viernes, 22 de enero de 2010

SER DISCIPULOS...

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La Biblia es un libro de Dios
La lectura de la Sagrada escritura nos pone en contacto con la auténtica Palabra de Dios.
Autor: Salvador Hernámdez | Fuente: Escuela de la Fe


“¿Has leído alguna vez la Biblia?” me preguntó. “Alguna vez”, respondí y me dio una larga explicación sobre el Argamenón, sobre el fin del mundoy que sólo me salvaría si seguí las enseñanzas de los setenta ancianos que guían a los auténticos Testigos de Gehová. Yo le oía pensando ¿este hombre fue alguna vez católico, ¿conocía entonces la Biblia en la misma cantidad, al menos que en su actual secta? Pero hay más.


¿Cómo es posible sacar a la Biblia tantas conclusiones erróneas como las que este señor me dio en tan solo 10 minutos? ¿Qué fuerza recibe de la palabra de Dios, aunque sea mal interpretada, que le hace predicarla en cualquier oportunidad?
 
La Biblia es un regalo de Dios para mejorar nos como Cristianos pero podemos utilizarla mal. Necesitamos leer la Biblia e interpretarla correctamente para conocer mejor lo que Dios piensa sobre nosotros, sobre nuestras vidas y sobre Él mismo.


Los siguientes boletines presentarán algunas bases necesarias para leer la Biblia desde la distancia correcta. Porque es un libro muy distante a nosotros: en el tiempo, en la cultura, en la mentalidad, en los avances o retrocesos científicos, etc.


Un completo estudio Bíblico debe hacerse desde estos cuatro aspectos:


1. Aspecto histórico: conocer la vida que rodeo la vida del escritor bíblico para comprender por qué escribió esas palabras y el verdadero sentido de sus enseñanzas.


2. Aspecto literario: conocer el estilo en que escribía cada autor, para no cambiarle es estilo a sus escritos.


3. Aspectos teológicos: conocer los mensajes de la Biblia con claridad y precisión. Es decir, conocer los principios y las normas fijas que Dios nos quiere enseñar con sus palabras, aunque las aplicaciones sean variadas según el pasar de los tiempos.


4. Aspecto espiritual: conocer lo que Dios propone personalmente a cada uno de nosotros para ser mejores cristianos. Es quizá el aspecto que más nos interesa a cada uno. Pero necesitamos de aspectos anteriores porque si no tomamos en cuenta todos los aspectos acabaremos sacando conclusiones equivocadas.

Importancia de la Biblia en nuestras vidas


La lectura de la Sagrada Escritura nos pone en contacto con la auténtica palabra de Dios, como la lectura de la carta de un amigo, nos pone a platicar con nuestro amigo. Para que nuestra lectura de la Biblia sea verdadera plática y conversación provechosa con Dios, debemos entrar en diálogo con Él, antes que buscar la simple instrucción y el estudio estéril. Cuando escuches la voz de Dios, no te endurezcas ni le cierres las puertas de tu corazón.

Dios nos ha hablado


Es importante observar cómo en las religiones fundadas por los hombres, son el intento del hombre para llegar a Dios. En las religiones bíblicas como la judía y la cristiana, el proceso es a la inversión porque es Dios quien toma la iniciativa de venir y hablar al hombre. Es Dios quien sale al encuentro del hombre para conversar con él. Y lo consigue “en los libros sagrados el padre que está en los cielos sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos” (CIC N. 104).

Revelación, historia de la salvación y la Biblia


Podemos preguntarnos cuánto se interesa Dios por nosotros. A veces, le sentimos muy cerca. Otras nos parece un ser lejano, casi extraño. Pero Dios quiere entrar en contacto con los hombres. Porque ama infinitamente a todos y a cada uno de los seres humanos. Por eso, toda la iniciativa del diálogo. Y habla en lugares y momentos concretos. Habla en la historia con palabras y con acciones. Habla para salvarnos. Por eso llamamos historia de la salvación al conjunto de las acciones que Dios hace en la vida de los humanos.


Dios nos manifiesta como es Él, cómo somos nosotros y cuál es su plan para toda la humanidad. Es lo que llamamos revelación. Y se realiza valiéndose de los diversos mediadores humanos, en un proceso lento y gradual, con acciones y palabras que se explican y complementan mutuamente.


