miércoles, 27 de abril de 2016

DE LA COMPASIÓN

Compasión no es pesar, es una de las más hermosas expresiones del amor incondicional y generoso.
Compasión es sentir en el alma el dolor ajeno, apiadarse y ayudar al que sufre y necesita.
Jesús fue pura compasión y también lo fueron Buda, Madre Teresa y tantos seres de luz en distintos credos.
En el cristianismo y el budismo ser compasivo es lo máximo y allí está la esencia de la religión y del amor.
En sánscrito compasión se dice Karuna y aquel que la practica está en el sendero de la verdadera iluminación.
Eres compasivo cuando vences la indiferencia, cuando actúas con un buen corazón, cuando eres amor puro.
Si eres compasivo no juzgas a nadie ni te haces el desentendido cuando tu hermano necesita apoyo.
Aprende de Jesús que sanaba a los enfermos, daba la vista a los ciegos y regalaba amor a los que sufrían.
G. G. G.


El dueño de una tienda estuvo clavando un anuncio al frente de su lugar de comercio que dijo “Se Vende Perritos” cuando

de repente un niño apareció y le preguntó, “¿Cuánto cuesta comprar uno de estos perritos?”

El dueño contestó, “Dependiendo al perro, cuesta de $300 a $500 pesos cada uno.”

El niño puso su manito en su bolsillo y sacó algunas moneditas y dijo, “Solo tengo veinte siete pesos con cincuenta centavos.  ¿Me dejarás por lo menos ver y tocar con uno de los perritos?”

El dueño rió y dijo, “Por supuesto”, abrió la jaula y sacó uno de los perritos más hermosos.

El niño observó que uno de los perritos estaba escondiéndose en el rincón de la jaula y que andaba como que si era cojo.

 El niño preguntó, “Y qué anda mal con este perrito, Señor?”

El dueño explicó que tenía algo mal con su cadera y que siempre será cojo.

El niño empezó a animarse bastante y dijo, “Ese es el perrito que deseo comprar.”

El dueño dijo, “No, hijo mío, tu no quieres comprar ese perrito.  Si lo quieres, simplemente te lo regalo.”

El niño apunto su dedo al dueño y dijo, “No señor.  No quiero que me regalas este perrito.  Ese perrito tiene el mismito valor que cualquiera de los otros perritos.  Y yo estoy dispuesto a pagar el precio completo.  Si está bien contigo, te entregaré todo lo que tengo, los veintisiete pesos con cincuenta centavos y te prometo pagar cincuenta centavos cada mes hasta pagar por el perrito por completo.”

El dueño siguió insistiendo que no debería de comparar ese perrito.  “Es que no entiendes, niño.  Este perrito nunca jamás podrá brincar y correr contigo como los demás perritos deben.”

Para su gran sorpresa el niño levanto uno de sus pantalones y le mostró el soporte de metal que reforzaba su pierna destrozada por el polio.  “Pues yo tampoco brinco y corro bien”, dijo el niño con voz muy suave, “y este perrito necesitará a alguien que le entiende bien”. 


DIOS CONTIGO







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