lunes, 4 de enero de 2010

CARTA A LOS REYES MAGOS...


Queridos Melchor, Gaspar y Baltasar:

Permitidme que intente llegar a vuestros corazones con la energía del entusiasmo y con la dulzura del cariño, para presentaros mis gozos y mis esperanzas, mis alegrías y mis tristezas que son los gozos y esperanzas, alegrías y tristezas que comparten tantos hombres de nuestro tiempo.


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Deseo en primer lugar que en la vida de todos los hombres de buena voluntad y en todos nosotros se haga realidad los mejores augurios que nos hemos deseado al comienzo del año nuevo.

Deseo que la luz de la vida, inaugurada por el Niño nacido en Belén, inunde con su resplandor toda la belleza del mundo, creado por Dios y regalado a la humanidad para su desarrollo integral en plenitud, y que todos alcancemos a disfrutarla con alegría y gratitud.

Deseo que la Verdad hecha carne en la Navidad, nos ayude a descubrir la inmensa riqueza oculta en el fondo del alma de toda persona, y que así logremos mirar al prójimo con optimismo realista y con mayor confianza.

Deseo que el resplandor de Dios, que ha penetrado en la historia y nos ha revelado el misterio de su amor, de nuestra identidad y del futuro que nos prepara, permita que divisemos los horizontes de vida y de felicidad todavía difuminados ante la corta mirada de nuestros ojos, demasiado acostumbrados al relieve de lo inmediato.

Deseo que el ambiente de fiesta navideña, cuyo ritmo acompañan villancicos universales y cantos de pueblos y países diversos y lejanos, como si estuviéramos juntos en la gran plaza de la familia humana, sea expresión de un gozo verdaderamente compartido y de una clara decisión de acercarnos y acogernos unos a otros con respeto y afabilidad.

Deseo que la fe de los creyentes; la entrega generosa de los pudientes en cualquiera de los aspectos de la riqueza humana; la solidaridad de quienes se saben hermanos del prójimo; el amor de cuantos valoran como esencial este vínculo entre las personas; la oración de quienes asumen ante Dios la responsabilidad de manifestarle a los que todavía no le han descubierto; y el esfuerzo por vencer egoísmos, rencores, decepciones, miedos, pesimismos y toda clase de violencia, contribuyan a vencer entre personas y pueblos, entre países y continentes, la cultura de la muerte; y que seamos todos el mejor abono para que brote y crezca en la tierra globalizada la civilización del amor.

Queridos Magos de Oriente:

Deseo que la ternura del Niño Jesús nacido en Belén, y que vosotros besasteis arrebate nuestros ánimos, quizás entumecido por los golpes y trasiegos de esta vida llena de torpezas y dificultades, y nos ayude a ser luz refulgente y bien alzada para los que no ven el sentido de la vida y de cuanto nos acontece; apoyo para los titubeantes y cansados; estímulo para los indecisos; alegría para los tristes; ánimo para los desolados; esperanza para los pesimistas y desconfiados; palabra clara y valiente a favor de los que no pueden hablar; mirada limpia que se ofrezca a los que no perciben la íntima bondad de las personas y de las cosas que el Señor ha creado; alabanza, súplica y gratitud a Dios que viene a salvarnos del mortal narcisismo en que peligramos encerrarnos; y voluntad permanente de ser fieles al Señor que es, para todos, camino, verdad y vida.

Ojalá que el Señor, hecho en todo semejante a nosotros menos en el pecado, nos lleve a ponernos en el lugar de los otros hasta entender su situación, comprender sus actitudes y comportamientos, y arriesgarnos a mantener un diálogo atento y paciente con todos. 

En este clima podremos aprender y ofrecer, con humilde apertura y con esforzada paciencia y claridad, la verdad que el Señor nos ha regalado y de la que nadie podemos considerarnos exclusivos y plenos poseedores. 

Sólo Dios es la Verdad.

El Señor descendió hasta nosotros para que nosotros pudiéramos acercarnos a Él. 

La Navidad rompió las tinieblas del mundo para que la luz de Dios nos permita descubrir la vida y seguir el camino hacia la felicidad en la plenitud verdadera. 

El Dios hecho hombre nos llama a gozar de la condición de hijos de Dios.

Pedidle al Niño-Dios que podamos ver su estrella y nos permita vivir y gozar el misterio de la Encarnación en su auténtico sentido; que nos enseñe a transmitir a quienes nos rodean la inmensa alegría de sentirse amados infinitamente por Dios y redimidos por Jesucristo nacido en Belén. 

Y que alcancemos, con su gracia, la vida que él ha venido a traernos.

Y como está cerca la llegada de vuestras majestades a nuestra tierra me gustaría pediros, como hacen los niños desde su inocencia pero poniendo en juego mi madurez, algunas cosas que sería bueno consiguiéramos en este nuevo año que acabamos de estrenar.

Es cierto que mi carta sería muy larga, pidiéndoos un sinfín de cosas que necesitamos. 

Sobre todo voy a pediros algunas importantes:

Que en el nuevo año no siga creciendo el fenómeno del paro que aturde a las personas y flagela a familias enteras.

Que la creación de puestos de trabajo que es necesario para todo hombre, no solo porque le proporciona unos medios económicos para poder vivir dignamente, sino porque el trabajo mismo dignifica a la persona, sea una de las preocupaciones principales tanto de los gobernantes como de todos los que componemos la sociedad del momento.

Que hagamos frente a la crisis social que vivimos que se ve expresada de manera clara en la crisis económica actual, y logremos superarla por medio de la implantación de una verdadera cultura de valores en esta sociedad que los ha perdido.

Sí, queridos Magos de Oriente: la crisis económica es ante todo la manifestación de una crisis más profunda de valores que subyacen y que es necesario que recuperemos si queremos que la crisis económica deje también de ser tal y la vida de todos transcurra por otros derroteros bien distintos a los que estamos viviendo en la actualidad.

Finalmente os pido que nos concedáis el respeto a la vida humana en todas sus formas, de manera especial la vida de los más indefensos como son los niños en el seno materno. 

No queremos que las futuras generaciones nos señalen con el dedo como culpables de la muerte de miles y miles de niños inocentes, constituyéndonos como una época nefasta de la historia, como personas sin conciencia que legislaron la sentencia de muerte de indefensos e inocentes a los que negamos el primero de los derechos humanos, como es el derecho a la vida.

Ojalá que con el esfuerzo y la concienciación de todos y con vuestra ayuda, ya que estáis muy cerca del Niño-Dios, hagamos posible que el nuevo año sea un año cargado de buenas nuevas que nos ayuden a crecer como personas y como cristianos en un mundo con trabajo para todos, con el renacimiento de una sociedad con valores fundamentales y la promoción de una cultura no de muerte sino de vida.

Con todo mi afecto.

Antonio

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