La Biblia, pues, es el conjunto de los libros que relatan los incidentes de la historia y el progreso de la manifestación de Dios a los hombres. Está dividida en dos grandes bloques: Antiguo y Nuevo Testamento, cada uno con sus características propias.

Inicio de la revelación


La fe nos enseña que Dios se manifestó desde el antiguo testamento. Su finalidad fue preparar la venida de Jesucristo, salvador de toda la humanidad. Esta preparación Dios la llevó a cabo de muchas maneras junto con su pueblo elegido. Así, personas, alianzas, profecías, nacimientos o muertes, forman parte de una revelación que se realiza poco a poco. Dios se va expresando de una manera pedagógica para que aún el más simple pueda comprender. Sus libros conservan un valor permanente por ser inspirados. Sus enseñanzas no pueden ser revocadas aunque contengan elementos imperfectos y pasajeros, porque son verdadera palabra de Dios (CIC. Nos. 121 y 122).

La revelación de Dios en el Nuevo Testamento


Podemos preguntarnos ahora: ¿Qué lugar ocupa Jesucristo en esta revelación de Dios a los hombres? Jesús es la palabra de Dios hecha carne (Jn 1, 14). Él vino a dar plenitud y cumplimiento y hacer más comprensible cuanto había sido revelado en el Antiguo Testamento. Dios no dice muchas cosas. Dios dice sólo un apalabra: su verbo único, en Él dice toda su plenitud (CIC. N. 102).


El Nuevo Testamento es, “la plenitud de los tiempos” (Gál 4,4; Lc 16,16). Da cumplimiento a todas las esperanzas sembradas durante todo el Antiguo. Y así constituye la nueva y definitiva alianza que nunca cesará (CIC 124). Por eso, no hay que esperar ya ninguna otra revelación de Dios por supuesto nuevos y falsos testigos, hasta la gloriosa manifestación del mismo Jesucristo al final de los tiempos. (1 Tim 6, 14; Tt 2, 13).

Dios nos sigue hablando hoy


También podemos preguntarnos si Dios se ha olvidado de nosotros y ha callado. La respuesta a esta interrogante está en considerar que la palabra de Dios es algo vivo y cercano. Que nos sigue interpelando a cada uno de nosotros: Lo hace básicamente de dos modos:


1. Con las palabras: Dios se revela primeramente por palabras. Y sus palabras están escritas en la biblia. Ahí se contiene la palabra viva de Dios que ha resonado a lo largo de los siglos (Hb 4, 12-13). A través de esta palabra Dios habla sin interrupción con la Iglesia. De forma que, cuando en la Iglesia se lee la Sagrada Escritura, es Dios mismo que nos habla.


2. En los acontecimientos: No es completa la lectura de la Biblia si no perdura el diálogo recíproco que en el transcurso de los tiempos se debe establecer entre el Evangelio y nuestra vida concreta, tanto personal como social.

Actitudes ante la palabra de Dios


Es legítimo leer la Biblia buscando sus bellezas literarias o culturales. Pero nosotros debemos preocuparnos principalmente del mensaje religioso. Porque este libro se hizo con espíritu religioso. El conocimiento de la palabra de Dios, sea escrita o narrada en acontecimientos, nunca debe dejarnos neutrales o indiferentes. Nos pide la obediencia de la fe en cada paso y momento de nuestra vida. Así se convierte en fuente de salvación para nosotros (Rm1,5; 16,26). Porque estos son los planes de Dios. Y más si tenemos en cuenta que nosotros somos actores de los hechos de la historia de la salvación en cierto sentido...



ARTICULO COMPLEMENTARIO...


7. En lo que enseña la Biblia no cabe error alguno, pues es un libro inspirado por Dios 81; pero la inerrancia aneja a cada uno de sus libros es la que cuadra con el género literario a que pertenece. 

Hay que distinguir entre el género alegórico del Apocalipsis, y «el género histórico de los dos Libros de Samuel, que pueden considerarse como el nacimiento de la historiografía» 82.

