sábado, 2 de enero de 2010

CUANDO CHAVEZ NOS DECLARO LA GUERRA...

-¿Y ahora qué vamos a hacer? –me preguntó mi mamá, con cara de preocupación, la semana pasada.

- ¿Hacer de qué, mamá?

-Pues de la guerra que nos declaró ese tal Chávez, que hasta comunista será.

- No hay ninguna guerra, mamá –le dije, para evitar que la tensión se le subiera, según nos aconsejó un médico amigo, que, además de dicharachero, dicen que es buen médico (“Evítenle las preocupaciones, manténganla tranquila”).

- Yo mismita lo escuché anoche en las noticias. Dijeron que había insultado al Presidente Uribe. Seguro que hasta le nombró la abuela, y el Uribe, que es un santo, le aguantó con la paciencia de Jacob.

- De Job, mamá.

-Eso, pero de todas maneras usted debía ir hasta el pueblo y traer la escopeta que dejamos. No nos vamos a dejar matar miserablemente.

-   Mamá, ya le dije: No va a haber guerra –le hablé golpeado-. Los venezolanos no quieren pelear contra nosotros y nosotros no queremos pelear contra ellos. Ellos son nuestros hermanos.

- Nada de hermanos. Usted es hijo único. Yo no tuve  más hijos. Y de su papá nunca supe que hubiera dejado otros hijos regados por fuera. De modo que usted no tiene hermanos.
  
Mi mamá, de 85 años, también empezaba a hablarme golpeadito.

-Es una manera de decir, mamá –le respondí-. Venezuela fue conquistada por los españoles, como nosotros, o sea que venimos de unas mismas raíces. Y Bolívar nos libertó a nosotros y a ellos por igual. Por eso nos llamamos hermanos.

-Está bien, mijo, pero Chávez no se parece en nada a nosotros, para llamarlo hermano.

- De acuerdo, mamá, ese no es hermano nuestro –le contesté de corazón.- Pero no habrá guerra, se lo juro.

- No jure en falso, que eso es pecado. Ni su papá ni yo le enseñamos, y yo creo que en la escuela tampoco le enseñaron a jurar el santo nombre de Jesús en vano.

- No, mamá, no me enseñaron, pero le repito que no habrá guerra.

- ¿Y entonces por qué llegaron muchos miles de soldados venezolanos a la frontera?  Doña Emilia, la viejita de al lado, me dijo que al otro lado del río había muchos tanques que nos tenían en la mira, y que en el aeropuerto del ejército había un montonero de aviones listos a venir a bombadearnos y que Rusia nos iba a arrojar un bomba atómica. ¿Eso no es guerra, mijo?

- Eso no es guerra, mamá, es para asustarnos.

-Aténgase y no corra. Un día de estos nos a van a llegar y nosotros sin un triquitraque para defendernos. La gente se volvió cobarde.

- Lo que pasa, mamá, es que ya estamos acostumbrados a las bravuconadas de Chávez, por eso no le paramos bolas.

- Anoche escuché una tiramenta en la calle y creí que se nos habían metido los invasores. ¿Qué era eso?

- La hija de un vecino de la otra cuadra estaba cumpliendo 15 años y se los celebraron con quema de pólvora y de recámaras a la media noche. Eso fue todo.

- ¿Recámaras en noviembre? Esas se queman es el 31 de diciembre a la hora de prenderle candela al año viejo. No me meta los dedos en la boca, que yo soy su mamá. Respéteme, carajo. Estoy vieja, pero todavía le puedo dar una fuetera.

- Tranquila, mamá, tranquila. Era pólvora, pero no era la guerra.

-También me dijo doña Emilia, la viejita de al lado, que la alcaldesa no quiere tapar los huecos de las calles para que nos sirvan de trincheras. ¿Es eso cierto, mijo?

-Lo único cierto es que le voy a prohibir a usted que salga a la calle a hablar con esa viejita chismosa. María Eugenia no tapa los huecos porque no tiene plata.

-Y si no tiene plata, ¿por qué vive viajando?

-Porque la invitan, mamá, porque la invitan con todos los gastos pagos.

-Bonito así, ¿no, mijo? Usted debía conseguirle un puestico de esos a su mujer…


Fuente: Gustavo Gómez Ardila (La Opinión-Cúcuta)... 

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