lunes, 25 de abril de 2016

DE LA LÓGICA DE UNA RELACIÓN

CONTRADICCIÓN Y GLORIA
El amor verdadero navega entre las olas de la contradicción. Queremos y odiamos, buscamos y nos escondemos, nos damos y reservamos a la vez, luchamos y traicionamos. Así de complicado es nuestro corazón.
Fray Manuel Romero, tor


El corazón de Jesús no fue distinto, por ser de carne. De ahí, que la gloria de Dios tuviera que encarnarse en las relaciones que el Hijo tenía con los suyos. Unas amistades un tanto especiales, curiosas e intempestivas, parecidas a las que tiene con nosotros.

El hecho es que la gloria de Jesús se va a dar en a entrega por los que elige. Y en esa honestidad recibe gloria su

Padre. En ningún caso le va a producir gloria la respuesta agradecida de Pedro, de Juan, de Judas, de Manuel, de Sofía…

No, porque no sabemos.

De ahí que nos guíe en el modo de amar y de glorificarle: “amando como él”. No hay otro mandamiento entre sus palabras ni otro ejemplo entre sus manos. Un mandato que es pura entrega y que nos cuesta hasta en la vida religiosa. Pero un mandato probado en el amor humano.

En el evangelio se nos delinea un proceso sencillo: Primero amar a los otros como son, con sus contrariedades, miedos y sueños. Como eso no brota espontáneamente, Jesús invita, segundo, a amar “a su modo”: Amar al que se tiene delante por amor a Cristo. Lo que supone un dejar de pensar en uno para ponerse en función del hermano. ¡Que cuesta! ¿Más que amar a Judas? No lo creo. Por eso introduce, en un tercer momento, el recuerdo del propio amor; de lo que Dios ha amado a cada uno. A ti, por ejemplo. Y para eso es preciso que repases tu historia y reconozcas cómo el Señor no se ha asustado de tus miedos, no te ha abandonado tras tu negación y que te ha salvado a pesar de tu traición. Termina todo esto en la consideración sensata de que si ha hecho todo eso por tí, ¿cómo no vas a hacer lo mismo por tu hermano? Que -por otro lado- es trasparencia de Cristo: -“lo que hagáis con uno de estos, lo hacéis conmigo”.

Por eso -en último término- quien nos vea, en un colegio o frontera reconocerá la mano de Dios en este grupo de varones y mujeres que se sienten “de Cristo”. Quien nos vea aceptándonos, cuidándonos, sosteniéndonos no podrá por menos que cuestionarse. Y, al menos, intuir la mano de Dios en medio de nuestras relaciones comunitarias, a veces rastreras y otras elevadas. ¡Pura contradicción!


DIOS CONTIGO






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