La plenitud de la vida
cristiana sólo puede habitar en Dios quien es Orden Perfecto, o sea, la
Unidad en la Multiplicidad, que se comunica a toda Su Creación. Toda la
creación evoca la Perfección del Creador, y esa Perfección es Amor en
todas sus manifestaciones, que por venir de la Perfección Absoluta se
manifiesta en la abundancia espectacular del Orden en Plenitud, que da
gloria al Altísimo.
Por eso el 7 divino es
la suma del 3 + 4; el 3 que hace referencia a la vida de Dios, es decir,
a la Trinidad, y el 4 que se refiere a la obra creadora de Dios y que
se encuentra representada en los cuatro elementos de la naturaleza, es
decir, fuego, aire, tierra y agua. Así entonces 7 es reflejo de Dios y
su Creación.
Asimismo, si bien todo
el simbolismo del número 7 se encuentra tanto en el Antiguo como en el
Nuevo Testamento, resulta de particular importancia lo que fue la
creación de los cielos y tierra, tal y como lo menciona el Génesis:
“Fueron, pues,
acabados el cielo y la tierra con todo el ornato de ellos. El día
séptimo terminó Dios la obra que había hecho; y descansó en el día
séptimo (…) Y bendijo Dios el séptimo día y lo santificó porque en él descansó Dios de toda su obra que en la creación había realizado”
Gen. 2,1-3
También el número 7
simboliza la alianza hecha por Dios con el hombre y que se pone de
manifiesto en el arcoíris, descrito por Juan en el Apocalipsis, tanto en
el Trono de Dios (4, 3) como en el Ángel Poderoso que hace un juramento
y que viene con el arcoíris sobre su cabeza (10, 1). Y dijo Dios:
“He aquí que Yo
establezco mi pacto con vosotros y con vuestra descendencia después de
vosotros (…) Pondré mi arco en las nubes, que servirá de señal de pacto
entre Mí y la tierra”
Gen. 9, 9 y 13
Por ello el arcoíris no
es sólo símbolo de esa Nueva Alianza de Dios con el hombre, sino que
también es una Alianza de Plenitud, de la verdadera santidad a la que el
hombre está llamado desde el origen y que se encuentra representada en
sus siete colores. Ya que a través de ellos Dios nos invita como
criaturas suyas a retornar a ser Imagen y Semejanza suya, a volver a
tener aquella Semejanza con Dios que Adán tenía cuando fue creado
inocente y que perdió con el pecado, pues nosotros somos Imagen creada
de Dios en nuestra propia naturaleza humana, de la misma manera que el
Verbo de Dios es la Imagen increada y consubstancial del Padre. Sólo así
se puede pues cumplir la Palabra de Jesucristo: “Sed pues perfectos como mi Padre celestial es perfecto” (Mt. 5, 48).
Es por eso que parte de
la esencia natural de Dios está conformada por decirlo así en 7 formas,
como los capítulos de un libro que nos ayudan a comprender mejor su
lectura, así es la Perfección Divina. El número 7, tiene la misma
connotación en la Sagrada Escritura, es decir, Perfección o Plenitud, de
tal manera que la interacción de esta realidad septiforme de Dios nos
debe llevar a la perfección humana y a la espiritual, que deben
reflejar:
Santidad en Perfección del Ser
Orden en Armonía del Ser
Disciplina del Ser
Abundancia del Ser
Misticismo del Ser
Amor del Ser
Creatividad del Ser
Ahora bien, traemos a
cuenta los nombres de las primeras comunidades de Asia Menor a quienes
Juan se dirigía al escribir el Apocalipsis, comunidades de su tiempo y a
la vez comunidades de la Historia de la Iglesia, tanto en el ámbito
natural como sobrenatural y que tienen los nombres de:
Éfeso
Esmirna
Pérgamo
Tiatira
Sardes
Filadelfia
Laodicea
Estas 7 realidades del
ser adecuadas a cada una de las 7 Iglesias del Apocalipsis evocan
también un color del arcoíris multicolor que descompone el prismático
perfecto de la Luz Blanca de Dios. Y también son custodiadas por cada
uno de los 7 Ángeles representados en las 7 estrellas que están en la
mano derecha del Hijo de Hombre, figura resplandeciente que se presenta a
Juan en Patmos y que lo hace caer de rodillas (Ap. 1, 20).
Pero no se debe quedar
sólo en lo místico sino que tenemos que aterrizar esta enseñanza en el
proceso espiritual hacia la consecución de la Plenitud, que también debe
basarse en un proceso de 7 etapas que van desde la negación del yo
hasta la edificación del Verbo encarnado en nosotros, o sea la
Plenitud.
Y pudiéramos seguir con
la comparación de esta vida septiforme con los 7 Sacramentos y también
las 7 Virtudes en contra de los 7 pecados capitales a saber:
Humildad vs Soberbia
Generosidad vs Avaricia
Castidad vs Lujuria
Templanza vs Gula
Caridad vs Envidia
Paciencia vs Ira
Diligencia vs Pereza
Dicho en el orden sobrenatural y
místico, las 7 realidades del Ser deben ser la infusión de una Nueva
Vida; son las que van moldeando la personalidad del Nuevo Ser, del ser
sobrenatural. Es en el arcoíris que la luz blanca –como símbolo de la
Plenitud– se descompone en sus 7 colores primarios básicos; y debe el
ser, con su entrega diaria, volver a juntar los 7 colores para
convertirlos en luz blanca. Es en el fluir de ese arcoíris, por cada
color, por cada carisma, en que fluye la Perfección hacia el ser que al
juntarse en él se convierte en luz blanca. Así un ser con sus 7
realidades debe ser reflejo de luz, santo de luz, imagen que comparte la
luz de Cristo y se mira en el espejo de María para iluminar y vivir la
Nueva Vida Eterna desde ahora, desde este mundo sobrenatural que habrá
de prolongarse por toda la eternidad.
Se puede decir entonces que la
esclavitud hecha a María, entre otras cosas, recibe unas gracias, unos
carismas, que son:
(1)dones,
(2)capacidades,
(3)gracias,
(4)sabiduría,
(5)conocimientos,
(6)aptitudes,
(7))sensibilidad.
Entre los hombres y
Dios se han desarrollado estos carismas que reflejan el mundo de Dios,
el arcoíris sobrenatural. Y llegan los tiempos en que María desea que
surja este hombre nuevo, renovado, restituido para que sea en él el
Verbo encarnado de Dios.
Luis Eduardo López Padilla
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