jueves, 14 de enero de 2010

EL CURA ARS Y LAS TABERNAS...

El cura de Ars es un ejemplo de cariño y de responsabilidad
Autor: Fernando Pascual, L.C. | Fuente: Virtudes y Valores

Cuando llegó a Ars en febrero de 1818, el sacerdote Juan María Vianney encontró una comunidad pequeña (unas 200-300 personas) en la que abundaban los problemas. Uno de ellos era el abuso de las bebidas alcohólicas, con ayuda de las tabernas que fomentaban la vida de vicios y que provocaban el empobrecimiento de las personas más frágiles.

En aquellos años, como ocurre también hoy en muchos pueblos y ciudades, el alcohol dañaba no sólo la salud de las personas, sino sobre todo sus corazones y su vida familiar y social.

El cura de Ars decidió acometer el problema en su raíz: inició una campaña sistemática contra las tabernas y contra las borracheras.

Desde el púlpito de la iglesia de Ars, el párroco empezó a denunciar con palabras claras la bajeza propia de la vida de los borrachos, “que se colocan por debajo del animal más inmundo”.

También arremetió con fuerza contra las tabernas. En uno de sus sermones dijo:

“La taberna es la tienda del demonio, la escuela donde el infierno predica y enseña su doctrina, el lugar donde se venden las almas, donde las fortunas se arruinan, donde la salud se pierde, donde las disputas comienzan y donde se cometen los asesinatos”.

Los taberneros no quedaban fuera de las amonestaciones del nuevo cura. Sobre ellos decía: “Los taberneros roban el pan de las pobres mujeres y de sus hijos, dando vino a estos borrachos que gastan el domingo el jornal de la semana”.

Emborracharse, ciertamente, es responsabilidad de quienes van al bar, a la taberna: el tabernero no tiene que controlar qué hace cada cliente con lo que compra. Pero también es verdad que quienes colaboran con el mal, quienes aprovechan las debilidades ajenas para enriquecerse, quienes permiten que unos hombres con familia gasten sus pequeños ahorros para el vicio mientras sus esposas y sus hijos carecen de lo más básico, tienen parte de culpa en la situación de mal que se provoca gracias a las facilidades de comprar vino y otras bebidas alcohólicas.

El cura de Ars vio pronto, con profunda alegría, los resultados de su campaña. Poco a poco las tabernas (había cuatro en el pueblo) perdían clientes, mientras que los domingos iban más y más personas a misa. Las dos tabernas que estaban cerca de la iglesia cerraron pronto. Un poco más tarde, también clausuraban las otras dos.

Los taberneros encontraron en Juan María Vianney ayudas concretas para salir adelante o para emplear sus habilidades en otros servicios a la comunidad. Al mismo tiempo, la pobreza casi desapareció en Ars, pues los hombres dejaron de tirar su dinero en el vicio para dedicarlo a sus familias.

Puede parecer difícil repetir hoy las palabras de san Juan María Vianney. Para algunos serían insultantes, o señal de intolerancia, o de un moralismo ajeno a la realidad moderna. Pero fuera de las opiniones a favor o en contra, lo cierto es que en muchos lugares bares y tabernas siguen siendo motivo de ruina para miles de personas y para sus familias.

Vale la pena abordar el tema seriamente. Si hay cariño, si de verdad queremos el bien y la promoción de las personas, encontraremos modos concretos para que nunca haya quienes exploten las debilidades de sus semejantes, y para que los borrachos o los que sucumben a otras dependencias (como la droga o el sexo) encuentren a su lado manos amigas y corazones comprensivos que les permitan dejar el vicio y emplear sus bienes y sus energías para el bien de sus familias y de toda la sociedad.

En ese sentido, el cura de Ars es un ejemplo de cariño y de responsabilidad. Cuando los “excesos” (palabras duras, pero con verdades buenas) nacen del amor sincero, se agradecen. Lo triste sería quedarse con las manos cruzadas ante tanto dolor y tanto vicio, por miedo a parecer intransigentes o puritanos.

Por eso, después de tantos años, el ejemplo de san Juan María Vianney puede estimularnos a tomar en serio el estado de degradación moral en el que viven muchos hombres y mujeres de nuestros pueblos y ciudades, y a buscar caminos eficaces y concretos para darles una mano y permitirles el paso a una conversión profunda y a una vida nueva.

(La información en la que se basan están líneas está tomada del libro de Francis Trochu, El cura de Ars, Palabra, Madrid 1986, 4ª ed., pp. 183-191).



¡Vence el mal con el bien!

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