sábado, 24 de diciembre de 2016

VIGÉSIMO OCTAVO DÍA - ADVIENTO 2016

“CARIDAD”
Perdona todo y olvida todo. Esta noche buena.
La caridad es la virtud por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios. La culminación de todas nuestras obras es el amor. Ámense unos a otros como yo los he amado. La caridad vivifica y da forma a todas las demás virtudes y actos de la vida cristiana. La caridad se caracteriza por estar más cerca de la gracia santificante. La caridad se sitúa ya en el mundo en un estado de eternidad, puesto que la caridad alcanza a Dios ya en esta vida.
 
 
 
Hubo un padre que tenía tres hijos, pero era tan pobre, que no sabía cómo mantenerlos. Así es que, con todo el sentimiento y el dolor de su alma, un día mandó reunirse a los tres y les dijo:

-Hijos míos, ya veis. Soy tan pobre, que no puedo manteneros, y mis esfuerzos en el trabajo ya no sirven porque me voy haciendo viejo. No queda otro remedio, sino que veáis como podéis ganaros el sustento. Mañana partiréis cada uno de vosotros en busca de medios de vida, y al que se levante más temprano le daré la torta mayor de las tres que tengo hechas, al segundo le daré la mediana, y al último que se levante se llevará la más pequeña.

Al ser de noche, los tres hermanos se acostaron para dormir, en espera de la llegada de la hora en que tenían que marchar. El mayor fue el que se levantó primero de los tres y su padre le dio la torta más grande. Después se levantó el segundo, y le dio la mediana. El último fue el pequeño, a quién le cupo, por tanto, en suerte la torta más pequeña.

Los tres hermanos se despidieron sucesivamente de su padre, y , después de darles este la bendición, les encargó que fuesen siempre buenos y caritativos y que siguiesen el camino que llevaba a las puertas del Cielo. Una vez hubieron abrazado a su padre, marcharon llevando cada uno su torta bajo el brazo.

El primero que salió de casa fue también el mayor, al que había tocado la torta más gruesa. Emprendió así su camino, y cuando se hallaba muy lejos halló a una pobre mujer que llevaba en brazos un niño pequeñito, la cual le dijo:

-Niño, ¿Serías tan bueno que me dieras un pedacito de esa torta para mi hijo que llora de hambre?

Más el respondió:

-No quiero; la necesito toda para mí.

Y siguió su camino.

Cuando estuvo algo más allá  pensó:”Podría haber preguntado a aquella mujer si sabía hacia donde cae el camino del Cielo”. Volvió, pues, atrás en busca de la mujer y le preguntó:

-¿Sabríais decirme hacia donde cae el camino del Cielo?

Y le contestó la mujer:

-Sí que lo se. Mira: ve caminando, y cuando te encuentres algo lejos de aquí, hallarás tres caminos: uno que se dirige a la derecha, otro que está en medio y otro que va a la izquierda. No vayas por el primero, ni por el segundo; sigue siempre el tercero, el de la izquierda, y, cuando llegues al final, verás una puerta roja. Llama a ella, y te conducirá al lugar que te corresponde.

El segundo de los hermanos siguió igualmente su camino y, estando ya bastante lejos, se encontró a la misma mujer con su hijito en brazos. Ella le dijo:

-Niño, ¿quieres darme un pedacito de esa torta que llevas para mi hijito, que llora de hambre?

Pero él contestó:

-Si no fuera que el camino que tengo que hacer es tan largo, con gusto os daría; pero me temo que no me llegará para mí.

Y se marchó

Pero, después de andar un poco, pensó también:”Tal vez esa mujer sabrá dónde está el camino que conduce al cielo”. Sin pensarlo mucho, volvió atrás y, al hallar a aquella mujer, le preguntó:

-¿Sabríais decirme, señora, por donde se encuentra el camino del cielo?

La mujer le contestó:

-Mira: sigue caminando por este mismo camino y al final hallarás otros tres: uno a la derecha, otro en  el centro y otro más a la izquierda. Tú sigue por el camino de en medio, y cuando se termine verás una puerta amarilla. Llama a ella y entrarás en el lugar que te mereces.

Así lo hizo también, según le dijo la pobre mujer, y llegó al final del camino.

El menor de los tres hermanos hacía ya mucho rato que iba caminando, cuando se le presentó la misma pobre mujer con su hijito en brazos, que le dijo:

-Niño, ¿serías tú tan bueno que me dieses un pedacito de esa torta que llevas para mi hijito, que llora de hambre?

El niño contestó:

-No solo un pedacito le daré, buena mujer, sino la torta entera.

Como podréis pensar, aquella mujer quedó contentísima al oír tan generosa contestación de un niño tan caritativo, tanto, que le abrazó agradecida y le besó.

Entonces él le preguntó:

-¿Sabríais decirme tal vez, buena mujer, hacia donde se va para hallar el camino del cielo?

Y ella le contestó:

-Sí que lo sé, niño bueno y caritativo. Sigue este camino hasta que halles tres caminos juntos: uno a la derecha, otro en medio y otro a la izquierda. No sigas ninguno de estos dos últimos, toma el de la derecha, y cuando llegues al final verás una puerta blanca. Llama a ella, que allí hallarás lo que deseas y mereces.

Los tres hermanos siguieron puntualmente, como hemos dicho, los consejos que les había dado la buena mujer. El mayor tomó el de la izquierda y al final halló la puerta roja. Llamó, y de pronto salieron, gritando, envueltos en llamas de fuego, miles de demonios que le agarraron y se lo llevaron al infierno, que era el lugar que merecía por su falta de caridad.

El hermano segundo siguió por el camino de en medio y fue a parar frente a la puerta amarilla; llamó, y sintió un frio tan glacial y fuerte, que quedó helado. Al reflexionar sobre donde estaba, halló que estaba dentro del purgatorio.

El pequeño, que había dado a la mujer toda la torta que llevaba para el viaje, tomó el camino de la derecha y al final encontró la puerta blanca. Al llamar, se abrió, y oyó unas voces de ángeles que cantaban. Dentro, todo estaba lleno de rosas y de jazmines, que perfumaban el aire, y en medio de tantas flores aparecía aquella pobre mujer, con su hijito en brazos, que le había indicado el camino. Era la Virgen María y su Divino Hijo, el niño Jesús, que recibieron al pequeño con abrazos y caricias. El quedó muy contento, pues había ganado la eterna gloria celestial con su acto caritativo.

Y así cada uno de los tres hermanos hallaros el premio o castigo que merecían por su buen o mal comportamiento, según su mucha o su poca caridad. La caridad es siempre el camino más seguro del cielo.
 
 
DIOS CONTIGO
 
 
 
 
 
 
 

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