Como un niño se hace adicto.
El uso de la pornografía es peligroso porque es contrario al plan de Dios para nuestra sexualidad y nuestra felicidad. El Catecismo dice
que la pornografía “ofende a la castidad porque pervierte el acto
conyugal, la donación íntima de los esposos entre sí”. Debido a que la
pornografía tiene como fin la satisfacción de la lujuria a través de la
cosificación de los demás, es una actividad que aísla a la persona,
cortando de raíz la posibilidad de convertirse en un “don de sí mismo” a
los demás.
Si no crees ver los efectos negativos causados por la pornografía, si
sólo piensas que es una costumbre personal que no afecta a nadie más,
deberías abrir los ojos y leer las noticias u observar en los que te
rodean la destrucción que la pornografía deja a su paso.
Pero la verdad es que las víctimas son incontables: los niños y los adolescentes que
se ven expuestos se convierten en adictos desde una edad muy
temprana; la joven madre que pierde a su marido por la fascinación
infinita de la pornografía; los hijos de padres divorciados; las
jovencitas explotadas por dinero y para satisfacer las perversiones
sexuales de otros. La pornografía es la distorsión malvada de algo que
debería ser la unión unitiva y fructífera, la intimidad sexual diseñada
por Dios como la expresión del amor entre los esposos.
DIOS CONTIGO
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