Cada género literario en la Biblia tiene su tipo de verdad. Como en un periódico una es la verdad de un artículo editorial, otra es la verdad de la noticia de una agencia, y otra la verdad del lenguaje hiperbólico de un anuncio: «Mejores no hay», «Superior al mejor», etc. Así, una es la verdad propia de la parábola, en la cual sólo se pretende enseñar una verdad sin afirmar cada uno de los elementos ornamentales que la hacen pedagógica; otra la verdad de un canto lírico que, en lo concerniente a su sentido y realidad, debe ser juzgado conforme a las leyes de la lírica; otra la verdad de un relato. En éstos puede su autor querer afirmar la realidad histórica de lo que narra, tanto en lo substancial como en los pormenores. Pero puede también afirmar sólo la substancia del hecho, sin privarse, por motivos pedagógicos y artísticos (la Historia entre los antiguos tenía no poco de arte), de añadir a lo substancial otros elementos cuya realidad histórica no asegura.
«Hay que tener en cuenta que en una mentalidad oriental no es faltar a la verdad ampliar la narración con la adición de detalles no históricos en sí mismos, pero que contribuyen a poner de relieve el suceso central que se trata de transmitir.

Distinguir entre la base histórica y los detalles ornamentales no es tarea que pueda realizar cualquier particular, sino personas preparadas para ello con doble preparación científica y teológica. La Biblia es un libro que se debe a la acción conjunta e indivisible de Dios y del hombre, su instrumento, a quien Dios comunicó su inspiración. Su realidad divina exige, para interpretarla, preparación teológica; y su realidad humana, preparación científica: entre estas dos no puede haber verdadero conflicto si se ejercitan con lealtad y rigor intelectual»
83.

«Los datos numéricos de la Biblia, al igual que los de todos los antiguos documentos orientales, no hay que entenderlos en sentido aritmético, porque se basan en el simbolismo numérico del Antiguo Oriente»
84. «Los números tienen un valor convencional y sagrado; no pueden tomarse siempre en sentido propio» 85. El conocido especialista bíblico Alejandro Díez Macho dice: «lo de menos es el valor matemático, cuantitativo. Son números simbólicos» 86.

La interpretación de la Biblia no es un quehacer que haya que forjarse a base únicamente de ciencia y competencia, sino ante todo mediante la adhesión a la fe y la aceptación humilde de la palabra de Dios. De aquí que su lectura suponga una cierta preparación religiosa, bien distinta del mero espíritu de crítica o curiosidad. Por encima de las interpretaciones particulares está el juicio de la Iglesia, a la que Cristo confió la inteligencia del verdadero significado de los libros santos, conservado por los Santos Padres, y transmitido por la Tradición y el Magisterio de la Iglesia.

La recta interpretación de los pasajes de la Biblia pertenece a la autoridad de la Iglesia, que es la que ha recibido de Cristo la misión de enseñar. Los individuos particulares pueden equivocarse al interpretar algunos pasajes oscuros. De ahí la multitud de interpretaciones equivocadas y opuestas entre sí de los protestantes, que admiten la libre interpretación personal
87... Ya dijo San Pedro que en la Biblia hay pasajes difíciles de entender 88.


La libre interpretación de la Biblia que hacen los protestantes lleva a la confusión. No pueden ser verdad todas las distintas opiniones contradictorias entre sí. De ahí la necesidad de una autoridad infalible que interprete correctamente la verdad que nos enseña la Biblia 89.

«El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios escrita o transmitida, ha sido confiado únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en el nombre de Jesucristo»
90


En los Evangelios, por debajo de los relatos en que se narran los hechos reales de Jesús, en sentido oculto, en segundo nivel, como en un código secreto, suele haber un contenido teológico encerrado en esos relatos 91. Por ejemplo: la multiplicación de los panes representa la Eucaristía; las Bodas de Caná, la mediación de María, etc.
Por eso «según una antigua tradición se pueden distinguir dos sentidos en la Sagrada Escritura: el sentido literal y en sentido espiritual»
92.
«Para comprender exactamente lo que el autor propone en sus escritos hay que tener en cuenta el modo de pensar, de expresarse, de narrar, que se usaba en los tiempos del escritor, y también las expresiones que entonces se usaban en la conversación ordinaria»
93. Cada lengua tiene su modo de hablar. Un español dice «me duele la cabeza», y un francés «tiene mal en la cabeza»; un español «se bebe un vaso de cerveza» y un alemán, la cerveza «que sale de un vaso».

