Sal. 129
Es el
salmo que lleva consigo el recuerdo de los seres queridos difuntos, de las almas
que esperan su total liberación con su entrada en la gloria.
Si cada uno de nosotros, muy sinceramente, muy realísticamente,
no se sitúa también en lo más hondo de su propia vida, muy en el corazón de
lo que cada uno es, le será imposible acompañar a Jesús durante estos
últimos días de la Cuaresma, durante los días de Semana Santa, y -más aún-
unirse a él en la gran celebración de su y nuestra Pascua. Permitid que
insista. Probablemente, la mayor tentación de nuestra vida cristiana sea la de
situar lo que a ella se refiere -lo religioso, nuestra relación con Dios y ante
Dios- en lo marginal de nuestra vida, en cosas y aspectos secundarios que no son
los más importantes y decisivos y hondos de nuestra vida. Y entonces, esto, el
corazón, lo que podríamos llamar el "alma" de nuestra vida, se queda
sin Dios, al margen de Jesús.
J.
GOMIS
La
oración del salmo es confiada. La palabra que más resuena en él es la de la
confianza humilde y cierta.
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