viernes, 7 de noviembre de 2014

EL PÁJARO CHOGÜÍ

Una joven india guaraní tenía un hijo, el cual no tenía con quién jugar, su única diversión era mirar como volaban los pájaros tan libres y tan dueños del cielo. Al indiecito le gustaba mucho encaramarse, subirse a los naranjos a comer las ricas naranjas. 

Su madre cada vez que salía a trabajar le encargaba que no saliera de la casa, ya que podía venir un animal salvaje y hacerle daño. Siempre prometía hacer caso, pero la mayor parte de las veces llegaba la mamá y no encontraba a su hijo, que atraído por el bosque andaba deambulando por él.

Un día lo castigó fuertemente con una rama y le hizo prometer no ir más al bosque. Durante mucho tiempo cuando la madre volvía él ya estaba en casa. Pero un día estaba en lo alto de un naranjo mirando el camino para ver venir a su madre para bajar corriendo, pero no la vio llegar. Cuando la madre llegó a su rancho y no lo encontró, lo llamó fuerte y el niño la escuchó, queriendo bajar tan rápido, sus pequeños pies se resbalaron y cayó al suelo. La madre no escuchó cuando el niño cayó y en el mismo momento que cerró sus ojos para siempre, su cuerpo sufrió una transformación tal, que se convirtió en un pájaro chogüi, como aquellos a los que había admirado tanto. Sobre la cabeza de la india que esperaba a su hijo, pasó volando y cantando y se fue con toda la bandada de chogüies.

Según cuenta la leyenda el indiecito convertido en chogüi, viene todos los días a su casa, acompaña a su madre al trabajo y va a los naranjales a picotear las naranjas que son su fruta preferida.

Leyenda Guaraní

 

1Tes. 5,17 Si Dios les da un niño voluntarioso, los padres pueden estar seguros de que Él no se ha equivocado y proveerá la guía y recursos que necesitan para hacer la tarea. Tal vez como nunca en la vida de un padre, las palabras “orad sin cesar” 

Gál. 5:23 Los padres de niños voluntariosos seguido reportan que el chico se burla de ellos mientras les están dando nalgadas, así que éste no puede ser el mejor método de disciplina con ellos. Tal vez en ninguna parte de la vida cristiana sean más necesarios los frutos del Espíritu de la paciencia y templanza que con un niño voluntarioso.


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