En la Biblia hay que distinguir el estilo propio de cada género literario: no es lo mismo el género lírico que el épico o el histórico. Cada uno debe interpretarse como corresponde. Teniendo en cuenta que «no hay divisiones estancas entre los géneros literarios. Dentro del mismo relato pasa fácilmente de los recuerdos de la historia a los arrebatos poéticos»
94.


Aun admitiendo los géneros literarios no podemos negar que los Evangelios relatan hechos reales. «No se puede decir que hayan falseado la Historia o la hayan inventado» 95.


Cada versículo de la Escritura nos obliga a conocer el medio cultural en que se desenvuelve el autor. Los recientes hallazgos de las Ciencias Auxiliares de la exégesis nos han proporcionado un conocimiento más profundo del mundo bíblico. Este conjunto de conocimientos auxiliares no es, sin embargo, lo esencial en la lectura e interpretación de la Biblia. Ante todo, es preciso tener siempre en cuenta que la mejor manera de entender la Palabra de Dios es explicar la Biblia por la Biblia: una enseñanza que tal vez se encuentra expuesta en un pasaje de modo fragmentario, incompleto, encuentra frecuentemente su complemento y su equilibrio gracias a otros textos más claros, más desarrollados y coherentes. Y junto con el recurso al mismo texto sagrado, es menester prestar atención a las interpretaciones de los Santos Padres de la Iglesia. Estos santos vivieron en condiciones humanas, sociales, religiosas, etc., muy semejantes a las del mundo del Evangelio y poseyeron también un sentido cristiano más agudo y más puro que el nuestro.

Dijo Juan Pablo II en un discurso a la Academia Pontifica de Ciencias: «La Biblia nos habla del origen del universo y de su constitución no para facilitarnos un tratado científico, sino para declarar que el mundo ha sido creado por Dios. (...) La Biblia no quiere enseñar cómo ha sido hecho el cielo, sino cómo se va al cielo» 96.

8. La Iglesia reconoce como sagrados todos los libros de la Biblia porque «habiendo sido escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, tuvieron a Dios como Autor, pues los autores inspirados escribieron todo y sólo lo que Dios quería. Por eso hay que confesar que los libros de la Escritura enseñan firmemente con fidelidad y sin error la verdad que Dios quiso consignar en las Sagradas Escrituras para nuestra salvación»
97. La Biblia es el «Libro de Dios». 


La Iglesia, en la Biblia, «no recibe solamente una palabra humana, sino la Palabra de Dios» 98, pues «las verdades que se contienen en la Sagrada Escritura se consignaron por inspiración del Espíritu Santo» 99.


Aun cuando las diversas partes que la componen hayan sido redactadas por distintos autores, Dios es el Autor principal de toda ella 100


La lista de los libros inspirados está en el «canon» que de ellos ha publicado la Iglesia 101. Esta lista de libros inspirados de la Biblia fue promulgada oficialmente por el Concilio de Trento, en 1546, basándose en la Tradición de la Iglesia. Ya en el año 393, en el Concilio de Hipona, se hizo la primera lista 102. Cuando el Emperador Constantino dio paz al mundo cristiano se emprendió la obra de juntar las varias partes de las Escrituras, todo con el empuje del Papa.

