Jesús, te alabo con todo mi ser. Al ver la creación experimento la
maravilla y la admiración. Al ver mi historia pasada veo tu mano
providente en cada uno de los acontecimientos. Al contemplar tu amor por
mí veo mi pequeñez y tu grandeza, experimentando un profundo
sentimiento de amor. Y en este momento dejo a un lado todo y pongo en
tus manos todo lo que soy y todo lo que tengo.
Lc. 20, 27-38
Como apóstoles de Jesucristo vivamos y enseñemos la realidad de la muerte
como un paso obligado para llegar a Dios. La tristeza de la ausencia ha de
contemplar también la dicha de la eternidad.
DIOS CONTIGO
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