A NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED
Dulce es nombrarte, María, y no hay gozo en el mundo que pueda
compararse al de tu amor maternal.
Si nuestros amigos nos defraudan en
ti encontramos a la Madre que nunca falla.
Si caemos en pecado, en ti
encontramos el refugio y el auxilio para levantarnos.
Si la fortaleza
del cuerpo se debilita, tú siempre nos sostienes con maternal amor.
Si
lloramos, nos acompañas en el dolor.
Alegres, participas de nuestras
alegrías.
Siempre nos acoges porque somos tus hijos, hijos de tu
inmaculado y doloroso corazón.
¿Qué haríamos sin ti, Madre nuestra?
¿Cómo responder dignamente a tu amor de Madre? Si quieres nuestros
corazones, aquí los tienes, prontos a brindarte su amor filial y a
manifestártelo en el seguimiento fiel a tu Hijo.
Si te gusta una
expresión de amor, acepta la que te tributamos en este día como signo de
nuestra piedad filial.
Bendita Madre nuestra de la Merced, no nos dejes solos durante nuestro peregrinar en esta vida.
No nos dejes entregados a nuestras débiles
fuerzas, ya que sin tu maternal intercesión desfalleceríamos en el
camino.
Madre del Señor y Madre nuestra, obtennos de tu Hijo la fuerza del Espíritu para que anime y fortalezca nuestros pasos.
Madre de la Merced, ayúdanos a dar valiente testimonio de vida cristiana y a ser generosos en el servicio de amor a los hermanos.
Amén.
DIOS CONTIGO
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