia todo: los hombres y las cosas, su vida,
su historia... Nunca hubo cambio tan radical como el de la Resurrección
de Jesús. Y es que la Resurrección es el triunfo de la vida sobre la muerte. La Pascua es, ante todo, la fiesta de la Vida.
En este Domingo gritamos alegres
¡Aleluya!
Dios abraza a la humanidad entera
desde la pasión inmensa que siente por nosotros.
¡Aleluya!
Dios abraza a la humanidad entera
desde la pasión inmensa que siente por nosotros.
¡El Señor ha Resucitado! ¡Aleluya!
Todas nuestras manos vacías,
todas nuestras manos sucias,
todas nuestras manos cansadas,
todas nuestras manos llenas de cosas,
todas nuestras manos amenazantes,
todas nuestras manos...
por la Resurrección del Señor
quedan liberadas para abrazar con todas las fuerzas.
¡El Señor ha Resucitado! ¡Aleluya!
Hoy la Iglesia se engalana con sus mejores ropajes,
inundada por tan inmensa Luz;
hoy los creyentes sentimos y celebramos
que la vida vence todas las sombras de muerte,
que la Resurrección es esperanza para todos.
¡El Señor ha Resucitado! ¡Aleluya!
Hoy con Jesús, el Cristo, todos resucitamos,
todos renovamos nuestro compromiso
de apostar por la vida y por el optimismo;
por los buenos proyectos y por los más desfavorecidos;
por los más indiferentes y por la paz sin condiciones;
por el bien común, por la desapropiación que humaniza;
por la liberación de toda atadura
y por los hermanos antes que por nosotros mismos.
Gritemos con nuestra vida que
¡El Señor ha Resucitado! ¡Aleluya!
¡Feliz Pascua de Resurrección!
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