Cuando la Iglesia afirma la inspiración de la Biblia, no comete un «círculo vicioso».: Ella se funda en la Biblia en la biblia para considerarse infalible, y Ella es la que dice que la Biblia está inspirada. La argumentación es en espiral: se demuestra la historicidad de la Biblia y de ella se deduce la infalibilidad de la Iglesia. «No estamos basando la inspiración de la Biblia en la infalibilidad de la Iglesia y la infalibilidad de la Iglesia en la palabra inspirada de la Biblia;eso sería precisamente un circulo vicioso. Lo que hemos hecho se llama argumento en espiral: por un lado hemos argumentado sobre la confiabilidad de la Biblia como texto meramente histórico; de allí sabemos que Jesús fundó una Iglesia infalible, y sólo entonces tomamos la palabra de esa Iglesia infalible que nos enseña que la palabra que nos transmite la Biblia es una palabra inspirada, Palabra de Dios. No se trata de un “circulo vicioso”, ya que la conclusión final (la Biblia es la Palabra de Dios) no es el enunciado del cual partimos (la Biblia es un libro históricamente confiable), y este enunciado inicial no está basado en absoluto en la conclusión final. Lo que hemos demostrado es que, si excluimos a la Iglesia, no tenemos suficientes motivos para afirmar que la Biblia es la Palabra de Dios»
103.

La inspiración divina es un influjo sobrenatural de Dios sobre la razón y la voluntad del escritor sagrado en la redacción de los escritos bíblicos. El autor inspirado es el instrumento de Dios, pero dotado de razón: tiene características personales. La inspiración, ese «soplo divino», respeta la libertad y el modo de expresarse propio de cada autor sagrado, que conservando su personalidad realiza un trabajo de reflexión y de redacción para comunicar lo que Dios desea que escriba. Como un secretario que escribe una carta según las ideas recibidas.

Inspiración es «la acción que el Espíritu Santo ha ejercido sobre los escritores sagrados para que escriban las verdades que quería manifestar»
104.


La diversidad de autores de los libros sagrados da variedad a los estilos. Lo mismo que el trazo de un escrito varía según se haga con pluma, bolígrafo o rotulador: pero la idea siempre es del autor. 


La inspiración comunica el mensaje, la idea; pero las palabras, el modo de expresar el mensaje, son obra del autor inspirado.


Por ejemplo:
Una madre le puede decir a su niño que se calle de tres maneras:
a) «Te he dicho que te calles».
b) «¿No has oído que te calles?».
c) «Por milésima vez te lo digo: cállate».
Son tres modos distintos de decir lo mismo: afirmativamente, interrogativamente, hiperbólicamente. Pero en los tres casos se dice lo mismo.

De este modo, por encima de las diferencias literarias existentes entre los diversos libros sagrados, Dios continúa siendo su Autor. La Biblia, es un libro divino 107.


Dice San Pablo; Toda la Escritura está inspirada 108


Como dice Pío XII en su encíclica Divino afflante Spiritu «el autor sagrado es instrumento del Espíritu Santo» pero «instrumento vivo y dotado de razón», es decir, dejando su huella personal: carácter, personalidad, mentalidad, etc.

«El Espíritu Santo dictó lo que quería que se escribiera. Fue un dictado interno y silencioso. El escritor redactaría según su estilo de expresión propio. Incluso sin percatarse de estar escribiendo bajo la influencia de la divina inspiración. Sin embargo, el Espíritu Santo quería cada rasgo de su pluma» 109.

El estudio de la Sagrada Escritura abarca dos campos: la exégesis y la hermenéutica.


La exégesis estudia el significado de las palabras, y la hermenéutica interpreta el sentido de los textos.


9. Los Testigos de Jehová se sirven de la ignorancia de los oyentes para tergiversar las Fuentes de la Revelación. Tienen su propia traducción de la Biblia: New World Traslation. 


El texto de esta traducción difiere de un modo radical de las demás versiones cristianas, tanto católicas como protestantes.
Sacan conclusiones teológicas diametralmente opuestas a las del cristianismo tradicional. 


Introducen palabras que cambian el sentido de los textos originales.

Esta traducción ha recibido la repulsa unánime de todos los exégetas, incluso protestantes.


«Este volumen es una prueba clara de cómo no debe hacerse una traducción», dice H.H. Rowley.
 

Y A. Hoekema: «No es una versión objetiva del texto sagrado, sino una obra llena de prejuicios que han metido de contrabando en el texto de la Biblia» 110.
 

En el libro Proceso a la Biblia de los Testigos de Jehová escrito por el pastor protestante Danyans se dice en la presentación: «Los Testigos de Jehová han torcido las Escrituras y han puesto en circulación una Biblia falseada y adaptada a sus prejuicios... 

