Hay algo fundamental que debemos tener en claro para ser buenos católicos y llegar a ser santos, y es el obrar por amor a Dios.
Todo lo que hacemos cada día debe ser hecho por amor a Dios, y especialmente aquellas cosas que más nos cuestan. Por ejemplo: tengo que tender una cama, pienso que en ella dormirá Jesús, y lo hago por amor a Él; tengo por delante un día de trabajo complicado, lo realizo por amor a Dios diciéndole, por ejemplo: “Señor, este día de trabajo me va a costar mucho sobrellevarlo. Te pido ayuda para que lo pueda hacer todo bien y te lo ofrezco con amor y como reparación por mis pecados y los de todo el mundo”.
En cada acción decir: “Señor, es por tu amor”; “Señor, porque te amo hago esto o aquello”, y cumplir así nuestro deber de todos los días. Por ejemplo: estoy sentado cómodamente y me mandan a hacer algún mandado, al punto me levanto y obedezco por amor a Dios; y así en todas las demás acciones del día. Si hacemos esto estaremos cumpliendo el primer mandamiento de amar a Dios sobre todas las cosas y, por ser serviciales y prontos a hacer favores a nuestro prójimo, estaremos también cumpliendo el mandamiento del amor al prójimo como a nosotros mismos. Pero, además, estaremos siguiendo el consejo que nos da el Señor en el Evangelio cuando dice que el que quiera seguirlo que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y le siga. Nosotros con este modo de obrar estaremos renunciando a nosotros mismos como Jesús nos lo pide. Y veremos que durante el día tenemos muchísimas ocasiones para amar a Dios.
Pero también sabemos que nadie puede amar lo que no conoce. Por eso debemos conocer cada vez mejor a Dios a través de la lectura de la Palabra de Dios, en especial del Evangelio, a través de la oración en especial frente al Sagrario, y también leyendo libros piadosos de Santos o de personas inspiradas por el Espíritu Santo, y que la Iglesia reconoce como tales. Así conoceremos más a Dios y lo amaremos cada día más.
Todo lo que hacemos cada día debe ser hecho por amor a Dios, y especialmente aquellas cosas que más nos cuestan. Por ejemplo: tengo que tender una cama, pienso que en ella dormirá Jesús, y lo hago por amor a Él; tengo por delante un día de trabajo complicado, lo realizo por amor a Dios diciéndole, por ejemplo: “Señor, este día de trabajo me va a costar mucho sobrellevarlo. Te pido ayuda para que lo pueda hacer todo bien y te lo ofrezco con amor y como reparación por mis pecados y los de todo el mundo”.
En cada acción decir: “Señor, es por tu amor”; “Señor, porque te amo hago esto o aquello”, y cumplir así nuestro deber de todos los días. Por ejemplo: estoy sentado cómodamente y me mandan a hacer algún mandado, al punto me levanto y obedezco por amor a Dios; y así en todas las demás acciones del día. Si hacemos esto estaremos cumpliendo el primer mandamiento de amar a Dios sobre todas las cosas y, por ser serviciales y prontos a hacer favores a nuestro prójimo, estaremos también cumpliendo el mandamiento del amor al prójimo como a nosotros mismos. Pero, además, estaremos siguiendo el consejo que nos da el Señor en el Evangelio cuando dice que el que quiera seguirlo que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y le siga. Nosotros con este modo de obrar estaremos renunciando a nosotros mismos como Jesús nos lo pide. Y veremos que durante el día tenemos muchísimas ocasiones para amar a Dios.
Pero también sabemos que nadie puede amar lo que no conoce. Por eso debemos conocer cada vez mejor a Dios a través de la lectura de la Palabra de Dios, en especial del Evangelio, a través de la oración en especial frente al Sagrario, y también leyendo libros piadosos de Santos o de personas inspiradas por el Espíritu Santo, y que la Iglesia reconoce como tales. Así conoceremos más a Dios y lo amaremos cada día más.
Jesús, María, os amo, salvad las almas.
DIOS CONTIGO
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