Oh Jesús desolado y al mismo tiempo refugio
de las almas desoladas: vuestro amor me enseña que es
de vuestros abandonos de donde debo sacar toda la fuerza que necesito para soportar los míos.
Estoy persuadido, de que el abandono más temible en que yo pueda caer, sería no participar del vuestro.
Pero, como me disteis la vida con vuestra muerte,
y por vuestros sufrimientos me librasteis De aquellos
que me eran debidos, también merecisteis por vuestro
desamparo que el Padre celestial no me desamparase,
y que nunca estuviese más próximo de mí por su misericordia,
que cuando estoy más unido a Vos por la desolación.
¡Oh Jesús, luz de mi alma!, iluminad mis ojos interiores
en el tiempo de la tribulación; y ya que me es útil sufrir,
no toméis en cuenta mis temores ni mi flaqueza.
Os conjuro ¡oh Dios mío!, por vuestros desamparos, no propiamente que no me aflijáis, sino que no me abandonéis
en la aflicción, que me enseñéis a buscaros en ella como mi
único consolador, que sustentéis en ella mi fe, que en ella fortifiquéis mi esperanza, que purifiquéis en ella mi amor; concededme la gracia de reconocer en ella vuestra mano,
y de no desear en ella otro consolador a no ser Vos.
Humilladme entonces cuanto os plazca, y consoladme
solamente a fin de que yo pueda sufrir y perseverar
hasta la muerte en el sufrimiento.
Ya que las gracias que os pido son fruto de vuestros
desamparos, haced que su virtud se manifieste
en mi flaqueza, y glorificaos en mi miseria, oh Jesús mío,
único refugio de mi alma.
¡Oh Madre Santísima de mi Jesús!,
que visteis y sentisteis la extrema desolación
de vuestro querido Hijo,
asistidme en el tiempo de la mía. Y vosotros,
santos del Paraíso, que pasasteis por esta prueba,
tened compasión de aquellos que sufren, y obtenedme
la gracia de ser fiel hasta la muerte.
de las almas desoladas: vuestro amor me enseña que es
de vuestros abandonos de donde debo sacar toda la fuerza que necesito para soportar los míos.
Estoy persuadido, de que el abandono más temible en que yo pueda caer, sería no participar del vuestro.
Pero, como me disteis la vida con vuestra muerte,
y por vuestros sufrimientos me librasteis De aquellos
que me eran debidos, también merecisteis por vuestro
desamparo que el Padre celestial no me desamparase,
y que nunca estuviese más próximo de mí por su misericordia,
que cuando estoy más unido a Vos por la desolación.
¡Oh Jesús, luz de mi alma!, iluminad mis ojos interiores
en el tiempo de la tribulación; y ya que me es útil sufrir,
no toméis en cuenta mis temores ni mi flaqueza.
Os conjuro ¡oh Dios mío!, por vuestros desamparos, no propiamente que no me aflijáis, sino que no me abandonéis
en la aflicción, que me enseñéis a buscaros en ella como mi
único consolador, que sustentéis en ella mi fe, que en ella fortifiquéis mi esperanza, que purifiquéis en ella mi amor; concededme la gracia de reconocer en ella vuestra mano,
y de no desear en ella otro consolador a no ser Vos.
Humilladme entonces cuanto os plazca, y consoladme
solamente a fin de que yo pueda sufrir y perseverar
hasta la muerte en el sufrimiento.
Ya que las gracias que os pido son fruto de vuestros
desamparos, haced que su virtud se manifieste
en mi flaqueza, y glorificaos en mi miseria, oh Jesús mío,
único refugio de mi alma.
¡Oh Madre Santísima de mi Jesús!,
que visteis y sentisteis la extrema desolación
de vuestro querido Hijo,
asistidme en el tiempo de la mía. Y vosotros,
santos del Paraíso, que pasasteis por esta prueba,
tened compasión de aquellos que sufren, y obtenedme
la gracia de ser fiel hasta la muerte.
Amén
DIOS CON NOSOTROS
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