miércoles, 25 de junio de 2014

CON EL CORAZÓN Y CON LA MENTE



María Santísima es la Obra maestra del Altísimo, que se la ha reservado para Él y para dársela por Madre a quienes ama más particularmente.

María es la Siempre Virgen, que concibió a Jesús por obra del Espíritu Santo y permaneció Virgen antes, durante y después del parto, y permanecerá Virgen por los siglos de los siglos.

Ella no estuvo nunca bajo el poder de Satanás porque no tiene pecado original, fue preservada por Dios del pecado porque debía concebir en su seno el mismo Hijo de Dios, Jesucristo. Entonces María tiene un gran poder contra el Maligno, al que siempre vence. Es por eso que debemos invocarla en los peligros del cuerpo y del alma, porque hoy más que nunca el enemigo trata de causarnos daños espirituales y hasta físicos, pero con la intervención de María, invocada por nuestras oraciones, salimos siempre victoriosos.

María es nuestra verdadera Madre. No es madre por la naturaleza, no nos dio a luz materialmente, pero sí nos dio a luz espiritualmente, cuando nos obtuvo la gracia del Bautismo, porque toda gracia viene por manos de María, y Ella, junto a su Hijo, produce la gracia en nosotros.

María es la Llena de Gracia y quiere colmarnos de dones y favores innumerables si confiamos en Ella.

RECIBIR

Debemos llevar puesta la Medalla Milagrosa, ya que a través de ella nos llegan muchas gracias de la Virgen.

También tenemos que usar su Escapulario del Carmen, que es protección en todos los peligros.

Cuando recibimos a Jesús Sacramentado, también recibimos a María, porque Ella está siempre donde está su amadísimo Hijo Jesucristo. Y en todos los Sacramentos que recibimos, es María la que nos los obtiene, porque María es Medianera de todas las Gracias, y los Sacramentos nos dan gracias especiales propias de cada Sacramento, y María es la que nos aplica dichas gracias en nuestras almas.

OBRAR

Si queremos ser perfectos tenemos que imitar a María en su forma de obrar, no solo para con el prójimo, sino también para con Dios. Como obró Ella, así también debemos obrar nosotros.

Es bueno que en cada acción que realicemos, tengamos a María como motor para realizarla, pensar que la estamos haciendo por la Virgen, para Ella, por su honor, y así luchar en esta vida y no ser perezosos, sino abnegados y sacrificados para que María esté cada vez más contenta con nosotros, y le presente a su divino Hijo todas nuestras buenas obras, y hasta las cosas más sencillas y comunes de todos los días.

ORAR

Hay que saludar a la Virgen todos los días con el Avemaría. Por lo menos tenemos que rezar cada día las Tres Avemarías, que son prenda de salvación eterna como Ella mismo lo ha dicho.

Y por supuesto que si queremos ser más protegidos por la Reina del Cielo y más amados de Ella, le debemos rezar el Rosario, devoción predilecta de María y por la cual concede innumerables gracias de todo tipo a los que la practican.

Otra devoción que agrada mucho a la Virgen es el meditar en sus siete dolores, devoción que está en esta revista y que tiene grandes promesas de la Inmaculada para todos aquellos que la rezan.

Y sobre todo debemos hablar con Ella porque María es nuestra verdadera Madre, que nos ama como jamás no podremos imaginar, y que quiere nuestro bien temporal y, sobre todo, eterno.

Confiemos en María, ya que la desconfianza del hijo hiere el corazón de la Madre.

Recemos también la oración de la Medalla Milagrosa, que Ella misma enseñó y es la siguiente: OH MARÍA, SIN PECADO CONCEBIDA, ROGAD POR NOSOTROS QUE RECURRIMOS A VOS.
APOSTOLADO CATÓLICO
LA ORACIÓN

El mejor apostolado que podemos realizar es el apostolado de la oración.

Porque con la oración se obtienen todas las gracias para nosotros, para nuestros prójimos y para todo el mundo. Por algo será que la Virgen en todas sus apariciones pide más oración, porque Ella sabe que todo depende de la oración.

Ya lo dijo San Alfonso María de Ligorio: “El que reza se salva, y el que no reza se condena”, y es una gran verdad. Si no rezamos estaremos perdidos. Si no rezamos, especialmente el Santo Rosario, cada vez pondremos menos la mirada en las cosas del Cielo y más en las de la tierra, perderemos el gusto por lo espiritual y caeremos en las redes del materialismo, error de Satanás que hoy arrastra a toda la humanidad.

Meditemos las siguientes palabras de Santa Faustina Kowalska que se refieren a la oración y a la necesidad de orar:

“A través de la oración el alma se arma para enfrentar cualquier batalla. En cualquier condición en que se encuentre un alma, debe orar. Tiene que rezar el alma pura y bella, porque de lo contrario perdería su belleza; tiene que implorar el alma que tiende a la pureza, porque de lo contrario no la alcanzaría; tiene que suplicar el alma recién convertida, porque de lo contrario caería nuevamente; tiene que orar el alma pecadora, sumergida en los pecados, para poder levantarse. Y no hay alma que no tenga el deber de orar, porque toda gracia fluye por medio de la oración.” (Diario #146)

Entonces hagamos el propósito de no descuidar la oración, comenzando con la oración de la mañana y de la noche, el Santo Rosario, las Tres Avemarías, y todo lo que más podamos, sin olvidar los quince minutos de trato personal con Jesús presente en el Sagrario, donde iremos a conversar con Él amigablemente.

Santísima Virgen

¡Ave María Purísima!
¡Sin pecado concebida!





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