»Si no sabían griego y la tradujeron así, pecaron por ignorancia: nunca debieron meterse a traductores de la Biblia. 


»Si, en cambio, sabían muy bien el griego y tradujeron mal, entonces pecaron contra la luz. 


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  1. Concilio Vaticano II: Dei Verbum: Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación, n. 9regresar
  2. PIERRE DE GUIBERT, S.I.: Así se escribió la Biblia, II,2. Ed. Mensajero. Bilbao. 1997.regresar
  3. Para entender la Biblia es indispensable leer antes algún libro que nos prepare a ello. Es magnífico el de DANIEL ROPS, ¿Qué es la Biblia?. Ed. Casal i Vall. Andorraregresar
  4. JOSÉ MARÍA RIAZA, S.I.: La Iglesia en la Historia de la Ciencia, 2ª, XI, 3,b. Ed. BAC.Madrid.1999.regresar
  5. ARNALDICH: Revista Cultura bíblica 9 (1952) 112.regresar
  6. ALEJANDRO DÍEZ MACHO: Revista Estudios Bíblicos 21 (1962) 216s.regresar
  7. Cristo en Casa. Curso Fundamental, XXII. Fe Católica. Maldonado, 1. Madridregresar
  8. Segunda carta de SAN PEDRO, 3:16.regresar
  9. JUAN RIVAS, L. C.:Evangelio y Fe. En INTERNET: www.hombrenuevo.orgregresar
  10. CONCILIO VATICANO II: Dei Verbum: Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación, n. 10regresar
  11. SECUNDINO CASTRO: El sorprendente Jesús de Marcos. REVISTA DE ESPIRITUALIDAD, 47(1988)10regresar
  12. Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 115regresar
  13. Concilio Vaticano II: Dei Verbum: Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación, n. 12regresar
  14. PIERRE GRELOT: Introducción a los Libros Sagrados, 1ª, A, II, 1. Ed. Stella. Buenos Aires.regresar
  15. SALVADOR MUÑOZ IGLESIAS: Los evangelios de la infancia, tomo IV, Epílogo. Ed. BAC. Mad.regresar
  16. Acta Apostolicae Sedis, 73 (1981) 669sregresar
  17. Concilio Vaticano II: Dei Verbum: Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación, n.11regresar
  18. Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 104regresar
  19. Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 105regresar
  20. DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº 1787. Ed. Herder. Barcelonaregresar
  21. DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº 784, 1809. Ed. Herder. Barcelonaregresar
  22. DANIEL GAGNON: No todo el que dice Señor, Señor,...Ed. Paulinas. México.regresar
  23. Catholic Answers en INTERNET: Apologética Católica: http://catholic-church.orgregresar
  24. Diccionario de Teología Católica (DTC). Tomo 7, col. 2068.regresar
  25. MIGUEL PEINADO: Exposición de la Fe Cristiana, 2ª, II, 24. Ed. BAC. Madrid. 1975.regresar
  26. AMÉRICO M. VEIGA: Creer hoy, II, 3. Ed. Perpetuo Socorro. Madrid. 1984.regresar
  27. CESLAO SPICQ, O.P.: La Biblia, Palabra de Dios. Conferencia en el Instituto Aquinas de Estudios de Teología para Seglaresregresar
  28. SAN PABLO: Segunda carta a Timoteo, 3:16regresar
  29. LEO J. TRESE: La fe explicada, I, 3. Ed Rialp. Madrid, 1981. Sexta edición.regresar
  30. PRUDENCIO DAMBORIENA, S.I.: Revista IGLESIA-MUNDO. Documentación nº8(12,XI,71)regresar
  31. .E. DANYANS: Proceso a la Biblia de los Testigos de Jehová. Ed. Clie. Barcelona, 1971.regresar
  32. AGUSTÍN PANERO, Redentorista: NO a los Testigos de Jehová, II, 8. Ed. Perpetuo Socorro. Madrid, 1973. Estupendo folleto, que en su brevedad, expone y refuta muy bien los errores de los Testigos de Jehováregresar
  33. ZENIT, Boletín informativo del Vaticano en INTERNET: ZS99073007.regresar
  34. Concilio Vaticano II: Dei Verbum: Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación, n.25.regresar

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